domingo, 14 de septiembre de 2008

Capítulo II

CAPITULO II

Hitler Hacia el Oriente
(1919- 1936)
Cambio de Rumbo para Alemania.
El Primer Partido Anticomunista.
Bautizo de Fuego del Nacionalsocialismo.
Djugashvili, el Hombre de Acero.
Hitler y Stalin Cara a Cara»
El Comunismo es derrotado en España.



CAMBIO DE RUMBO PARA ALEMANIA

Apoyándose en la agitación y en la pro-, disposición mística. de las masas rusas, _ en 1919 el marxismo ya había logrado derrocar el imperio de los zares y apoyándose en los obreros, ale­manes socialdemócratas y en el malestar provocado por la guerra ya había conseguido abatir la Casa Imperial de los Hohenzollern. Su plan de conquista —llamada por los propios marxistas revolución mun­dial— se había anotado dos triunfos importantes.

El cabo Hitler comenzó entonces a proclamar en improvisados mí­tines que Alemania debería zanjar definitivamente sus querellas con Inglaterra y Francia (es decir, con el Mundo Occidental), y encaminar todo su esfuerzo a aniquilar al comunismo. Veía en esta dictadura el peligro peor y más auténtico contra Alemania y Europa entera.

Así nació el pensamiento básico que determinó la doctrina polí­tica de Hitler, primero, y luego de Alemania toda. Hitler consideró al pueblo-ruso un conglomerado de. razas ignaras dominadas por la fuerza de un núcleo marxista-judío y convertidas en un instrumento para el dominio de otros pueblos. Y consideró que Alemania debería luchar contra la URSS en defensa propia. El crecimiento del Reich a costa del suelo soviético sería la compensación materia! de esa lucha.

El mismo año de 1919 llegó a creer que tal política contaría con el apoyo de las naciones occidentales, también amenazadas por la "revolución mundial" que anunciaban Lenin y los demás exegetas del marxismo. Desde entonces comenzaron, pues, a delimitarse los cam­pos de la nueva contienda. Hitler y sus partidarios se declaraban categóricamente enemigos del movimiento político judío representado en el Oriente por el marxismo, y a la vez se declaraban enemigos de las masas soviéticas, a las que consideraban ya como instrumento de aquel movimiento, carentes de voluntad y destino propios.

Es curioso observar que en 1886 Nietzsche había previsto en "Más Allá del Bien y del Mal"; "Alemania está indigesta de hebreos.Los hebreos son sin disputa la raza más tenaz y genuina que vive en Europa. Saben abrirse paso en las peores condiciones, quizámejor que en las condiciones favorables... Un pensador que me­dite sobre el porvenir de Europa deberá contar con los hebreos y con los rusos como los .factores más probables, y seguros enla gran lucha".

Y ambos factores, que iban a probar su eficacia en "la gran lucha", fueron precisamente los dos enemigos que desde 1919 escogió Adol­fo Hitler. Ya en 1912, siendo entonces acuarelista, consideraba que el problema del crecimiento de Alemania no debía resolverse res­tringiendo la natalidad, como lo proclamaba el médico israelita Magnus Hirschfeld; la colonización interior era sólo un calmante; y en cuanto a la colonización ultramarina, la juzgaba inconveniente porque daría lugar a choques con el Imperio Británico. Esto se hallaba en pugna con su idea básica de marchar contra la URSS y no contra Occidente. "En consecuencia—decía—, la única posibilidad hacia la rea­lización de una sana política territorial reside para Alemania en la adquisición de nuevas tierras en el Continente mismo... Y si esa adquisición quería hacerse en Europa, no podía ser en resumen sino a costa de Rusia. Por cierto que para una política de esa tendencia, había en Europa un solo aliado posible: Inglaterra". (I)

Posteriormente, al escribir la segunda parte de "Mi Lucha", Hitler entró en más pormenores respecto a su idea de frustrar la absorción marxista de Rusia y de que el crecimiento de Alemania se hiciera a costa de las vastas extensiones territoriales soviéticas.

"La pretensión —añadía— de restablecer las fronteras de 1914 constituye una insensatez política de proporciones y con­secuencias tales, que la revelan como un crimen.

"No debe olvidarse jamás que el judío internacional, sobera­no absoluto de la Rusia de hoy, no ve en Alemania un aliado posible, sino un Estado predestinado a la misma suerte política. Alemania constituye para el bolchevismo el gran objetivo de su lucha
(1) "Mi Lucha".-Adolfo Hitler.

Se requiere todo el valor de una idea nueva, encarnan­do una misión, para arrancar una vez más a nuestro pueblo de la estrangulación de esta serpiente internacional...

"Confieso francamente que ya en la época de la anteguerra, me habría parecido más conveniente que Alemania, renuncian­do a su insensata política colonial y, consiguientemente, al in­cremento de su flofa mercante y de guerra, hubiese pactado con Inglaterra en contra de Rusia y pasado así de su trivial polí­tica cosmopolita, a una política europea resuelta, de tendencia territorial en el continente".

EL PRIMER PARTIDO ANTICOMUNISTA

El ejército alemán —reducido a cien mil hombres por el Tratado de Versalles—, veía con creciente inquietud cómo proliferaba el marxismo. Aunque los militares no podían actuar en política, algunos jefes se esforzaban cuando menos por mantenerse al tanto de los planes de las organizaciones izquierdistas. Era natural que para ellos, que como, soldados se habían formado en el culto de la Patria, de la bandera y de la propia nacionalidad, resultaran particularmente repugnantes las doctrinas izquierdistas que consideraban la Patria co­mo un mito y la internacionalización del proletariado como la muerte del ideal nacionalista. Tan era así que muchos militares fueron como voluntarios en 1919 a combatirá los bolcheviques en Letonia y Lituania, hasta que las potencias aliadas hicieron presión sobre Alema­nia, para que prohibiera esas actividades. Nadie se explicó entonces esa medida que favorecía al comunismo soviético.

El cabo Adolfo Hitler fue comisionado en enero de 1919 para ob­servar las actividades de algunos nacientes "consejos de soldados", similares a los soviets de Rusia. Con el mismo fin visitó la asamblea del naciente Partido Obrero Alemán. Fue ése un instante pleno de futuro.

Propiamente el partido no existía más que en la mente de sus pro­yectistas Harrer y Antonio Drexler. Una escasa y heterogénea con­currencia escuchaba planes. Entre los oradores figuraba un profesor que abogaba por la desmembración de Alemania, de acuerdo con las ¡deas que había propalado el israelita Kurt Eisner, consistente en que Baviera debería desligarse de Prusia.

Olvidando su papel de neutro observador, Hitler pidió la palabra. Fue tan violento su discurso que el profesor abandonó la sala. Termi­nada la sesión, Hitler averiguó más detalles acerca del naciente par­tido. No había nada: "Ni un volante de propaganda; se carecía de tarjetas de identificación para los miembros del partido; por úl­timo, hasta de un pobre sello. En realidad, sólo se contaba con fe y buena voluntad. “Desde aquel momento —escribió Hitler— desapareció para mí todo motivo de hilaridad y tomé las cosas en serio".

Aunque desde el IO de noviembre de 1918, cuando decidió dedi­carse a la política, Hitler alentaba la idea de formar un partido y decía que era más fácil forjar algo nuevo que rectificar lo existente, accedió a ingresar al Partido Obrero Alemán como miembro núme­ro siete.

