sábado, 17 de enero de 2009

Capítulo XI 3ª Parte


697 MILLONES MAS DE VASALLOS
PARA EL MARXISMO ISRAELITA

Al consumarse la "victo­ria" de' 1945 —que en realidad fue la derrota de Occidente— 11 países perdieron su libertad y quedaron bajo el do­minio directo o indirecto de la URSS. Poco después otros 4 países co­rrieron la misma suerte. 697 millones de habitantes de esas naciones se han visto uncidos al sistema bolchevique. Tales víctimas son:

Países Habitantes

Polonia 35 millones
Alemania Oriental 25 „
Rumania 20 „
Yugoslavia 16 „
Hungría 10 „
Bulgaria 6 „
Lituania 2 „
Letonia 2 „
Estonia 1 „
Albania 1 „
Checoslovaquia 15 „
China 538 „
Corea del Norte 10 „
EI Tibet 4 „
Indochina del Norte 12 „

Total 697 millones

El Mundo Occidental perdió esos 697 millones de seres que ante­riormente se hallaban más o menos vinculados a él. Y el marxismo en­grosó con esas armas su va enorme potencial humano y además ganó los vastos recursos naturales de más de 16 malones de Kilómetros cua­drados (ocho veces la superficie de México).

Al terminar la pasada guerra, Occidente había sido tan sutilmente engañado que celebró una victoria ajena. Sin advertirlo, aplaudió y brindó por su derrota.

Bien pronto la catastrófica realidad comenzó a conmover al Mundo Occidental. La marejada comunista barrió todos los países de la Europa Central y llegó hasta las montañas de Grecia. Veintiocho mil niños griegos fueron secuestrados por los guerrilleros rojos y llevados a campos especiales tras la "Cortina de Hierro", donde se les .Inculcó odio contra sus padres y contra sus creencias religiosas. La reina Fe­derica de Grecia clamó ayuda: "Nuestros hijos no solamente han sido arrancados del seno de sus familias, sino que sistemáticamente están envenenando sus tiernas almas, sembrando en sus corazones el odio hacia sus padres y hacia Dios... Ayudadme a .despertar las conciencias del mundo... Es demasiado el tiempo que el mun­do ha guardado silencio".

Pero ese silencio de cómplice sólo fue roto por una protocolaria "recomendación1.1 de la ONU para que los niños secuestrados fueran devueltos. Y allí terminó todo. Ese no era un "crimen contra la humanidad". ¡Sólo se trataba de niños griegos! ¡Sólo se trataba de "goims"!...

La suerte de Polonia no fue menos desastrosa. Dizque la guerra se había iniciado para salvarla de que cediera una faja de terreno que Alemania reclamaba para construir un ferrocarril de 50 kilómetros. Y al consumarse la "victoria", Polonia entera fue cedida al bolchevismo. Dirigentes judíos se impusieron en todos los países esclavizados con el apovo del Ejército Rojo. En Polonia: lacob Berman, Julius Kazulcy, losif Cyrankiewicz (Primer Ministro), Hillary Mink, Klisko, Kochcanowiecz, etc., etc. En Checoslovaquia: Wladimir Clementis, Vaclay David, Firi Hendrich y todos los rabinos. En la Alemania Oriental: Ulbricht, Grothewohl, Zeisser y Eisler, a quien la viuda de Roosevelt ayudó a es­capar de Estados Unidos, después de que se descubrió que era traidor y agente Marxista.

En Hungría: Matías Rakosi, Zoltan Vas, Erno Gero y ios altos jefes policíacos. En Yugoslavia: el Dr. Moseh, como presiden­te del consejo de leyes: lilis Biívert, como ministro de-relaciones, el general Kóstanaye y el propio jefe "Tito". En Rumania, la judía Anna Robinson Pauker asumió el poder junto con otros israelitas, y así por el estilo ocurrió en todos los países devorados por el marxismo.

En aquel entonces el monopolio propagandístico internacional guar­dó silencio sobre la nacionalidad verdadera de los esclavizadores de media Europa, pero luego la reveló en forma indirecta cuando Stalin entró en conflicto con varios dirigentes judíos.

Toda la Europa Central fue violentamente comunizada. "Los rusos llegan a los países conquistados —dice el Almirante Zacharías—con un sistema altamente perfeccionado de extermi­nio y coordinación. Llegan con listas, negras y pelotones de eje­cución. .. Tres noches de anarquía y terror son suficientes para reducir un país ocupado a la más abyecta sumisión, para purgar­lo, de sus dirigentes democráticos y emascularlo en ciega có­lera".

