lunes, 26 de enero de 2009

Capítulo XI Parte Final.


EL ANTICOMUNISMO,
EN MANOS DE COMUNISTAS

El marxismo niega los valores morales y carece de logros materiales. Da­dos los enormes recursos de los terri­torios que domina, es ridículo el miserable nivel de vida que ofrece a sus súbditos. Y sin embargo, ha venido avanzando en los últimos cincuenta años, NO POR SUS EXCELENCIAS, sino porque cuenta con la complicidad de personajes que falsamente dicen servir al mun­do Occidental. Por ejemplo, lo que a primera vista parece ser la máxi­ma institución política opuesta al comunismo, o sea el Departamento de Estado americano, se encuentra profundamente influido por marxistas judíos o masones. En lo fundamental conserva en 1966 las di­rectrices que le fueron impuestas desde la época de Roosevelt, o sea traicionar a Occidente para que el marxismo domine al mundo.

Según lo precisó confidencialmente el "Economic Council Leter", el Presidente Truman llevó al Departamento de Estado a 7,482 fun­cionarios (en.su mayoría comunistas) de la Organización de Informa­ciones de Guerra. La propaganda del Departamento de Estado es una tela de araña que alcanza a toda actividad y es dirigida por un "pe­queño pero especializado e invisible Estado Mayor" dependiente del Consejo de Relaciones Exteriores, máximo organismo que propicia la Revolución Mundial marxista. De ahí desciende toda la propaganda sutil que actúa en los gobiernos extranjeros, en las agrupaciones reli­giosas, en los centros económicos, culturales, etc.

Erróneamente el pueblo americano creyó que si el demócrata Roosesvelt había entregado media Europa al bolchevismo, y.que si el de­mócrata Truman había acrecentado esa entrega en Asia, un presiden­te republicano pondría fin a tan criminal política. Por eso volvió sus oíos a Eisenhower, quien fincó su propaganda electoral ostentándose como abanderado del anhelo popular de detener al comunismo. Pero demócratas Roosevelt y Truman, y republicano Eisenhower, los tres tienen el mismo común denominador de su sangre israelita y los tres han obedecido al mismo consejero Bernard Baruch, Gran Jefe del Consejo Imperial del Templo Masónico y ejecutor de las órdenes del Gran Sanhedrín, o sea el oculto gobierno judío internacional. (Ahora Baruch es muy anciano y parece que está siendo sustituido por Sidney J. Weinberg).

Durante el gobierno de Eisenhower, hasta el Secretario Foster Dul-les, tan anticomunista en sus discursos, deslizó el 20 de agosto de 1956 que "se puede prever la posibilidad, por primera vez en mu­chos años, de que los dirigentes soviéticos se unan cada vez más los principios de libertad". Y dos meses más tarde el mundo pudo ver cómo los soviéticos se unían amorosamente "a los principios de li­bertad" destrozando a los húngaros, y tiempo después a los tibetanos.

Al morir Foster Dulles (mayo de 1959) se le ensalzó como bene­factor del mundo occidental y "campeón de la libertad". Masía la URSS le rindió honores. Lo trágico es que Dulles hablaba contra el comunismo, pero ¡amas hizo nada efectivo por los combatientes anti-comunistas de Polonia, ni por los de Indochina, ni por los de Irak, ni por los de China, ni por los del Tibet. Tampoco hizo nada para de­tener la infiltración comunista en el mundo árabe y en África, y ni siquiera se opuso a esa infiltración en Iberoamérica. Quizá el duelo que manifestaron en el Kremlin a! enterarse de su muerte no fue una mera formalidad diplomática sino una pena sincera.

La política internacional tampoco varió con el católico Kennedy, pues la camarilla judío-marxista que lo rodeaba se impuso en casi todas las decisiones. El nuevo Secretario de Estado Dean Rusk im­plantó una severa censura para impedir que los militares americanos siguieran hablando en contra del comunismo. El general Edwin A. Walker fue relevado de su puesto de mando en Berlín porque expli­caba a los soldados americanos el peligro de la conspiración roja. Esta "purga" fue duramente censurada en el Senado en julio y agos­to de 1961 y se designó una comisión que investigara quiénes son los censores ocultos en el Departamento de Estado, el cual se negó a revelar los nombres, en tanto que el monopolio informativo inter­nacional (judío) realizaba un boicot de silencio acerca de estos hechos.

John A. Stormer, en su libro "Nadie se Atreve a Llamarle Traición", precisa que el Departamento de Estado americano ha dado más de seis mil millones de dólares (setenta y cinco mil millones de pesos me­xicanos) en ayuda directa a los regímenes comunistas. Por eso comen­ta que todas las dictaduras rojas podrían llevar el sello de "Made in U. S. A."

Muchos estadistas no son estúpidos como a veces se juzga por los daños que causan a los países occidentales. Por el contrario, son ex­tremadamente inteligentes, sólo que su propósito no es ayudar a Oc­cidente, sino hundirlo.


Aunque es, pues, un hecho que el judaísmo político tiene profunda influencia en el mundo no comunista, TODAVÍA NO LOGRA UN DOMINIO ABSOLUTO.

Por tanto necesita contemporizar, engañar ya veces satisfacer a otras fuerzas políticas no judías. Con frecuen­cia se impone en decisiones importantes, pero aún se encuentra lejos de avasallar íntegramente a los pueblos occidentales como lo hace el judaísmo marxista con los pueblos orientales.