De acuerdo con sus seis compañeros procedió luego a redactar in­vitaciones en máquina, para buscar nuevos adeptos.

"Recuerdo todavía cómo yo mismo en aquel primer tiempo, distribuí un día personalmente, en las respectivas casas, ochenta de esas invitaciones, y recuerdo también cómo esperamos aque­lla noche la presencia de las masas populares que debían venir. Pero las masas no llegaron y la sesión se efectuó con Tos siete miembros de costumbre".

Mediante un aviso en el "Munchener Beobachter", más tarde lo­graron reunir 111 personas en el "Hofvrauhaus Keller", de Munich. Los partidarios aumentaban con exasperante lentitud. Entretanto, los organizadores se reunían en una cervecería a cambiar impresiones. Harrer era partidario de proceder con suma cautela y de que ciertos principios no fueran proclamados públicamente, sino difundidos en secreto, a fin de evitar inminentes represalias. Hitler se opuso rotundamente a esta política. "Todo hombre qué está enterado de una cosa —decía que se da cuenta de un peligro latente, y que ve la posibilidad de remediarlo, tiene necesariamente la obliga­ción de asumir en público una actitud franca en contra del mal, en lugar de concretarse a obrar silenciosamente".

Su punto de vista se impuso al siguiente año, en 1920; Harrer re­nunció como presidente y lo substituyó Drexler, y Hitler asumió el cargo de secretario de propaganda. Organizó luego el primer mitin, si bien con grandes temores de que resultara un fracaso. Poco antes de la hora fijada "mi corazón saltaba de alegría, pues el enorme local se hallaba materialmente repleto de gente en un número mayor a 2,000 personas".

Entre los asistentes había numerosos comunistas que al principio silbaban a los oradores: "Media hora después —dice Hitler refirién­dose a su propio discurso—, los aplausos comenzaron a impo­nerse a los gritos y exclamaciones airadas y, finalmente, cuando exponía los 22 puntos de nuestro programa, me hallaba frente a una sala atestada de individuos unidos por una nueva convic­ción, por una nueva fe y por una nueva voluntad. Quedó encen­dido el fuego cuyas llamas forjarán un día la espada que de­vuelva la libertad al Sigfrido germánico y restaure la vida de la nación alemana".

Sin embargo/aquellos pequeños éxitos no trascendían. Ni siquiera la prensa de la localidad se ocupaba de ellos, o bien lo hacía en forma desairada. "Daba mucho qué pensar —agregaba Hitler— el hecho de que frente al poderío de la prensa judía, no existiese ningún pe­riódico nacionalista de importancia efectiva". En consecuencia, su siguiente meta fue hacerse de un periódico; en diciembre de ese año logró que el partido/adquiriera el "Voeikischer Beobachter", e intro­dujo la reforma de qué el diario procurara su propio financiamiento, en vez de pretender sostenerse con cuotas de los prosélitos.

Hitler mismo creó la bandera del movimiento nazi. El rojo signifi­caba la idea social; el blanco, la idea nacionalista; y la swástica, "la misión de luchar por la victoria del hombre ario y por el triunfo de la idea del trabajo productivo» idea que es y será siempre antisemita".

Asimismo creó las "tropas de orden" para repeler en los mítines las perturbaciones de los izquierdistas y esas tropas se convirtieron más tarde en "sección de asalto". Mediante estos progresos fue po­sible celebrar el 3 de febrero de 1921, en el Circo Krone, el más gran­de de los mítines nacionalistas, con 6,500 asistentes. En el verano de 1922 logró reunir en Munich 60,000 personas, aunque muchas de ellas no pertenecían al partido.

Ese año organizó el primer desfile en Coburgo, dónde los jefes israelitas, resentidos por los ataques, hicieron un llamado a los "cama-radas del proletariado Internacional" para frustrar la marcha.

Rápidamente Hitler iba erigiéndose en el principal .inspirador y di­rector del partido y logró que éste proclamara todos sus principios políticos, que en síntesis eran los siguientes:
lo.No existe "más que una doctrina política: la de nacionalidad y patria. Tenemos que asegurar la-existencia y el incremento de nuestra raza y de nuestro pueblo, para que nuestro pueblo cum- plía la misión que el Supremo Creador le tiene reservada."

2o.El Estado es el recipiente; el pueblo es e! contenido. El Esta­do tiene su razón de ser sólo cuando abarca y protege el con­tenido. El Estado.no es un fin en sí mismo.

3o.El parlamentarismo democrático no tiende a constituir una asamblea de sabios, sino a reclutar más bien una multitud de nulidades intelectuales, tanto más fáciles de manejar cuanto mayor sea la limitación mental de cada uno de ellos. Sólo así "puede hacerse política partidista en el sentido malo de la ex­presión. En oposición a este parlamentarismo democrático está la ge nuina democracia germánica de la libre elección del Fuehrer, que se obliga a asumir toda la responsabilidad de sus actos. La democracia del mundo occidental de hoy bs la precursora del marxismo, el cual sería inconcebible sin ella. Es la demo­cracia la que en primer término proporciona a esta peste mun­dial el campo de nutrición de donde la epidemia se propaga después.

En el parlamentarismo no hay ningún responsable. La idea de responsabilidad presupone la idea de la personalidad.

4º. El fuerte es más fuerte cuando está solo. Una ideología que irrumpe tiene que ser intolerante y no podrá reducirse a jugar el rol de un simple partido ¡unto a otro. El Cristianismo no se redujo sólo a levantar su altar, sino que obligadamente tuvo que proceder a la destrucción de los altares paganos. El futuro de un movimiento depende del fanatismo, si se quie­re de la intolerancia con que sus adeptos sostengan su causa y la impongan frente a otros movimientos de índole semejante.

5º. Pueblos de la misma sangre corresponden a una patria común. El derecho humano priva sobre el derecho político. Quien no está dispuesto a luchar por su existencia o no se siente capaz de ello es que ya está predestinado a desaparecer, y esto por la justicia eterna de la Providencia. El mundo no se ha hecho para los pueblos cobardes.

6o. Pueden coartarse las libertades siempre que el ciudadano re­conozca en estas medidas un medio hacia la grandeza nacional.

7º. El obrero de Alemania debe ser incorporado al seno del pue­blo alemán.
La misión de nuestro movimiento en este orden consiste en arrancar al obrero alemán de la utopía del internacionalismo, libertarle de su miseria social y redimirle del triste medio cul­tural en que vive.

El sistema nacionalsocialista (nazi) practica el socialismo co­mo un instrumento de justicia social, pero no como un instru­mento de influencia judía. Al privarlo de esta venenosa carac­terística, automáticamente se convierte en enemigo del falso socialismo, internacional.

8o. — La exaltación de un grupo social no se logra por el descenso del nivel de los superiores, sino por el ascenso de los inferiores. El obrero atenta contra da patria al hacer demandas exage­radas; del mismo modo, no atenta menos contra la comunidad el patrón que por medios inhumanos y de explotación egoísta abusa de las fuerzas nacionales de trabajo, llenándose de mi­llones a costa del sudor del obrero.

9o.Nuestro movimiento está obligado a defender por todos los medios el respeto a la personalidad. La personalidad es irre­emplazable.