En efecto, la Conferencia de Europa Central y Orienta) informó el 7 de diciembre de 1951 que "más de ocho millones de habitantes de los países satélites de la URSS han sido deportados por órdenes estrictas llegadas de Moscú". De Checoslovaquia fueron removidos 600,000 habitantes; de Hungría, 300,000; de Polonia, 1.700,000; de Rumania, 3.160,000, a fin de abatir todo intento de resistencia al nue­vo régimen bolchevique. Los opositores conocidos son eliminados y los opositores potenciales (núcleos que piensan o dirigen) son disper­sados o confinados. Es éste el infalible procedimiento de "ingeniería social".

Ese sistema de "ingeniería social" es el que de tiempo en tiempo impide que el descontento del pueblo ruso se organice en grupos y estalle. Se trata de un arma que los países occidentales jamás han conocido. No es un terror esporádico, ciego, de ese que en vez de aplastar a la masa la subleva, sino un terror "tecnificado", "científi­co", que abruma y desarma.

El general español Valentín González fue testigo de tres movimien­tos de "depuración" en masa, tanto en Ucrania como en Rusia Blan­ca. Las tropas rusas que durante la guerra franquearon la cortina de acero y contemplaron otro sistema de vida, por ese sólo hecho se hi­cieron sospechosas ante el Kremlin y con el pretexto de desmovilización se las llevó a campos de concentración. También a los prisioneros rusos repatriados se les llevó a campos de trabajo forzado, a fin de que no fueran a referir sus experiencias bajo un régimen distinto al marxista. El general González (antiguamente comunista) dice que el pueblo ruso como tal está desintegrado. "En Rusia sólo cuentan el Estado y el régimen...

Unos calculaban en 1949 que el número de deportados ascendía a IO millones; otros, que a 15... Yo calculo que hay 23 millones, de los cuales 19 son soviéticos y 4 son extranjeros".

Para las nuevas generaciones hay otro sistema bolchevique de do­minación menos violento y más eficaz. Consiste en la subyugación de la voluntad: se les toma desde la cuna, se les sigue en la escuela, en las diversiones, en las lecturas diarias, y no se les abandona ya jamás. Simultáneamente se les inculca odio fanático a todo lo que no sea marxismo, y en esta forma las nuevas generaciones se en­cuentran —sin saberlo— en una doble prisión física y mental. .

Quienes accidentalmente salieron de esa prisión como soldados cau­tivos de los alemanes afrontaron una vida dura de privaciones en las fábricas del Reich o en los campos de concentración; y sin embargo, aún resultó menos amarga que aquella que estaban habituados a so­brellevar. Al terminar las hostilidades hubo un alto porcentaje de pri­sioneros que se opusieron tenazmente a la "repatriación". En la zona ocupada por ingleses los prisioneros pidieron dramáticamente que me­jor se les llevara a trabajar a Inglaterra, pero Roosevelt había prome­tido en Yalta que esos infelices serían entregados a la URSS y así lo hizo Truman. En muchos sitios fue necesaria la intervención de las tro­pas aliadas para hacer marchar a los cautivos rumbo a la "repatria­ción". El hecho de que medio millón de ex combatientes rusos se dis­persaran por Europa y burlaran a sus perseguidores —a veces hasta negando la verdadera nacionalidad— es un síntoma de la repulsión que sentían de volver a ser súbditos del marxismo.

Uno de esos cautivos que rehuyeron el regreso a la URSS, el capi­tán Konstantinov, insiste en que no debe identificarse al pueblo ruso con el régimen soviético. El ruso vive cautivo dentro de sus fronteras y no se le permite que viaje libremente por el extranjero. Cuando una delegación sale a tal o cual país, es objeto de vigilancia y su familia queda como rehén.

Así lo vio también el general Richard Hilton durante los dos años que fue agregado militar inglés en Moscú. Dice que los visitantes de .la URSS se dividen en dos categorías: los que por sus tendencias izquierdistas son agasajados y cuidadosamente conducidos por deter­minados sitios agradables, y los que por necesidad del servicio tienen que desempeñar algún cargo en Rusia. "A éstos —especifica en su libro 'Agregado Militar en Moscú'— se les considera con la más profunda sospecha; cada movimiento es vigilado y cualquier in­tento de mezclarse con el vulgo es evitado o por lo menos enormemente entorpecido".