Durante 1949-1950 ocurrió en Estados Unidos una vigorosa reac­ción de las fuerzas auténticamente enemigas del marxismo. Entonces los traidores tuvieron que ceder terreno, hacer concesiones y volverse más cautos, pero de ninguna manera fueron vencidos. A partir de 1956 volvieron a lograr considerables avances y en 1959 los ministros soviéticos Anastas Mikoyan (judío armenio) y Kozlov, pudieron reali­zar giras de propaganda en Estados Unidos, utilizar la radio y la tele­visión y anunciar el futuro triunfo del marxismo.

Mikoyan fue pública­mente agasajado por los magnates israelitas de Wall Street, ante el azoro de quienes aún no comprenden que el supercapitalismo judío y el comunismo israelita son la misma cosa, con la diferencia de que en el Estado comunista los jefes hebreos controlan —ya sin excepción y sin límites—- todos los capitales y todos los recursos económicos.

Ante los agasajos dispensados a Mikoyan, el cardenal Richard Cush-ing declaró en Boston (enero 11 de 1959) que era una vergüenza re­cibir festivamente a "ese servidor sangriento de los crímenes de Stalin y de Krushchev mientras se vuelve la espalda a los pueblos esclavi­zados por ellos". Poco después el propio Krushchev fue recibido en triunfo por Eisenhower y Rockefeller.

Y para arrullar en su ensueño al Occidente, viajan también el Con­junto de Danzas y Canciones Soviéticas, del judío Moiseev, y el Ballet Bolshoy, del judío Messerer, que por cierto despierta apasionados elo­gios con plagios artísticos de rumanos, húngaros y polacos.

Desde 1962 hay una renovada acción de los movimientos patrio­tas americanos, con fuertes grupos del Pentágono (fuerzas armadas), del Senado, de la Cámara de Representantes y de la opinión pública en general, pero aún no logran sobreponerse a la vasta red de orga­nizaciones de traidores, que son numerosísimas. Tan sólo de judíos hay seis mil agrupaciones, unas secretas y otras no, que se infiltran en todas las actividades.

Por ejemplo, la Asociación Nacional Para el Progreso de los Hom­bros de Color es dirigida por los judíos Arthur Springarn, Jack Greem-berg y Kevie Kaplan, ayudados por Maslow, del American Jewish Cohgress, por Edwin Lukas, del American Jewish Commitee, y por sus congéneres los escritores Walter Winchell, Michael Gold, Waldo Franck, David Gilson, Albert Harper, Robert Nathan y otros muchos. No obstante que en el barrio neoyorkino de Harlem los negros tienen un alto ingreso económico y gozan de toda clase de garantías, el líder Leví Laub ha venido agitándolos y lanzándolos a cometer tropelías. El grupo del extinto "Malcolm X" pretende abiertamente que se cons­tituya un Estado Negro quitándole territorio a Estados Unidos.

Toda esa gente ha venido agitando con la "fusión racial" porque ha visto en los 22 millones de negros residentes en Estados Unidos un magnífico instrumento perturbador, y han contado con la ayuda de Earl Warren, presidente de la Suprema Corte de Justicia, quien jun­to con el periodista americano-judío Drew Pearson fue a pasar vaca­ciones con Krushchev a un castillo de Gagra.

Los motines prefabricados de negros alcanzaron en 1966 propor­ciones sin precedentes. En Chicago hubo noches de terrorismo, con saqueos y francotiradores, como en guerra de salvajes. El senador Frank J. Lausche señaló que eso era "obra de una conspiración dirigida por expertos". En Cleveland, Ohio, llegaron a ocasionar 161 incendios. En Los Angeles saquearon comercios, atacaron a hombres y mujeres y llegaron a destruir tramos de la red de agua y drenaje.

Bajo el disfraz de "lucha por la fusión racial" hay móviles políticos de la conspiración internacional. Por eso el contralmirante americano John G. Crommelin dice: "El objetivo final de la conspiración judío-comunista es usar su control mundial del dinero para destruir la cristiandad y levantar un gobierno mundial en la ONU... y eli­minar todas las distinciones raciales excepto la llamada raza ju­día, que se convertirá entonces en la raza dominadora con asien­to en Israel y en la ONU, en Nueva York". (1)

(1)"Common Sense", 15 de Nov. de 1962. (En el Consejo de Seguridad de la ONU han figurado los eminentes comunistas Arkady A. Sobolev,
Constantine E. Zinchenko, Ilya E. Tchenychev, Dragin Protich. Antoly F. }ohnjn, Georgy P. Arkadev, Eugeny D. Kiselev, Vladimir P. Suslov y otros).

(El caso de los negros en Estados Unidos seguirá siendo explotado porque al amparo de esa causa se quiere dar poderes dictatoriales al grupo procomunista. Además, ya empiezan a ser organizados grupos de mexicanos residentes en Norteamérica para moverlos con fines po­líticos perturbadores).