Las minorías hacen • la historia del mundo, toda vez que ellas encarnan, en su minoría numérica, una mayoría de voluntad y de entereza.

No es la masa quien inventa, ni es la mayoría la que organiza y piensa; siempre es el individuo, es la personalidad, la que por doquier se revela. Deberán colocarse cabezas por encima de las masas y hacer que éstas se subordinen a aquéllas. La ideología nacionalsocialista tiene que diferenciarse funda­mentalmente de la del marxismo en el hecho de reconocer la significación de la personalidad.

10º. Establecer mejores condiciones para nuestro desarrollo. Anu­lación de los depravados incorregibles. , 'En el teatro y en el film, mediante literatura obscena y prensa inmunda, se vacía en el pueblo día por día veneno a borboto­nes. Y sin embargo, se sorprenden los estratos burgueses de la "falta de moral" como si de esa prensa inmunda, de esos films disparatados y de otros factores semejantes, surgiese para el ciudadano el concepto de la grandeza patria. El problema de la nacionalización de un pueblo consiste, en primer término, en crear sanas condiciones sociales.

11º.Supresión de la influencia extranjera en la prensa.

Aquello que denominamos "opinión pública" se basa sólo mínimamente en la experiencia personal del individuo "y en sus conocimientos; y depende casi en su totalidad de la idea que el individuo se hace de las cosas a través de la llamada información pública", persistente y tenaz.

12o.—La misión educadora no consiste sólo en insuflar el conoci­miento del saber humano. En primer término deben formarse hombres físicamente sanos. En segundo plano está el desarro­llo de las facultades mentales, y en lugar preferente, la edu­cación del carácter, y sobre todo, el fomento de la fuerza de voluntad y de decisión, habituando al alumno a asumir gusto so la responsabilidad de sus actos. Como corolario viene la instrucción científica. Las ciencias exactas estén amenazadas de descender cada vez mes a un plano de exclusivo materia­lismo; la orientación idealista deberé ser mantenida a manera de contrapeso.

13º. Así como la instrucción es obligatoria, la conservación del bien­estar físico debe serlo también.

El entrenamiento corporal tiene que inculcar en el individuo la convicción de su superioridad física. El ejercicio físico no es cuestión personal de cada uno. No existe la libertad de pe­car a costa de la prole.

Basta analizar el contenido de los programas de nuestros ci­nes, variedades y teatros para llegar a la irrefutable conclu­sión de que no son precisamente alimento espiritual que con­viene a la juventud. Nuestra vida dé relación tiene que ser li­berada del perfume estupefaciente, -así como del pudor fingido, indigno del hombre.

14º. El Estado debe cuidar que sólo los individuos sanos tengan des­cendencia. Debe inculcar que existe un oprobio único: engendrar estando enfermo.

No debe, darse a cualquier degenerado. la posibilidad de mul­tiplicarse, lo cual' supone imponerla su descendencia y a los con­temporáneos de éstos indecibles penalidades. (I)

15º. Los hombres no deberán preocuparse más de la selección deperros, caballos y gatos, que de levantar el nivel racial del hom­bre mismo

16º. El matrimonio deberé hacerse posible a una más temprana edad y han de crearse los medios económicos necesarios para que una numerosa prole no se reciba como una desventura.

17º. El Partido permitiré al niño más pobre la pretensión de elevarsea las mes altas funciones si tiene talento para ello. Nadie debe tener automáticamente derecho a un ascenso. Nadie debe poder decir: "ahora me toca a mí". Precedencia al talento. No hay otra regla.

18º.La mezcla de sangre extraña es nociva a la nacionalidad. Su primer resultado desfavorable se manifiesta en el superindividualismo de muchos. (2)

19º. Los partidos políticos nada tienen que ver con las cuestiones religiosas mientras éstas no socaven la moral de la raza; del mismo modo, es impropio inmiscuir la religión en manejos de política partidista. Las doctrinas e instituciones religiosas de un pueblo debe res­petarlas el Führer político como inviolables: de lo contrario, debe, renunciar a ser político y convertirse en reformador, s ies que para ello tiene capacidad.

20º. Quien ama a su patria prueba ese amor sólo mediante el sa­crificio que por ella está dispuesto a hacer. Un patriotismo que no aspira sino al beneficio personal, no es patriotismo. Los hurras nada prueban. Solamente puede uno sentirse orgulloso de su pueblo cuando ya no tenga que avergonzarse de ninguna de las clases sociales que lo forman. Pero cuando una mitad de él vive en condiciones miserables e incluso se ha depravado, el cuadro es tan triste que no hay razón para sentir orgullo. Las fuerzas que crean o que sostienen un Estado son el espíritu y la voluntad de sacrificio del individuo en pro de la colectivi­dad. Que estas virtudes nada tienen de común con la economía, fluye de la sencilla consideración de que el hombre jamás va hasta el sacrificio por esta última, es decir, que no se muere por negocio, pero sí por ideales.

21o.—Luchar contra la orientación perniciosa en el -arte y en literatura.

22º. Es cuestión de principio que el hombre no vive pendiente úni­camente del goce de bienes materiales. Es posible que el oro se haya convertido hoy en el soberano exclusivo de la vida, pero no cabe duda de que un día el hom­bre volverá a conciliarse ante dioses superiores. Y es posible también que muchas cosas del presente deban su existencia a la sed de dinero y de fortuna, mas es evidente que muy poco de todo esto representa valores cuya no existencia podría hacer más pobre a la humanidad.

(1) Naturalmente qué no estamos de acuerdo con los errores doctri­narios de Hitler, como los que en la práctica se desprendían de este enun­ciado aparentemente justo.
(2) Otro grave error doctrinario del nazismo.

Estos eran los principios básicos del movimiento "nazi" por lo que se refería a la política, interior de Alemania. En cuanto a la política exterior, la idea fundamental era combatir el marxismo entronizado en Rusia y obtener territorios soviéticos para el crecimiento de Ale­mania. Por tanto, ésta ya no buscaría mes su expansión en ultramar ni interferiría la política colonial de Inglaterra y Francia.

En otras palabras, Hitler buscaba zanjar las viejas querellas con el Mundo Occidental y marchar hacia el Oriente.

Mientras tanto, el marxismo crecía con aspiraciones de dominio universal y se vigorizaba mediante sus instrumentos de lucha de clases e internacionalización del proletariado. Consecuentemente, en todo el mundo iban surgiendo partidos comunistas con ramificaciones de la central de Moscú. En franca oposición con este sistema, el nacional­socialismo alemán no era ni podía ser una doctrina de exportación. Al enfatizar categóricamente los valores de patria, nacionalidad y raza, se circunscribía a sus propias fronteras raciales. Si un estadista extran­ jero quería emular esa doctrina en otro país (como ocurrió en España) tendría automáticamente que buscar contenidos y formas propias, ya que la esencia del sistema "nazi" residía en la afirmación y acentuación de la patria y de la raza. Era ésta su mística y su fuerza dinámica. No internacionalización, sino nacionalización; no una lucha para imponer mundialmente un régimen, sino una lucha para impedir que el marxis­mo se impusiera mundialmente.