Afirma que sólo después de una larga permanencia en la URSS —no como turista sujeto a recorrido fijo—, puede irse viendo hasta qué grado la población vive no como un pueblo en el seno de su Patria, sino como habitante de un inmenso campo de concentración. Moscú y Leningrado, recientemente abier­tos al turismo, fueron arreglados como aparadores, con cicerones de confianza y sitios de teatral exhibición.
Pese a la tremenda-vigilancia, de 1945 a 1961 lograron huir del bloque comunista 10 millones 608,000 personas.

LA "LIBERTAD"
QUE ROOSEVELT PROPICIO


En 1938 Hítler multó a la comunidad judía de Alemania debido al asesinato del diplomático alemán Von Rath, co­metido por el terrorista hebreo Herschell Grynszpan. Roosevelt se apre­suró a protestar contra la multa y la llamó un acto de "terror y des­afuero". Dijo que apenas podía creer que tales barbaridades ocurrie­ran en "pleno siglo XX". Justamente en el mismo siglo el régimen marxista realizaba matanzas sin precedentes para afianzar su dominio en la URSS. Y justamente en ese mismo siglo XX Roosevelt le brindó la oportunidad de expandirse más. Mediante una guerra barnizada de frases de '"libertad" y "justicia", el marxismo unció a su carro a otros 697 millones de seres...

Otro de los pretextos bélicos esgrimidos por Roosevelt y su ca­marilla de los Hopkins, los Baruch y los Rockefeller fue el de que la libertad religiosa se hallaba amenazada por Alemania. Precisamente entonces esa libertad era orgiásticamente pisoteada en la URSS. El aparente fervor/eligióse'de Roosevelt no tenía más fin que engañar a las masas creyentes y hacerlas combatir, sarcásticamente, en favor de los enemigos del cristianismo. Y así se consumó otro aspecto incon­cebible de la Derrota Mundial... (1)

(1) Sarcástica paradoja fue que Roosevelt, masón 33, tratara de mez­clar la religión en su conspiración prosoviética.

En cuanto a la religión, ya el Papa Pío XI había condenado desde mu­cho antes de la guerra la pretensión nazista de las razas superiores e infe­riores. En su encíclica Mit Brennender Sorge, del 14 de marzo de 1937, expuso detalladamente que esa teoría racista carecía de bases, dada la igual­dad moral de los hombres como hijos de Dios. Igualmente censuraba di­versas violaciones del nazismo al concordato que tenia en vigor con el Vaticano.

Con anterioridad, el 29 de junio de 1931, en su encíclica Non Abbiamo Bisogno, había condenado diversos aspectos de la educación pública en Italia y señalado infracciones al concordato entre Mussolini y la Santa Sede.
Y en cuanto al comunismo, lo condenó el 19 de marzo de 1937 en su encíclica Divini Redemptoris por su materialismo, su ateísmo y su empeño en suprimir la religión en la vida del .hombre.

En 1950 el Vaticano hizo un balance de la "libertad" religiosa que Roosevelt había propiciado con su apoyo a la URSS. "Aproximadamente 12,000 sacerdotes católicos —dijo el Vaticano— han sido muertos, hechos prisioneros o desterrados por los gobiernos co­munistas de los países satélites de Rusia durante los últimos 5 años... Sólo en Ucrania, desde 1945, más de 3,600 sacerdotes han sido muertos, y 1,000 iglesias y capillas clausuradas o arra­sadas. .. En Estonia, Cetonia y Lituania, mil sacerdotes muertos o encarcelados; en Polonia 1,000 sacerdotes deportados; en Checoslovaquia, 300 sacerdotes encarcelados; en Hungría, mil religiosos encarcelados, 538 muertos o deportados y 580 retirados de sus ministerios", etc.

El 8 de enero de 1952 la Agencia "Noticias Católicas" transmitió desde Washington un informe puntualizando que "la persecución desa­tada contra la Iglesia tras la Muralla de Hierro no tiene paralelo en la Historia contemporánea, ni en su intensidad, ni en el vastísimo número de pueblos y víctimas... El mundo ignora el nú­mero de cristianos que han muerto como mártires modernos de la fe, que languidecen en las cárceles y en los campos de con­centración o que han tenido que buscar en el destierro el aire para sobrevivir".