El marxismo se infiltra en todos los sectores y se disfraza con las más diversas caretas. En Estados Unidos ha penetrado hasta en la Suprema Corte de Justicia, cuyo Presidente Earl Warren (discípulo del rabino Finkelstein y con título de la Universidad del Judaísmo) ha Frustrado diversas acciones contra el comunismo, algunas emprendi­das por agencias de seguridad interna como el FBI. El 6 de ¡unió de 1961, no obstante el voto en contra de Earl Warren, la Suprema Cor­te dictaminó que la actividad comunista era un delito de subversión :contra la sociedad, pero el magistrado judío Félix Frankfurter ma-liobró rápidamente y logró un edicto especial postergando el cum­plimiento de ese dictamen. Por su parte, el grupo de Warren —tan reacio a frenar la conjura marxista— lograba un acuerdo para prohi­bir que se invoque a Dios en las escuelas. El ex presidente Hoover comentó que este fallo representaba "la desintegración de una sa­grada herencia americana".

En las finanzas también es considerable la penetración hebrea, pues el Banco Central de Estados Unidos, o sea el Federal Reserve Bank, se apoya en las finanzas judías, tales como el gigantesco grupo bancario de Khun Loeb and Co., que dispone directamente de 112 bancos e indirectamente de otros muchos. Secundan esa influencia varios organismos judíos particulares, como la Fundación Rockefeller, que hasta se hallan exentos de impuestos en sus grandes especulaciones. El reporte Allen-Scott reveló que en la baja de valores de 1963 las inversiones privadas vieron reducidas sus acciones en diez mil millones de dólares, en tanto que los Rockefeller ganaron 47 millones.

La masonería es otra base formidable del movimiento político ju­dío. Algunas de las organizaciones masónicas más conocidas en Es­tados Unidos son la B'nai B'rith, con 330 logias; los Hijos Libres de Benjamín, con 192; la Berith Abraham, con 760, y la I. O Berith Sholom, con 371. La lista completa ocuparía diez páginas.

Igualmente vasta es la penetración en la prensa. La Cadena "Hearst" dispone de 17 periódicos con 8 millones de ejemplares diarios y 15 revistas; fue fundada por el judío Mauricius de Hirsch y ahora está en manos del judío Richard E. Berlín, disfrazado de católico. "New York Times", del israelita Oachs, es manejado por el procomunista Alden Whitman. "New York World", del judío Joseph Pulitzer, "Wash­ington Post" y la revista "Newsweek", del judío Eugene Meyer, y ju­díos son también los monopolios de la información cablegráfica inter­nacional.

Uno de los casos más notables de infiltración en la prensa norte­americana es el de la acreditada revista "U. S. News & World Report", que durante muchos años ha defendido las mejores causas y que ahora comienza a servir discretamente a la DESINFORMACION procomunista, debido a la creciente influencia de su editor judío Da­vid Lawrence. (La fórmula de la conjura es controlar la acción marxis­ta y la reacción antimarxista).
En las grandes redes de televisión opera Irving Kahn y en las de radio David Sarnoff y William Paley.

En el cine norteamericano, la Metro Goldwyn Mayer es obra del judío Marcus Loew, ahora en manos del judío Samuel Goldwyn. La "Universal Film" es del judío Julio Baruch, conocido bajo el seudó­nimo de Cari Laemmie. La "United Artist" es obra del judío Hiram Abrams.- La "Warner Bros", obra de los hermanos Warner, polaco-judíos, a la vez controla 530 cines americanos y 35 centrales de dis­tribución de películas.

Sólo la "20th Century" y la "R. K. O." esca­pan actualmente al control total de ese bloque, que también está in­tegrado por cientos de artistas, argumentistas y directores de cine. Entre los actores más conocidos figuran los israelitas: Edward G. Ro-binson, Chaplin, Kirk Douglas, Paulette Goddard, Liberace, Tony Mar­tin, Jerry Lewis, Peter Lorre, Tony Curtís, Danny Kaye y otros cientos. Entre los argumentistas, John Howard, Arthur Miller, Lester Colle y Albert Maltz. Entre los directores, Ella Kazan, Joseph Sternberg, Da­vid SelznicK Walter Wagner, MIchael Curtis, Joseph Pasternak, Ernest Lubistch, Cari Leammie, Alexander Korda, William Fox y otros muchísimos, igualmente prosoviéticos. Así se explica que todavía en 1966 estemos viendo frecuentemente películas contra los alemanes, venci­dos hace 21 años, y NI UNA SOLA contra los crímenes comunistas que OCURREN ACTUALMENTE.

Últimamente han aumentado las películas que atacan o ridiculizan a los militares nacionalistas y a los sacerdotes. Nada, en cambio, que afecte al avance marxista. Invariablemente son magnates hebreos los que patrocinan esas producciones.

Igual influencia se halla detrás de la creciente producción de "lite­ratura" pornográfica, con poderosas editoriales en Nueva York y Ca­lifornia. Los impulsores de esta "cruzada" son Samuel Roth, Abraham Rubín, Edward Mischkin, Abraham Golberg, Ralph Ginzburg y otros congéneres suyos. La policía de Nueva York trató de frenar esa pro­paganda, pero se movieron poderosas influencias y ésta siguió ade­lante. El senador Thomas J. Dodd denunció que estaba causándose grave daño a la juventud y que no se castigaba a los culpables. La fuerza de esos magnates se hizo sensible también en México, donde la ley sobre la materia quedó sin aplicación y se permitió la circulación de la pornografía.