En resumen, el nacionalsocialismo propugnaba cierto socialismo co­mo instrumento de justicia para el pueblo, pero lo condenaba como instrumento internacional dé influencia política. El movimiento de Hi­tler coincidía con la aparente finalidad del socialismo.teórico en el milenario y justo anhelo de barrer el abuso de las minorías y llevar la justicia social a las masas del pueblo, pero proclamaba enfáticamente que esto debería hacerlo cada nación en forma soberana, según sus costumbres, sus tradiciones, su religión y su idiosincrasia, sin atender consignas internacionales emanadas de Moscú. Por eso el movimiento de Hitler se llamó nacionalsocialismo, término que se condensó en el apócope de "nazi". .

Naturalmente, en ésa forma el nacionalsocialismo desvirtuaba la característica internacional del bolchevismo y privaba de influencia mundial al núcleo israelita de la URSS. Los revolucionarios judíos sin­tieron que tal cosa era frustrarles su invención y furiosamente insis­tieron en la internacionalización del proletariado. Sin esa condición su movimiento político no alcanzaría las metas anheladas, ya que para los fines políticos hebreos nada significaba que las masas proletarias de cada nación lograran beneficios, si entretanto se sustraían a su control. De esa manera no podían ser aprovechadas para los objetos ulteriores de la llamada "revolución mundial".

Así las cosas, el marxismo comenzó a extenderse por todo el mundo, ya que el dominio del orbe era la meta de su acción, en tanto que el nacionalsocialismo se circunscribió a una lucha dentro de Alemania. Su acción hacia el exterior sólo se orientaba en contra de Moscú, qué era la sede del movimiento judío-marxista universal.

Entretanto, el movimiento comunista internacional hizo un nuevo es­fuerzo para estrechar los vínculos entre alemanes y soviéticos. El Mi­nistro de Relaciones Exteriores de Alemania, Walter Rathenau, judío, concertó con los jefes israelitas de Moscú el llamado Tratado de Rapallo, que era un paso más en el sueño de los israelitas Marx, Engels y Lenin para integrar una poderosa organización marxista con las masas agrícolas de Rusia y los contingentes obreros y técnicos de la indus­trializada Alemania. Mediante el Tratado de Rapado fueron enviados ochocientos peritos militares e industriales alemanes a vigorizar la ma­quinaria soviética, modernizando el Ejército Rojo y creando nuevas industrias. Diarios controlados o influidos por el supercapítalismo he­breo, como el acreditado "Berliner Tangeblatt" o el "Frankfurter Zeitúng" propiciaban esa ayuda a la dictadura comunista de la URSS.

Pero poco después el primer ministro Rathenau fue muerto a tiros por nacionalistas alemanes y quedó de manifiesto que la política procomu­nista no podía dar pasos firmes en Alemania.

Allí se veía cabalmente el peligro del marxismo y' los influyentes generales Ludendorff y Hoffma'n sé habían puesto desde 1923 en contacto con el mariscal Foch, de Francia, con miras a forjar una alian­za occidental contra esa amenaza. Foch se mostraba bien dispuesto, pero surgieron muchos obstáculos diplomáticos, tanto en Inglaterra como en Francia, el general Hoffman. murió en forma extraña y la alianza no llegó a formalizarse.

En esa agitada situación Hitler trataba de sacar adelante su Partido, que afrontaba enormes dificultades. La derecha conservadora veía con desconfianza la inclinación del nacionalsocialismo por los desheredados, en tanto que los revolucionarios izquierdistas lo combatían furiosamen­te. En realidad el partido de Hitler era una nueva dirección que ni marchaba con las injusticias de los conservadores ni comulgaba con la tendencia internacional del marxismo israelita.

Ante las dificultades de esa lucha nueva, Hitler argumentaba que no es tarea del teorizante allanarle examino a una idea, sino procurar la exactitud de ésta. En la segunda etapa corresponde al ejecutor práctico vencer las dificultades.

BAUTIZO DE FUEGO DEL NACIONALSOCIALISMO

Entre cien mil obreros alemanes no hay, por término medio, cien que conozcan la obra de Marx, obra que desde un principio fue estudiada mil veces más por los intelectuales y ante todo por los judíos que por los verdaderos adeptos del marxismo situados en las vastas esferas inferiores del pueblo; ya que tampoco esta obra fue escrita para las masas, sino exclusivamente para los dirigentes intelectuales de la máquina judía de conquista mun­dial".

Pero además de esas dificultades, el tropiezo más grave del Par­tido Obrero Alemán ocurrió el 9 de noviembre de 1923 cuando Hitler —alegando que en su" vocabulario no existían las frases "no es posible", "no debemos aventurarnos", "es. todavía muy peligroso"—organizó en Munich un movimiento revolucionario a fin de asumir el poder. En pocas horas fracasó, hubo varios muertos y Hitler y sus principales colaboradores quedaron detenidos en la prisión de Landsberg. Allí permaneció un año y ocho días, tiempo que aprovechó para escribir "Mi Lucha”.
"Mis trece meses de prisión —escribió posteriormente Hitler—: me habían parecido largos, con mayor razón porque creía que estaría allí seis años. Me sentía poseído de un frenesí de libertad. Pero sin mi época de cárcel, "Mein Kampf" no hubiera sido escrito. Aquello me dio la posibilidad de profundizar en conocimientos... También en la cárcel adquirí esta fe impá­vida, este optimismo, esta confianza en nuestro destino que en adelante nada podría quebrantar"…

El Partido Obrero Alemán permaneció disuelto todo ese tiempo y cuando Hitler recuperó la 'libertad inició la tarea de resucitarlo y reorganizarlo. Detrás de su visible fracaso, sin embargo, contribuyó imponderablemente a trastornar los planes del movimiento marxista alemán, que en ese entonces era el más poderoso de Europa Occidental y superior al soviet en diversos aspectos de organización. Mu­chos esperaban que en ese año el comunismo diera el golpe decisivo y que Alemania se convirtiera en otro estado bolchevique, como lo había previsto Lenin.

Pero los comunistas.no sintieron que el camino estuviera libre y titubearon. El líder marxista Víctor Serge dice que en 1923 la crisis inflacionista situó a Alemania al borde de la revolución, "pero la clase obrera estaba dividida y no actuó; los socialdemócratas retroce­dieron a'nte la oportunidad de asaltar el poder". (Su libro "Hitler contra Stalin").

Era evidente que la desintegración moral de Alemania no se ha­bía obtenido en grado suficiente (en parte debido al nacionalismo alentado por Hitler) y los jefes del marxismo siguieron el consejo de Lenin: "La más juiciosa estrategia en la guerra es posponer las ope­raciones hasta que la desintegración moral del enemigo haga posible y fácil asestar el golpe mortal".

El resultado fue que el comunismo alemán perdió entonces su mejor oportunidad y el nacionalsocialismo comenzó a resurgir con más bríos.

En ese mismo año de 1923 las altas esferas políticas del Kremlin sufrieron una conmoción. El líder bolchevique judío Vladimir Ulianov (conocido mundialmente como Lenin) enfermó de parálisis y se suscitó una crisis en el poder. El judío Bronstein (Trotsky), creador del .Ejército Rojo y precursor de la revolución, comenzó a perder influencia y acabó por ser lanzado al exilio; pero no se trataba de una persecu­ción antisemita, como en el extranjero pudiera creerse, sino simplemen­te de una división interna.