Refiriéndose a todo esto el Papa Pío XII denunció en su encíclica del 30 de diciembre de 1952 que 50 millones de cristianos eran per­seguidos y hostilizados por la URSS: "No podemos dejar pasar en silencio a estos fieles del rito latino y del oriental, a los que des­pués de haber sido desalojados de sus patrias y de sus hoga­res y desterrados a tierras desconocidas y distantes, se les priva ahora de sus legítimos sacerdotes, quienes podrían consolarlos, ayudarlos y dirigirlos... En muchas regiones en las que florece especialmente el rito oriental se ha desatado una nueva tempes­tad que trata de desalojar, devastar y destruir, dejándolas en la miseria, a las florecientes comunidades cristianas. El-propio pueblo norteamericano padeció en carne propia una mí­nima parte del terror bolchevique de Asia. El 14 de noviembre de 1951 el 8o. ejército norteamericano declaró en Corea que "en actos de barbarie única" los chinos comunistas habían dado muerte a 5,500 nor­teamericanos, sin incluir a los sudcoreanos, cuyos prisioneros ejecuta­dos ascendían aproximadamente a 11,000. Agregó dicho informe —re­dactado por el coronel James M. Hanley, jefe de la sección judicial del 8o. ejército— que 250,000 civiles habían sido también víctimas de las atrocidades de los rojos durante la ocupación temporal de Sud-corea.

Estos datos fueron dados a la publicidad sin la aprobación de los altos círculos políticos. Una de las poderosas agencias informativas de prensa puso inmediatamente amortiguador a la noticia del asesina­to de los 5,500 prisioneros norteamericanos, y en un mensaje fechado en Washington dijo mañosamente: "Hoy surgieron indicios de escep­ticismo acerca del anunciado asesinato de 5,500 prisioneros nor­teamericanos de guerra en Corea, en tanto que el general Ridg-way continuaba una investigación en escala cabal en relación con el relato que conmovió a los Estados Unidos. Se insinúa en Wash­ington que probablemente hay duplicación en lo concerniente a algunas de las cifras de las muertes anunciadas". Luego añadía otras versiones anónimas procedentes de Londres, que también ponían en tela de duda los informes revelados por el 8o. ejército' norteamericano.

Pero el día 19 de diciembre el informe del 8o. ejército quedó confirmado con creces cuando los comunistas en­tregaron en Munsan una lista de. prisioneros en la que sólo figuraban 3,198 norteamericanos como supervivientes de los 12,000 capturados. A renglón seguido el monopolio judío informativo restó importancia a ese suceso sensacional cablegrafiando mañosamente a todos los pe­riódicos del mundo: "La noticia de que sólo 3,198 norteamericanos de los casi 12,000 que han desaparecido se hallaban en la lista de prisioneros de los rojos, no fue ninguna sorpresa, en atención a los recientes informes sobre las atrocidades cometidas por los comunistas. Las autoridades aliadas habían informado anterior­mente que entre 6,000 y 8,000 soldados norteamericanos fueron asesinados por los rojos. Se esperaba, por tanto/que figurarían en la lista de prisioneros menos de 4,000".

Naturalmente, no era "ninguna sorpresa" que jóvenes americanos fueran asesinados por los rojos. Lo que años antes sí constituía un mo­tivo de sorpresa, de gritería y de agitación mundial, era que Hitler molestara a alguno de los miembros del pueblo que se cree "elegido" para el dominio del mundo. Cuando no se trata de ellos (seres supe­riores), sino simplemente de cristianos, confucianos y budistas, no hay "crímenes contra la humanidad", ni sorpresa alguna, ni bochorno por­que esas cosas ocurran "en pleno siglo XX".

Cuando en agosto de 1953 se efectuó en Panmunjón el canje de pri­sioneros, los supervivientes norteamericanos comenzaron a narrar los horrores que habían sufrido y que habían visto sufrir a sus compañeros que luego murieron en el cautiverio; el cabo Richard M. Davis relató que hubo una "marcha de la muerte" en febrero de 1951 y que de 1,400 prisioneros sólo sobrevivieron 150. El mayor John Daujat —como muchos otros— comenzó a dar detalles de diversos actos de terrorismo, pero la censura oficial impidió que siguiera hablando, según revelación hecha por el periodista Víctor Kendrick.