Las mismas manos se hicieron visibles en la campaña internacional para reducir la natalidad en Occidente mediante las pildoras orales, de consecuencias aun no determinadas. La ONU encabeza esta cam­paña, financiada por las Fundaciones Ford y Rockefeller y por otros magnates "supercapitalistas". El Arzobispo Héctor Enrique Santos, de Tegucigalpa, Honduras, denunció esa "intervención bárbara" que "no respeta ni lo que Dios manda ni lo que exige la persona humana". (En el bloque comunista la natalidad es propiciada, tal como si se planeara que en 18 años más la balanza demográfica-militar se incline en favor del comunismo).

Y nada tendría de particular que banca, radio, televisión, prensa y cine estuvieran en manos de judíos; lo grave es que estos gigan­tescos recursos de orientación pública estén trabajando unidos al mo­vimiento político internacional que mina a Occidente y que ayuda al marxismo.

La ingeniosidad del judío confiere al marxismo una aptitud única para convertir en instrumentos suyos los medios más insospechados, -os jefes soviéticos y sus cómplices en Occidente tejen tal maraña je hipocresías que todo aquel que pretenda entender la política in­ternacional siguiéndola a través de las declaraciones de unos y otros, >e engaña redondamente. Una buena guía es atender a los hechos y 10 a las palabras. Además el marxismo está siempre produciendo no­vedosos sofismas para sorprender a la opinión pública, tales como el je la "coexistencia", los "sacerdotes de la paz", las "iglesias nacionales", los comunismos "independientes", el "desarme", el "progre­sismo" y las "democracias-populares".

En su lucha contra la religión el marxismo emplea gran variedad de trampas. El 3 de noviembre de 1949 el Vaticano reveló que la URSS tenía "seminarios" para formar falsos sacerdotes católicos, con es­tudios de latín, filosofía, teología, etc., cuya misión era confundir a los católicos y defender las "iglesias nacionales".

Monseñor Fulton Sheen, obispo auxiliar de Nueva York, precisó que ya había mil de esos "sacerdotes" infiltrados en Occidente con el disfraz de exiliados de países comunistas. "Actuando al servicio de la Kominform —dijo— estos falsos sacerdotes han aprendido decir misa y son capaces de sostener discusiones teológicas de un nivel elevado". (1)

(1) Para que El Reine.—Jean Ousset.

Tales clérigos pueden acomodarse y ascender en los países comu-nizados. Por ejemplo, el régimen de Checoslovaquia establece que las vacantes en el Clero deben ser cubiertas con los sacerdotes que el propio régimen proponga.


Lo anterior es uno de los muchos recursos con los cuales se pre­tende anular los efectos del decreto que el Santo Oficio dictó (13 de julio de 1949) disponiendo la excomunión mayor de todo católico que ayude al comunismo.

En Hungría y en China se dio el caso de que numerosos sacerdo­tes de buena fe fueran atraídos al marxismo mediante el Comité Na­cional de Paz de Sacerdotes Católicos, por lo cual el Vaticano con­denó ese organismo y amenazó de excomunión a 500 párrocos que se disponían a colaborar con los rojos disfrazados (1° de abril de 1957). Infiltrar las instituciones religiosas es una de las metas más preciadas por el marxismo y para lograrlo ha venido preparando jóvenes, fa­natizados con la divisa de "acercarse al enemigo para suprimir al ene­migo", "aplastar al enemigo sirviéndose del enemigo mismo". En los partidos demócratas-cristianos ya lo han hecho con bastante éxito, pero además aspiran a hacerlo en grande escala en la propia Iglesia.

Se trata de una verdadera guerra sicológica en que se utilizan en­gañifas como si fueran proyectiles, y hay artificios de diversos cali­bres adecuados para cada mente. Es una invasión invisible para do­blegar voluntades. En uno de sus aspectos esta propaganda tiende a producir generaciones cuyos reflejos morales se habitúen lentamen­te a considerar el marxismo como un producto lógico del progreso, no como una conjura que se vale de la técnica y la ciencia para sus fines de dominio mundial.


Una de las más recientes armas de este arsenal de la guerra sico­lógica es la "DESINFORMACION", consistente en propalar informes sutilmente elaborados para confundir y desorientar a los no comunistas. Por ejemplo, cuando Stalin rompió con el judaísmo, el caudillo "Tito" de Yugoslavia se enfrentó a la URSS y fue aplaudido en Oc­cidente como un adalid de la libertad. En realidad sólo estaba de­fendiendo al alto mando judío comunista que peligraba en la URSS. (1)

(1) "Tito" ha recibido de Truman, Eisenhower y Kennedy 2,500 millones de dólares, muchísimo más que varios países no comunistas y aliados de Occidente, como España o Portugal.

La "Desinformación" ensalzó también al Primer Ministro polaco, Gomulka, como libertador de Polonia, pero la rebelión de Posen y la consiguiente matanza de polacos anticomunistas echó por tierra esa falsedad y confirmó que el país seguía siendo una colonia del marxismo.


La campaña desinformadora ha planeado ir presentando como des­equilibrados mentales a los principales opositores al marxismo y has­ta piensa crear un sanatorio especial para recluirlos. El primer paso se dio en Estados Unidos al someter al general Walker 5 un examen siquiátrico, después de sus duras críticas contra los procomunistas in­filtrados en el gobierno.

El caso de Boris Pasternak también fue típico de la desinformación, pues para difundir sus libros por todo el mundo las agencias informa­tivas marxistas lo presentaron como un ruso perseguido por el comu­nismo, y en realidad Pasternak era un judío que vivía desahogada­mente en su casa de campo cerca de Moscú.