Muchos años antes Trotsky había militado temporalmente con los mencheviques, partidarios de los mismos principios marxistas que los bolcheviques, pero inclinados a frenar el movimiento para no expo­nerlo a una prueba prematura. Al enfermar Lenin, la “solapada" división volvió a recrudecerse; Trotsky y los suyos fueron desplazados y enton­ces se erigieron como amos de Rusia, Stalin y los judíos Kamenev, Radek y Zimovíev.

Cuando Adolfo Hitler, de 35 años de edad, quedaba libre en 1924 e iniciaba la reorganización de su partido naciona­lista, José Vissarionovich David Nijeradse Chizhdov Djugashvili, de 45 años, llevaba meses de ser dictador absoluto de la URSS. Había adoptado el apelativo de Stalin, que en ruso significa "acero".

Stalin —que había sido empeñosamente preparado en política marxista por el profesor judío Noah Jordania— acababa de dar a cono­cer su "plan de operaciones básico" en la más alta institución edu­cacional del bolchevismo, la "Tverskaia", y ese plan consistía en utilizar como palanca la dictadura soviética para ir implantando el marxismo en todos los países. El proletariado de cada uno de éstos sería el puntode apoyo. (I)

Poco después ratificó este plan al publicar su libro "Problemas.del Leninismo", en el que precisa así la tercera etapa del bolchevismo: "consolidar la dictadura del proletariado en un país (Rusia), em­pleándolo como medio auxiliar para derribar el imperialismo en todos los demás. La revolución sobrepasa las fronteras de* una sola nación, iniciándose la época de la revolución mundial. Fuerza principal activa de la revolución: dictadura del proletariado en un país y movimiento revolucionario del proletariado en todos los demás".

Es decir, una vez más quedaba de manifiesto que el marxismo era una doctrina política con ambición mundial; su ámbito no era la URSS, sino el mundo entero. Y los primeros pasos comenzaron a darse desde luego.

La provincia de Georgia —de donde era originario Stalin— había rechazado violentamente el bolchevismo en 1917 y ante el reconocimiento de todo el mundo se
(1) "A Puertas Cerradas".—Almirante Ellis M. Zacharias, del Servicio Secreto Norteamericano.

declaró independiente; su tradicional civilización cristiana chocaba profundamente con el marxismo. Sin em­bargo, su libertad duró poco porque Stalin no tardó en someterla por la fuerza y anexarla a la Unión de Repúblicas Soviéticas.

Los pueblos libres de Azerbaiján y Armenia corrieron igual suerte. La anexión se extendió además a otros cinco estados: Kazakstán, Uz­bekistán, Turkmenia, Taqikia y Kirghisia. A este respecto el marxiste Víctor Serge admite (en Hitler contra Stalin) que "las cinco repúblicas nacionales de Asia Central constituyen un vasto conjunto cuya unidad geográfica, étnica e histórica no es por nadie puesta en duda... Los kasaks, los turkmenos, los uzbeks, los tadjiks, los kir­guises, tienen, a pesar de sus lenguas y orígenes diferentes, una cultura común, debida sobre todo a los mundos árabes y del Irán. Son musulmanes en su mayoría".

Estos ocho pueblos anexados a la URSS se componían de 25 mi­llones de habitantes de las más diversas razas, religiones y costumbres; súbitamente fueron privados de su independencia, de sus instituciones y de su viejo modo de vivir. La- revolución mundial preconizada por el marxismo israelita no reconocía fronteras raciales, ni religiosas ni po­líticas.

La expansión bolchevique barrió con tantas fronteras que todavíaen 1935 se editaban en la URSS libros de primera enseñanza en 165idiomas y dialectos diferentes, según reveló el embajador norteame­ricano en Moscú William C. Bullit, en "La Amenaza Mundial". El te­rrorismo fue común denominador para la sarcástica dominación de pueblos a nombre de la "dictadura del proletariado". Pero el proleta­riado ciertamente nada tenía que ver con la extraña mezcla de go­bernantes y comisarios rusos y judíos.

Aunque durante muchos años fue entusiasta partidario dé la URSS, Mr. Bullit dio luego un valioso testimonio del terror soviético y refirió: "Para colectivizar la agricultura, Stalin barrió con los pequeños, propietarios. Si protestaban —y millones lo hicieron— se les fu­silaba o se les condenaba a trabajos forzados en Siberia. La primera consecuencia de este ataque en el frente agrícola fue el hambre".

Sobre el mismo punto el líder Víctor Serge hizo notar que si el mi­nistro Molotov había manifestado en "Pravda" del 28 de enero de 1935 que 5.500,000 pequeños propietarios agrícolas sufrieron expro­piación de tierras y fueron deportados a Siberia, la cifra real debía de ser muy superior. Y como testigo presencial de los hechos añadía que en las granjas colectivas había hambre y descontento.

La promesa de repartir tierras, que líderes bolcheviques utilizaron para atraer masas, se esfumó al implantarse la "dictadura del proleta­riado". Igual suerte corrió la promesa de tratar a los delincuentes como enfermos sociales "susceptibles de regeneración". Por el con­trario, el castigo se extendió a los parientes de los reos políticos y a los vecinos (I) y en esta forma se creó automáticamente la más vasta red de espionaje y delatores que país ninguno había soñado tener. El que no denunciaba a un vecino sospechoso de conspirar o de ser un oposicionista, se hacía culpable de los mismos delitos.

El 7 de abril de 1935 se extendió la pena capital a los jóvenes de 12 años y la deportación de los parientes de quienes eludieran el ser­vicio militar o escaparan al extranjero. Pedro González Blanco explica en "Tigrocracia Staliniana" cómo se esfumó la promesa marxista de igualdad de clases: "Un policía ganaba dos o tres veces más que un obrero. El máximo jornal soviético, según "Pravda" del 26 de diciembre de 1935, era, para los obreros, de 145 rublos y mucho' menos para los campesinos. El kilo de pan valía 5 rublos; el de mantequilla, 20; el de carne de buey, 12; un par de zapatos, 70; un vestido ínfimo, 255. El obrero común no pasaba de ganar 100 rublos mensuales ni el adelantado 145. Altos jefes del partido, hasta 5,000 rublos mensuales".

González Blanco cita a Walter Citrino, secretario general de "Trades Unions", que a su regreso de Rusia escribió en Londres: "No hay la menor duda de que reina un régimen de opresión. Los obre­ros no tienen libertad para poder hablar, como en Inglaterra. No pueden luchar contra el Estado, contra el Sindicato, contra el comité de fábrica o la célula comunista".

La famosa "dictadura del proletariado" era sólo una fórmula propagandística para encubrir la dictadura extraña impuesta al proleta­riado ruso. El comunismo teórico había hablado de redención del proletariado para atraer a las masas, pero una vez controladas éstas, el comunismo práctico resultaba ser algo muy distinto. Era, en-suma, un imperialismo dirigido y apuntalado por los jefes y los comisarios judíos de la URSS.

El expresidente mexicano general Abelardo Rodríguez escribió en "Impresiones de mi Viaje a Rusia" que vio cómo se explota al obrero más que en ningún otro país pagándole sólo una quinta parte del valor de su trabajo, pese a las gigantescas riquezas naturales del territorio ruso. Una minoría de funcionarios, policías y comisarios sí vive lu­josamente. "Según datos obtenidos en Moscú de personas bien do­cumentadas —anotó el general Rodríguez en I93&V el número de miembros del Partido Comunista después de las purgas se redujo a un millón setecientos mil o sea exactamente el uno por ciento de los habitantes de la URSS. De éstos, setecientos mil son judíos, a quien atribuyen mis informantes todas las actividades administrativas.