Otra maniobra desinformadora es la creación del falso Partido Na­zi Americano, del ex militante comunista George Lincoln Rockwell, y o'el igualmente falso Partido Nazi Inglés de Colin Jordán. Ambos gru­pos sirven de coartada para la "libertad democrática" que se conce­de a la proliferación de las agrupaciones subversivas comunistas. Y a la vez realizan tareas de desprestigio contra los sectores derechistas.

Según otro de los sofismas de la "desinformación", las democra­cias no afrontan decididamente al comunismo y siguen perdiendo te­rreno porque sus grandes masas de población sufren problemas eco­nómicos. Si esto fuera verdad, mil veces más terreno hubiera perdido el imperio comunista, dada la infinitamente mayor pobreza de sus súbditos.

La segunda parte de ese sofisma asegura que si las democracias, quieren combatir al comunismo necesitan elevar antes el nivel de vida de sus pueblos. Independientemente de que esto sea bueno, la fórmula tiene mucho de capcioso porque tardaría tantos años en rea­lizarse que entretanto el comunismo ganaría enorme ventaja. A nadie se le ocurrió en el Kremlin que para doblegar a los polacos, a los hún­garos, a los tibetanos, etc., primero se elevara el nivel de vida de la URSS. Los pueblos no combaten por negocio, sino movidos por idea­les o engañados por el odio.

Estados Unidos tiene el más alto nivel de vida de todo el mundo y no por eso se encuentra a salvo del veneno comunista, supuesto que éste no brota de las masas, sino que desciende de la conspiración de altos círculos gubernamentales, económicos, propagandísticos e in­telectuales. (1)

(1) En 1917 el rabino Jules Magnes creó la primera célula comunista en Estados Unidos, llamada Consejo del Pueblo.

Dejar a las masas occidentales en el vacío ideológico actual (con el pretexto de que se estudian planes para su mejoramiento econó­mico) es una ingeniosa forma de cederlas al avance marxista. Las fórmulas seudocientíficas como móviles populares son un fiasco. A las masas se les mueve con sentimientos; así lo han hecho la demo­cracia (cuando la democracia fue activa), el fascismo, el mahome­tismo, el confucianismo y todas las demás doctrinas que han arras­trado pueblos.

Por eso la "desinformación" marxista se empeña en esterilizar los sentimientos de lucha de los pueblos occidentales, porque en esa for­ma los paraliza ante los avances de la "revolución mundial". Y en esa tarea es eficazmente ayudada por sus cómplices de Occidente, que han hecho del anticomunismo oficial un movimiento hipócrita, mañoso, calculadamente inefectivo. Esto se ha practicado en los úl­timos 21 años.

En cuanto al anticomunismo de aislados sectores privados, care­ce de estímulo oficial, de apoyo económico y de organización. Ade­más, su temor a ir al fondo del problema mantiene a sus pocos pro­sélitos en las tinieblas de la desorientación, pues al prescindir del fac­tor político judío vagan ciegos y sin rumbo entre una confusión de fe­nómenos internacionales al parecer incomprensibles.

El verdadero problema, el impulso primario del malestar interna­cional, reside en el movimiento político judío que mueve a la URSS y que traiciona a Occidente. Lo demás es perder el tiempo.

Mentira que el comunismo sea una doctrina nueva y vigorosa que avanza incontenible a pesar de la oposición. Donde hay resistencia auténtica jamás avanza. Pese a sus espectaculares progresos en Ale­mania, Italia y España durante el tercer decenio del siglo, fue luego abatido en cuanto se le cortó el apoyo masónico oficial.

Si en numerosos países el bolchevismo perdura, es sólo por la fuer­za abrumadora de sus armas y del terror, no por la adhesión de las masas. En cualquier coyuntura el pueblo lo hace añicos, como en los levantamientos de Berlín Oriental, de Posen, de Hungría y del Tibet. En Francia casi se le hizo rodar por el suelo en 1958 cuando la insu­rrección militar quebrantó la traición gubernamental de los Mendes-France y los Pflimlin. Y pese a la educación engañosa, a la "ingeniería social" y a la abrumadora matanza de oponentes y sospechosos, en la URSS todavía ocurren periódicamente temerarios levantamientos populares, como el habido en Tiflis en marzo de 1956, como el de los estudiantes de Temir Tau en octubre de 1959, el de Novocherkask en ¡unió de 1962 y el de Quemerovo, en Siberia Central, en noviem­bre de! mismo año, sólo que el monopolio informativo les ha puesto silenciador.

El marxismo no avanza en los países donde el gobierno no ha en­trado en componendas con él o donde los núcleos judío-marxistas no tienen suficiente fuerza para imponer su conjura. En cambio, prospe­ra con ribetes de heroísmo donde se le presenta una resistencia fic­ticia, convencional, amañada, mientras por debajo del agua se le ayu­da económica y políticamente.

Y una cosa es clara: mientras la influencia del movimiento judío en Estados Unidos siga siendo tan decisiva como ahora, no podrá ha­ber ninguna verdadera y eficaz acción oficial anticomunista. Es igno­rar completamente el fondo del problema, es absurdo, insensato e ilusorio, esperar que la camarilla israelita de Occidente combata por los pueblos no judíos contra la camarilla israelita de Moscú. Las dos buscan, únicamente, la hegemonía del "pueblo elegido".