(1) "La Rusia de Stalin".—Max Eastman, Profesor de Filosofía en la Universidad de Columbia.
muy particularmente los planes de gobierno y los ra­mos de finanzas e industrias".

Esa preponderancia hebrea explica también que estuviera prohibida la enseñanza religiosa a menores de 18 años, en la seguridad de que a esa edad las nuevas generaciones ya habían sido suficientemente predispuestas en la escuela para no asimilar la religión de sus padres. Según refiere González Blanco,'un Manual Antirreligioso para los obre­ros circuló profusamente en las fábricas; la obra Educación Antirreligiosa fue libro de texto en las escuelas; Quince años de Ateísmo Mi­litante en la URSS fue diseminado en todos los sectores, y en 1925 se fundó la asociación "Sin Dios", particularmente para niños y jóvenes.Además, un nuevo himno fue oficial en las escuelas:

"La estrella de Belén ya se ha extinguido.
Más entre nosotros brilla eterna la estrella de cinco puntas. (I)
La cruz y los iconos, todas estas antiguallas las hemos arrojado a la basura, porque todos estos trebejos ensombrecen nuestra ruta.
Los Sin Dios abatieron
toda esa credulidad putrefacta"

El marxismo considera que la educación es un "arma" y como tal la utiliza desde la cuna hasta el sepulcro. El niño empieza a ser adoc­trinado a los dos años de edad en las Casas-Cuna, llamadas por Lenin "la célula germinal de la sociedad comunista". En funciones de títeres se ve a un ciego "Iban" que es oprimido y explotado, pero luego recobra la vista y destruye a sus opresores: la burguesía y la Iglesia.

Lo más grave de este sistema de vida era que no se trataba pre­cisamente de un organismo nacional con fronteras claramente esta­blecidas, sino de un movimiento marxista con aspiraciones universales enfáticamente expresadas en su fórmula de "revolución mundial", mil veces ratificadas por Lenin, Stalin y todos los exegetas del marxismo israelita.

"Pravda" del 15 de noviembre de 1921 decía: (2) "En estos cuatro años transcurridos queda demostrado que no puede haber paz entre el reino de la burguesía y el reino del proletariado. No caben fron­teras pacíficas entre un Estado Socialista y un Estado Burgués". Y posteriormente el órgano oficial bolchevique "Izvestia" auguraba aún más categórico: "No está lejano el tiempo en que los ejércitos de obreros y campesinos, definitivamente organizados, pasarán como un huracán de una punta a otra de la tierra".

Precisamente en ese entonces hubo una crisis terrible en la URSS, por la escasez de víveres, y el régimen bolchevique fue apuntalado desde el exterior, pues en Estados Unidos los cómplices del comunismo invocaron razones humanitarias para enviarle ayuda.

(1) Símbolo judío. (Cada punta representa un dominio: el político, el económico, el del proletariado, el de la prensa y el de Palestina. Una sexta punta simboliza el dominio absoluto mundial).
(2) "Tigrocracia Staliniana".—Pedro González Blanco

HITLER Y STALIN CARA A CARA

Y no obstante esa evidente amenaza que ya entonces se cernía palpablemente so­bre los pueblos de Europa y América, numerosos estadistas occidentales y los monopolizadores judíos de importantes servicios informativos propiciaban una placentera incons­ciencia en el Mundo Occidental. Ante esa amenaza, en Occidente surgía sólo una fuerza categóricamente resuelta a enfrentársele, y esa fuerza era el movimiento nacionalsocialista de Hitler.

Mientras en Moscú se afianzaba el bolchevismo y Stalin trituraba con mano de hierro todo intento de oposición, en mayo de 1928 Hitler lograba 12 escaños parlamentarios en el Reichstag; dos años más tarde obtenía 107 curules y arrastraba consigo seis millones trescientos mil electores, con lo cual su partido era ya el segundo de Alemania.

El 30 de enero de ,1933 Hitler era nombrado Canciller, aunque supeditado a la presidencia de Hindenburg. Sin embargo, desde ese momento se volvió oficial la lucha a muerte entre el nacionalsocia­lismo alemán y el marxismo judío. Hitler prohibió inmediatamente el partido comunista, el socialdemócrata y todos los demás que le eran afines o que representaban sólo tímidos primeros pasos hacia el bolchevismo. De acuerdo con su fórmula de que al terror rojo sólo podía combatírsele eficazmente mediante otro terror, relegó a cam­pos de concentración a los dirigentes intelectuales del movimiento marxista en Alemania.

Los principios del nacionalsocialismo concebidos por Hitler se convirtieron automáticamente en la política interior y exterior de Alemania. Respecto a la política exterior, la orientación era evidente y precisa:

!o.—Alemania se declaraba enemiga de la doctrina marxista mate­rializada en el bolchevismo soviético.

2o.—Contra el marxismo presentaba la doctrina nacionalsocialista, contraria a la internacionalización del proletariado. En vez de internacionalización, sentimiento de patria y de nacionalidad.

3o.—Alemania desistía del viejo intento de crecer a costa de Occi­dente. No quería entrar en conflicto con los imperios británicoy francés buscando dominios ultramarinps. Su crecimiento se­ría hacia el Oriente, a costa de la URSS.

Nunca en la historia habían sido anunciados con tanta anticipación y tan crudamente los más trascendentales planes de un Estado. Hitler reveló en "Mi Lucha" esos tres puntos fundamentales desde 1923; luego los reiteró en 1926; los repitió en innumerables discursos y fi­nalmente los elevó a política oficial en marzo de 1933, una vez que su nombramiento.de Canciller fue ratificado por plebiscito.(l)

Stalin sabía desde ese momento a qué atenerse.

Trotsky dijo en el destierro que el ascenso de Hitler al poder era motivo suficiente para que la URSS decretara una inmediata movili­zación militar. Y la movilización se inició, aunque calladamente.

Al mismo tiempo el marxismo internacional se aprestó a agitar ma­sas para utilizarlas en la defensa de la URSS y obtuvo significativos progresos en Francia, Bélgica, y España. El Frente Popular conquistó en Francia una aplastante mayoría bajo la inspiración del hábil is­raelita y maestro masón León Blum. En España la desbordante pro­gresión bolchevique recibió un discreto apoyo de los gobernantes de Inglaterra y Francia, aunque luego fue dominada por la reacción nacionalista encabezada por Franco, que a su vez recibió apoyo de Hitler y Mussolini.

El marxismo internacional se alarmó y movilizó sus contingentes en todo el mundo, en un esfuerzo psicológico para hostilizar al nuevo régimen alemán. La lucha se circunscribía a discursos, propaganda y mutuas recriminaciones, pero ya era el presagio de la gran con­tienda para la cual estaban forjándose armas y voluntades.

Dentro de Alemania misma, el internacionalizado movimiento obre­ro trató de presentar combate. El partido comunista alemán contaba con dos millones de miembros, además de la parcial adhesión de cuatro millones de socialdemócratas. Aunque severa, la represión no había logrado aniquilar todas/las redes ocultas de los organiza­dores marxistes y éstos prepararon un golpe de Estado en 1935.