Occidente no puede tener una auténtica política occidentalista mientras su política no esté íntegramente en manos de los propios occidentales. El judío nace y vive en cualquier punto del planeta, pero no deja de ser judío.
¡Sus 5,726 años de historia lo atestiguan!

LOS DERECHOS
DEL PUEBLO JUDIO


No le negamos al pueblo judío el derecho a sobrevivir sin mezclar su sangre con los demás pueblos, ni el derecho que tiene a practicar su religión mosaica, por la que muchos judíos no se preocupan en lo personal; pero afirmamos que a lo que no tienen derecho sus di­rigentes es a seguir ejerciendo una actividad netamente política que tiende al dominio mundial mediante la implantación del Comunismo, que es el supercapitalismo de Estado manejado por ellos.

La raza y la religión judías merecen todo nuestro respeto, y nos adhe­rimos de corazón a las decisiones del Concilio Vaticano II en este pun­to; pero en el terreno político —que naturalmente no tocó dicho Con­cilio— no tiene derecho el oculto grupo de dirigentes judíos internacio­nales a tratar de esclavizar en primer término a su propio pueblo y en segundo lugar a rodos los demás pueblos de la tierra.

Con San Pablo esperamos ansiosos la conversión de la gran masa del pueblo judío, y estamos ciertos de que la gran profecía se cumplirá, pero mientras tanto debemos defendernos, en el terreno estrictamente político —y sin incurrir jamás en los errores del anti-semitismo—, de la cruel persecución de quienes por ahora no buscan mas que el absoluto dominio universal. Por otra parte, la conversión —quizá muy lejana aún— de la masa del pueblo judío, no significa, mientras no llegue el día del Juicio Final, la cesación de la lucha de la Ciudad de Satán con­tra la Ciudad de Dios, del materialismo contra el Cristianismo.

ANTE EL ABISMO

Desde que la luz del entendimiento abrió horizontes a los destinos del hombre, un anhelo de justicia ha cintilado en lo más profundo de su ser. A través de milenios esa llama ha sido barrida por el vendaval, pero no extinguida.


En el siglo pasado un movimiento político judío —que dos mil años antes había sido ya desahuciado de su ambición de hegemonía mun­dial— tomó como punto de apoyo ese anhelo insatisfecho de justicia social. Lo tomó como apoyo, como coraza, como instrumento, como engañoso estandarte, pero no como meta de un ideal. Ese movimien­to político se llamó marxismo, comunismo, bolchevismo... Sus enga­ñosos fulgores atraen grupos desvalidos, mas no para reconfortarlos, sino para usarlos como instrumento. Y los primeros mendrugos que se arrojan a esas masas no son el principio de un banquete, sino el cebo de una trampa.

La palanca de la inteligente conjura se apoyó en las insatisfechas necesidades de los pueblos y en esta forma les agravó su desventura. A su calidad de proletarios se añade ahora la de ciegos combatientes por un poder ajeno. Así nació el bolchevismo en Rusia, y así se pla­neó su extensión al mundo entero, es decir, su internacionalización. Mediante la "revolución mundial" abrumadoras multitudes quedan un­cidas a un mismo amo y a una misma causa, oculta por ahora.


Y como reacción contra ese movimiento político israelita —no con­tra el anhelo de justicia social— surgió en 1920 el movimiento na­cionalsocialista. En otras, palabras, socialismo nacional, justicia social dentro de los límites de, cada nación; con bandera, costumbres, tra­diciones y fronteras propias, sin un amo internacional, sin una con­signa mundial', sin móviles de venganza anticristiana.


La trayectoria de esos dos movimientos hasta su choque armado en la pasada guerra, se sintetiza así:

I°—MARXISMO ISRAELITA.—La revolución bolchevique, adueñán­dose del poder en Rusia después de 69 años de lucha, representa ya en 1917 el primer triunfo de toda una conjura con fines de hegemonía mundial y de magno desquite del fanatismo hebreo. Carente de fuerza numérica, el movimiento político judío creó el marxismo como un instrumento para aumentar su fuerza, así como el hombre se vale de la palanca para decuplicar la energía de su brazo.

Judío fue Marx, que concibió la engañosa doctrina; judío Engels, que la alentó; judíos Lenin, Kamenev, Trotsky y otros mu­chos que la impusieron sangrientamente al pueblo cristiano de la Rusia zarista; judíos Jacobo Schiff, Jacobo Furth, Luis Marshall, Adolfo Kraus y Enrique Goldfogle, que en Washington coaccio­naron al Presidente taft para debilitar políticamente al Zar de Rusia; judíos los banqueros Kuhn Loeb, Félix Warburg, Otto Kahn, Mortimer Schiff, Olef Asxhberg y Rockefeller, que desde Nueva York ayudaron económicamente a los marxistas soviéticos; judíos Félix Frankfurter, Harry Hopkins, Bernard Baruch, Samuel Untermeyer, Morgenthau y otros muchos que rodearon a Roosevelt y lograron que el pueblo norteamericano fuera lanzado a una gue­rra ajena en defensa del bolchevismo soviético; judíos los espías Pontecorvo, Fuchs, Greenglass, Gold, Judith Copien y Julius Rosemberg, que durante el régimen de Truman entregaron secre­tos atómicos a la URSS; y judíos, por último, los que aún ahora están adormeciendo a todo el Occidente con la falsa impresión de que sin hacer nada puede salvar el abismo que de pronto ha visto a sus pies.

2'—NACIONALISMO.—Las medidas coercitivas de los zares contra la agitación política judía, y la advertencia de Federico Nietzsche en 1886 (de que la astucia disimulada del hebreo y el primiti­vismo del ruso serían los factores de la gran lucha del siglo XX por el dominio del mundo), representan ya los primeros síntomas de un nacionalismo que se sentía amenazado por el fino enervante del internacionalismo hebreo.


La alarma de los oficiales prusianos contra el bolchevismo en 1918 y la comisión al cabo Hitler para vigilar los progresos de esa exótica doctrina en Alemania, representan a su vez el pri­mer paso del nacionalsocialismo, cuya esencia radica en exaltar los valores de la raza y de la patria, en lucha a muerte con la internacionalización propiciada por el marxismo.


Cuando en 1919 nació el Partido Obrero Alemán, Hitler habló de la necesidad de liquidar las querellas con Inglaterra y Fran­cia, es decir, con Occidente, y de marchar contra la sede del bolchevismo judío entronizado en la URSS.

Esa trayectoria se mantuvo siempre categórica y clara; cuando en 1920 Hitler marchó al frente de su Partido; cuando en 1923 escribió "Mi Lucha" en la prisión; cuando en 1933 asumió par­cialmente el Poder; cuando en 1935 se convirtió en el ¡efe abso­luto de Alemania; cuando en 1939 quiso negociar para abrirse paso a través de 60 kilómetros de Polonia y montar la ofensiva antibolchevique; cuando en octubre de ese mismo año tendió su mano a Inglaterra y a Francia; cuando vencida Francia en 1940 volvió a tenderla a ambos países; cuando a principios de 1941 se disponía a lanzarse contra la URSS, y en otras mil ocasiones, hasta llegar a su dramático fin de la Cancillería de Berlín, donde lo que restaba de sus cañones apuntaba hacia el Ejército Rojo y no hacia el Occidente.


La historia de la segunda guerra mundial es la historia del nacio­nalsocialismo de Hitler luchando por abatir al marxismo judío, mien­tras el judaísmo internacional luchaba por salvarlo. A este término sencillo se reduce el conflicto de 1939-45.


En esa contienda lo mismo perdió Alemania —que era la fuerza antibolchevique— que todos los pueblos occidentales lanzados en con­tra de ella como instrumento del movimiento político judío. La guerra no era de estos pueblos y por tanto la victoria tampoco.

Es significativo que la contienda se iniciara con el pretexto de Polonia, cuando el ejército alemán se hallaba ya en la antesala de su lucha contra la URSS. Era ése el último momento para arrastrar al Occidente a la guerra, porque una vez iniciado el choque germano-soviético sería imposible conseguir que los pueblos inglés, francés y norteamericano acudieran a salvar al bolchevismo. Por esto se em­pujó a esos pueblos a la guerra antes de la ofensiva alemana anti­marxista y se les dio a Polonia como bandera. Pero Polonia nada im­portaba. Seis años más tarde toda entera fue entregada al bolche­vismo. Y ¡unto con ella 12 países más fueron cedidos a la URSS, con un total de 697 millones de seres y 16 millones de kilómetros cua­drados.


Ese salvamento del marxismo israelita —disfrazado como la defen­sa de la Democracia y la Libertad— fue el engaño colosal sobre el cual se fraguó la derrota que ahora padece el Mundo Occidental.

Los millones de soldados aliados muertos en la guerra no supieron jamás que luchaban por eso. Se les dio una bandera y se les señaló un camino, y creyeron marchar hacia la cumbre siendo que en rea­lidad iban hacia el abismo.

Esta es la historia de la Segunda Guerra.
Esta es la historia de la Derrota Mundial.

Mutilado el Mundo Occidental en Europa; habiendo perdido 697 millones de habitantes que se movían en su órbita y que ahora han engrosado el potencial del bolchevismo, su más grande debilidad no es, sin embargo, sus bajas materiales, sino su debilidad interna. Una debilidad particularmente nutrida por su ceguera. Quienes lo explo­tan y lo manipulan a su arbitrio se empeñan en mantenerlo ciego.

Un pueblo o una coalición de pueblos que mantengan su espíritu firme y alerta, es invencible. Ni siquiera la superioridad numérica, ni siquiera la ventaja de armas y ni siquiera la derrota militar pue­den abatirlos. Lo nuclear en la vida de los pueblos es el espíritu, la voluntad de los hombres que los integran. Lo peor no es que el enemigo sea fuerte, sino que uno se debilite en creciente pérdida de va­lores morales. Y desgraciadamente este es ahora el caso del Mundo Occidental, que va reblandeciéndose cada día más.

El movimiento político judío es un ejemplo viviente de que no hay desventaja material imposible de ser superada y de que la derrota que no rompe el espíritu es sólo una peripecia transitoria. Destrozado el perfil geográfico de su Patria física; privado de tierras y de bie­nes materiales; esparcido hacia los cuatro puntos cardinales, el judaísmo conservó, sin embargo, invicta su voluntad e íntegra su fe. Y de pueblo huésped, sujeto al menosprecio de todos, fue convirtién­dose paulatinamente en amo de sus anfitriones.


El pueblo ruso tuvo la debilidad de no identificar a sus enemigos ocultos bajo las luminosas promesas de la comunidad de bienes, la igualdad de clases y el reparto de tierras, y desde entonces vive sin ser dueño ni de su cuerpo n! de su alma.