Esa fue la más palpable evidencia de que los comunistas de un país son siempre un peligro latente para la Patria, porque en última ins­tancia sus jefes son extranjeros. Naturalmente, las órdenes de éstos no se ajustan al interés de la nacionalidad de sus súbditos; sino a los fines internacionales que el marxismo persigue.

(1) En 1939, recién iniciada la guerra, Hitler dijo que su mayor error había sido la revelación de su política exterior en su libro "Mi Lucha", en 1923. ("Memorias" de Von Ribbentrop).

Curt Riess refiere en "Gloria y Ocaso de los Generales Alemanes" que varios dirigentes comunistas creyeron haberse ganado al general Von Rundstedt, comandante de 16 divisiones, y ofrecieron depositar en un Banco suizo 1.250,000 francos para la rebelión. El 11 de julio (1935) el general Von Witzleben se presentó a nombre de Von Runds­tedt a recoger el cheque; tomó fotografías y volvió a depositarlo. "Al siguiente día —añade Riess— se desató sobre Alemania una ola de detenciones y cayeron presos muchos antiguos di­rigentes de federaciones obreras, así como varios políticos que habían combatido en las filas de la oposición al nazismo.

En la misma noche los SS (tropas selectas alemanas) hicieron su aparición por las calle?, por primera vez desde el 30 de junio de 1934. Inicióse, una persecución que en los próximos días alcanzó el máximo de desenfreno. El día 15 —fecha fijada para la insurrección— pasó sin que Rundstedt se levantara en armas". Y es que Rundstedt, aunque indiferente hacia el movimiento nazi (nacionalsocialismo), había fingido estar de acuerdo con los conspi­radores y mantuvo al tanto a Hitler de lo que tramaban. Este acon­tecimiento destrozó los planes de la Internacional Comunista para frustrar desde la retaguardia la marcha hitlerista hacia el Oriente, o .sea hacia la URSS.

Como contrapartida, Berlín acogía a los oposicionistas soviéticos que lograban.cruzar la frontera y los alentaba en sus planes encami­nados a provocar una revolución antibolchevique en Rusia, Desde 1933 el líder alemán Rosenberg se encargó de celebrar juntas con exiliados rusos, entre quienes figuraba el general Pavel Skoropadsky. La esposa de Rosenberg, una joven rusa llamada Vera Schuster, se hallaba al tanto de estas actividades y a principios de 1936 desapare­ció misteriosamente. Según dice Curt Riess, las potencias occiden­tales descubrieron después que la joven era espía de la policía so­viética y que llevó a Moscú pistas precisas de los conspiradores.

La magistral espía soviética no fue el único factor del triunfo del contraespionaje stalinista. Churchill revela en sus Memorias que en el otoño de 1936 Alemania hizo un llamado al presidente Benes, de Checoslovaquia, para que se le uniera en la lucha antimarxista, y le insinuó que algo muy importante iba a-ocurrir pronto en la URSS. "Mientras que Benes meditaba acerca de esta sugestión —di­ce Churchill— se dio cuenta de que estaban cruzándose comu­nicaciones al través de la embajada soviética en Praga entre importantes personajes rusos y el gobierno, alemán. Esto formaba parte de la llamada conspiración militar y de los comunistas la vieja guardia para derrocar a Stalin... Benes se apresuró a comunicar a Stalin todo lo que había podido" saber... Vino después la implacable, pero tal vez no innecesaria purga militar y política en Rusia... No baja de cinco mil el número de fun­cionarios y oficiales con el grado de capitán para arriba que fueron liquidados".

Para sorpresa de los espectadores del mundo occidental, la "pur­ga" alcanzó a algunos líderes judíos, como Zinoviev y Kamenev; Por segunda vez —después del destierro de Trotsky— pudo creerse en el extranjero que se trataba de una persecución antisemita, pero los acon­tecimientos posteriores demostraron palmariamente que nada había más falso que esa suposición. El hecho de que entre los eliminados fi­guraran también funcionarios hebreos que por incapacidad o negli­gencia habían fracasado en su tarea, era una de las características fanáticas del régimen, mas nada se había modificado en su estructura fundamental. Caían Zinoviev y Kamenev, pero subían sus hermanos de raza Litvinov, Zdanov, Kalinin y Vishinsky.

El diluvio de sangre —más de cinco mil ejecuciones según Chur­chill— acabó con los sueños de los conspiradores rusos, con muchos de los funcionarios incompetentes que no habían advertido el peligro y con el plan alemán para provocar la caída del marxismo soviético mediante un movimiento interior en Rusia.

En esos juicios que costaron la vida a más de cinco mil militares rusos fungió como fiscal el israelita Andrés lanurevich Vishinsky, que posteriormente fue delegado ante la ONU. Y los fusilamientos estu­vieron a cargo de la policía mandada por el israelita Heinrich Yagoda, que a su vez fue juzgado incompetente y ejecutado años más tarde por e! jefe judío Nicolás Yezov.

Después de esas gigantescas purgas los comisarios judíos afianzaron mejor el control del Ejército Rojo. Y como en todos los países donde una minoría activa y audaz tiene el Poder en la mano, las grandes ma­sas fatalistas del pueblo ruso nada sabían ni podían, hacer para modi­ficar su destino.

Terminó así en un empate el primer choque indirecto entre el mar­xismo israelita asentado en la URSS y el nacionalsocialismo que Hitler creó para combatir a aquél.

EL COMUNISMO ES DERROTADO EN ESPAÑA

Después de una profunda infiltración masónica en la maquinaria guberna-mental, el comunismo sacudió a España el II de mayo de 1 93 1 con actos terroristas contra las iglesias de las principales ciudades. Ante ese clima de alarma e inseguridad — precursor de la Revolución Mundial marxista — , el rey Alfonso XIII dimi­tió y el poder quedó en manos del primer ministro Alcalá Zamora, sefardita, quien por una parte asistía a misa los domingos y tranqui­lizaba así a la masa católica y por la otra solapaba la infiltración roja. Dos años más tarde Francisco Largo Caballero celebraba un pacto con el embajador soviético, Rosenberg, y a continuación llegaban a España agentes comunistas como llya Ehrenburg, Primakoff, Goreff Rose Skoblewski, Aralink Tupolyew, Vladimir Bischitzki, Bela Kun, J. Artadel, Antonow Ovejenko, Moise Rosenberg, Leo Jacobson, Keikin, Kolzow Ginzburg Friedlander, J. Miratvilles, Stillermann, Samuel Frat-kin, Shapiro y otros, muchos de ellos judíos disfrazados de rusos. Ade­más, se dedicaban a obtener armas en el extranjero, para los rojos españoles, Lourie Fuchs, Adler, Zibrowki, Merkas y Wall. El judío fran­cés León Blum facilitaba la introducción de armas en España y el paso de oficiales soviéticos, hasta que en octubre de 1934 hubo un levan­tamiento procomunista en Asturias.