Los pueblos occidentales tampoco están reconociendo a sus ami­gos ni a sus enemigos; combaten a los primeros y ensalzan a los se­gundos. La derrota de Alemania fue la de toda una época; la de toda una civilización. Al contribuir a aniquilar al Ejército Alemán, Occi­dente se mutiló a sí mismo y se privó del arma más eficaz que hasta ahora ha surgido contra el bolchevismo. Mas al inmolarse en el com­bate y trasponer los arcos irreversibles de la historia, ese ejército dejó un ejemplo de cómo pueden alcanzarse las más altas cumbres del esfuerzo humano cuando se lucha por un ideal.


Los países occidentales no disponen ahora de las 200 divisiones que Hitler acaudilló en la URSS, ni del espíritu de categórica deter­minación y de incondicional sacrificio que las alentó en su lucha.

Ahora Occidente tiene una parte creciente de sus enemigos en casa y otra fuera. El enemigo interior es el más peligroso porque lo traiciona, le enturbia sus valores morales y lo va cargando de lacras inherentes al SUPERCAPITALISMO que le va imponiendo.


Supercapitalismo israelita en casa (en la forma de monopolios y estatismo) y marxismo israelita fuera, son dos manifestaciones de UN MISMO enemigo. Dos extremos de UN MISMO movimiento político anhelante de la hegemonía mundial.


Ese enemigo ÚNICO, de dos caras, es el que ha impuesto en Oc­cidente la fórmula de hablar alharaquientamente en contra del co­munismo y actuar discretamente a favor de él.


La dominación material es transitoria, por dura que parezca. Desde Ciro hasta Napoleón así se ha demostrado en la historia. Mil veces más temible es la subyugación de las mentes. Para lograrla, el judaísmo político ha venido corroyendo y desmoralizando la voluntad do los pueblos. Es evidente que espera lograr en el Mundo Occi­dental un desplome interior, o bien, una devastadora guerra que mediante el instrumento de! marxismo dé el triunfo universal al pueblo elegido. (1)

(1) Hay indicios de un parcial desacuerdo entre los líderes políticos judíos de Oriente y los de Occidente. Al parecer los primeros quieren que perdure el mando secreto que ha dirigido a la Diáspora, y muchos de los segundos se inclinan por un gobierno público mundial sionista, con un rey judío a la cabeza.

A la luz de estos hechos la situación es clara: mientras Occidente no se libre de la influencia hebrea —que a través de diversos con­ductos, como el de la masonería, le desvía sus pasos y le alienta su cómoda disipación ante el peligro—, no desenvolverá su pasión na­cionalista y sus impulsos místicos, que son los veneros de donde puede extraer las fuerzas espirituales para su defensa.


Esa influencia del movimiento político judío es portentosa y te­mible. Ha hecho alianza con las tinieblas y cundiendo siempre por secretos cauces erige a su alrededor barreras de silencio, más tiene un talón de Aquiles: teme tanto a la luz del Sol como el diabólico Drácula. Las fuerzas no judías son incomparablemente más podero­sas, sólo que aún no tienen conciencia de su Destino común ni del peligro que las acecha. En cuanto los pueblos identifiquen a su ene­migo y lo saquen de las tinieblas para verle la cara, se deshará como ceniza al contacto del viento y se disipará como telaraña bajo los ra­yos del sol.

Pero mientras eso no ocurra, la mortal incógnita seguirá planteada en el cielo del Porvenir. Henry Ford la leyó a su modo, en 1920, y la describió así:

"El futuro autócrata será un rey judío sentado en el trono de David; en este detalle coinciden las profecías antiguas y los pro­gramas de hegemonía mundial israelita,.. A veces se pregunta por la veracidad de los Protocolos de Sión. Cada fase de la historia moderna los confirma".

Y tres años más tarde, en 1923, Hitler escribió:

"Es evidente que el mundo de hoy va camino de una gran revolución. Y todo se reduce al interrogante de si ella resultará en bien de la humanidad o en provecho del judío errante".


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"Vendidos y Traicionados".—Lothar Van Greelen.
Más compilación seleccionada de 29,835 ejemplares de periódicos, en que aparecieron de­claraciones de funcionarios, militares y peritos acerca de la guerra y la política inter­nacional.

ÍNDICE


PROLOGO A LA 2a. EDICIÓN ......................... 5

INTRODUCCIÓN ..................................... 7

I.—AURORA ROJA ...................... (1848-1919) 11

II.—HITLER HACIA EL ORIENTE ............ (1919-1936) 41

III.—OCCIDENTE SE INTERPONE ............ (1933-1939) 66

IV.—LA GUERRA QUE HITLER NO QUERÍA (1939-1940) 119

V.—DE NUEVO HACIA EL ORIENTE ....... (1940-1941) 188

VI.—LA GUERRA QUE HITLER SI QUERÍA .. ( 1941) 233

VI.—SALVANDO AL BOLCHEVISMO ........ (1941-1942) 294

VIII.—OSCILACIÓN DE LA VICTORIA ....... (1943 ) 381

IX.—LAS MAS ALTAS CUMBRES DEL ES­FUERZO HUMANO (1944) 449

X.—EL FIN DE HITLER ..................... (1945) 522

XI.—DERROTA MUNDIAL .................. (1945-1965) 601

BIBLIOGRAFÍA ....................................... 709

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