Por otra parte, Gil Robles organizaba a un sector anticomunista en la Confederación Española de Derechos Autónomos, y José Anto­nio Primo de Rivera ponía en pie a la juventud contra el bolchevismo. El diputado Cano López reveló (febrero 15 de 1935) cómo la maso­nería reblandecía la disciplina en el ejército y propiciaba los desór­denes comunistas. Pero la conjura siguió avanzando y en mayo del año siguiente subió el maestro grado 33 Manuel Azaña, que dio apoyo a los rojos. En 4 meses fueron incendiados 170 templos, 69 clubes y 10 periódicos; murieron en actos de terrorismo 269 personas y 1,287 quedaron heridas; estallaron 113 huelgas generales y 218 huelgas par­ciales. El famoso político José Calvo Sotelo denunció en las Cortes que el país estaba siendo empujado hacia el comunismo y pidió que se restableciera el orden. El Gran Oriente reunido en Ginebra acordó que se liquidara a Calvo Sotelo, el cual horas después fue aprehendido y fusilado.

A los tres días de ese asesinato estalló la rebelión anticomunista del ejército (julio 17 de 1936) donde pese a la infiltración roja había todavía un baluarte de nacionalismo. El general Sanjurjo murió cuando iba a acaudillar el movimiento y entonces quedó al frente de éste el general Francisco Franco.

El creador de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, había sido aprehendido meses antes en Madrid y el régimen comunis­ta de Azaña mandó fusilarlo al estallar el levantamiento de Franco. En su testamento José Antonio desmintió a las agencias cablegráficas internacionales que le atribuyeron críticas contra las fuerzas africanas de Franco: "Yo no puedo injuriar a unas fuerzas militares que' han prestado a España en África heroicos servicios... Condenado ayer a muerte, pido a Dios que si todavía no me exime de llegar a ese trance me conserve hasta el fin la decorosa conformidad con que lo preveo y, al juzgar mi alma, no le implique la medida de mis merecimientos, sino la de su infinita misericordia".-El Presidente Azaña (de quien Mauricio Karlavilla dice que era ho­mosexual y que el comunismo lo tenía en sus manos mediante el chantaje) era asesorado por el embajador soviético Rosenberg. En Barcelona actuaba" abiertamente el cónsul Antonoff Avsceko distri­buyendo armas entre los milicianos rojos, en tanto que agentes de Moscú organizaban las "chekas" para eliminar oposicionistas y aterro­rizar a la población. Siete mil sacerdotes, incluso 12 obispos, iban a caer asesinados ¡unto con millares de jóvenes nacionalistas, según es­tadísticas de monseñor Antoniutti, nuncio apostólico en España.

Antes de que se libraran grandes batallas la atención se centró en el Alcázar de Toledo, donde el coronel José Moscardó resistía con mil hombres el sitio de doce mil rojos que dominaban la ciudad. El ¡efe de los sitiadores'hizo enlazar las líneas telefónicas y le habló al coronel Moscardó: "Le exijo —manifestó— que rinda el Alcázar en un plazo de diez minutos, y de no hacerlo así fusilaré a su hijo Luis que lo tengo aquí en mi poder... Para que vea que es ver­dad, ahora se pone su hijo al aparato". El coronel Moscardó oye la voz de su hijo, de 17 años, y le pregunta: "¿Qué hay, hijo?" —"Que dicen que me van a fusilar si no rindes el Alcázar"...


El coronel Moscardó le contesta: "Pues encomienda tu alma a Dios, da un grito de ¡Viva España! y muere como un patriota"... "Un beso muy fuerte, papá"... exclama Luís. El jefe comunista vuelve a tomar el aparato y el coronel Moscardó le dice: "Puede ahorrarse él plazo que me ha dado, puesto que el Alcázar no se rendirá jamás".

Poco después Luis era fusilado en un suburbio de.Toledo, casi a la vista del Alcázar donde su padre seguía combatiendo.

Después de dos meses y seis días de sitio, el Alcázar convertido parcialmente en ruinas fue liberado con la llegada de las tropas fran­quistas del general Várela y se convirtió en un símbolo de la contienda que iba a costar cerca de un millón de vidas.

Como el movimiento nacionalista español se oponía a la "Revo­lución Mundial" todos los gobiernos masónicos se apresuraron a con­denarlo» En Estados Unidos se formó el "Comité de Norteamérica para la Ayuda a la Democracia Española", encabezado por el rabino Louis Mann y por el famoso judío Albert Einstein. 'Luego 'la Conferen­cia Central de Rabinos de Estados Unidos se reunió el 30 de mayo (1937) en Colombo, Ohio, y declaró: "Esta Conferencia expresa su vigorosa condenación de los insurgentes españoles". A la vez el rabino Stephen Wise abogaba públicamente por los comunistas españoles y el judío americano Herbert L. Matthews, del "New cork Times", se trasladó a España para cablegrafiar crónicas favorables a los rojos (como lo hizo 20 años después a favor de los comunistas en Cuba). La central obrera americana C.I.O., dirigida por los líderes judíos Hillman, Gold y Dubinski, promovió la formación de la brigada "Abraham Lincoln", que llevó 3,200 hombres a pelear por el comunismo en España, incluso al hijo del rabino Levinger. En el bando marxista español figuraban como delegados de Moscú los judíos Neuman y Margarita Nelken, y la asociación Hispano-Hebraica lanzó una pro­clama pidiendo que en cada país y en cada ciudad se creara "un comité de ayuda al pueblo republicano español que lucha por la fraternidad universal". Muchos liberales españoles quedaron ubicados en el bando de los rojos, aunque propiamente no eran comunistas.

La URSS enviaba armas, peritos y "brigadas internacionales" a Es­paña. Por su parte, Mussolini envió un ejército a ayudar a los naciona­listas, en tanto que Hitler anunciaba en Nuremberg: "Es muy cierto que podríamos arrellanarnos en nuestros sillones, diciendo: que maten a sus oficiales, que asesinen a sus sacerdotes y a sus in­telectuales; es cosa que no nos incumbe. Pero sólo con mentalidad de niño se podría asumir esa actitud. No vivimos en la Luna; lo que ocurre en Europa nos interesa". Y consecuentemente le man­dó a España una flota aérea de combate, la Legión Cóndor con 18,000 hombres entre pilotos y soldados a dar apoyo a los anticomunistas.

Roosevelt se hallaba entonces en molesta situación. Era el impulsor de la Revolución Mundial y anhelaba la comunización de España, pero esto lo repudiaba la opinión pública americana, y como Roosevelt ne­cesitaba votos para sus reelecciones, no podía actuar abiertamente, aunque España se perdiera para la causa marxista. El grupo rooseveltiano luchaba por retener ef poder a fin de acudir en defensa de la URSS cuando Hitler descargara su inminente ofensiva antisoviética. Entretanto Roosevelt sacrificaba lo menos por lo más.

John M. Cowles, masón de Washington, enviaba fondos a sus her­manos de España y les explicaba que la masa católica norteamericana era todavía un obstáculo muy grande para intervenir en España: "Si los católicos votan en masa por los demócratas, vencen, y si vo­tan por los republicanos, vencen también. Al menos este es el caso general por lo que ambos partidos políticos hacen continuamente lo que pueden por conseguir el voto de los católicos". Esa fue la causa de la neutralidad de Washington durante la guerra de España. (I)

Y sin el apoyo de Washington, el comunismo internacional fue ven­cido en su intento de dominar a España

.(!)•—Lo que España Debe a la Masonería.—'Eduardo Comin, Prof. de la Escuela General de Policía de Madrid.






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