¡Tales fueron las libertades propiciadas por Roosevelt!... Cuánta ra­zón tenía Streicher cuando al subir al cadalso dijo a su verdugo ame­ricano: "¡Un día los bolcheviques lo colgarán a usted!"...

El monopolio mundial informativo judío —que tan eficazmente agitó al mundo cuando Hitler barría de la vida pública alemana la influencia del judaísmo político y de su hijastra la masonería— ha encubierto con relatos fragmentarios y con discreto silencio muchos de los horrores-con que el marxismo se expande en Asia y en Europa y gana en Cuba su primera base en América.

Por cierto que Churchill no le iba a la zaga a Roosevelt, pues cuando al terminar la guerra mundial Franco sugirió una alianza para defender a Europa de la amenaza comunista, Churchill le contesto que debería abandonar esa idea porque Inglaterra no formaría ninguna alianza fren­te a la URSS. "No hay exageración o cumplido-de estilo florido —aña­día Churchill— cuando digo que considero la vida del mariscal Stalin como sumamente preciosa para las esperanzas y los corazones de todos nosotros".

"El 15 de diciembre de 1958 el Papa Juan XXIII denunció que el co­munismo utilizaba el terror para provocar un cisma religioso en China. Y agregaba: "¡Oh, si las personas honestas pudiesen conocer los cla­mores que llegan hasta nuestros oídos! Clamores de seres, que oprimidos, pero no vencidos por extenuantes torturas, encuentran todavía la tuerza para dar a conocer su amor y su fidelidad". Ese cisma religioso en China es parte del plan marxista-judío para infiltrar y destruir a la Iglesia "por dentro", en vez de los costosos y poco eficaces asaltos frontales desde el exterior. El nuevo "arzobispo" de Pekín y "primado de China", Yau Kuan Yi, conserva todas las for­mas exteriores del catolicismo, pero trabaja en contra de la Iglesia ya favor de la URSS. Enseña a sus feligreses que "el comunismo es ene­migo de los imperialistas y que por ello los papas son enemigos del comunismo... El humanismo de la doctrina comunista es cristia­nismo. ... el espíritu de la doctrina comunista no difiere en abso­luto del espíritu cristiano".

Ya en 1951 los jefes comunistas asiáticos se enorgullecían de haber liquidado a un millón trescientos mil "contrarrevolucionarios". (1) Y el Dr. Yu Tsunne-Chi, del Gobierno Nacionalista, relató la forma en que el marxismo estaba consolidando su dominio. Se arrasó a los círculos so­ciales donde podían subsistir chinos anticomunistas, y grandes núcleos de población fueron trasladados en masa y dispersados en puntos muy distantes. Era el eficaz procedimiento de la "ingeniería social", según el cual toda medida de represión en pequeña dosis hace fermentar intentos de rebelión, pero aplicada en forma masiva, abruma y des­quicia a los oposicionistas hasta volverlos cobardes o impotentes.

(1) Contra lo que se supone, en Asia también hay jefes judio-marxistas, casi irreconocibles bajo rasgos asiáticos. Descienden de una de las tribus perdidas, que' se radicó en China un siglo antes de nuestra Era y que ha tenido cruzamientos con mongoles. Volvieron a establecer contac­to con el judaismo internacional al llegar a Asia el imperialismo británico.

El Almirante Charles M. Cocke, ex jefe de la Séptima Flota Ameri­cana en el Extremo Oriente, declaró el 2 de junio de 1952 que en los últimos 14 meses, 15 millones de chinos sospechosos de anticomunis­mo habían sido desarraigados de su suelo y dispersados por todo el país.

Chiang Kai Shek ha intentado desembarcar tropas en China para, liberarla, pero ni Truman ni Eisenhower se lo permitieron. Así se da tiempo a que el bolchevismo destroce la resistencia del pueblo y con­solide sus ganancias. Todo esto sin perjuicio de hablar a veces contra el comunismo y de protegerlo con hechos. Por cierto que a partir de 1960 se han venido gradualmente reduciendo las menciones desfavo­rables al comunismo en el monopolio de la información internacional de prensa. Incluso a los terroristas rojos se les designa ambiguamente con la palabra "extremistas", que se aplica igualmente a los antico­munistas activos.

Según informes reunidos en la Isla de Formosa (último reducto de los chinos nacionalistas), hasta mediados de 1957 habían sido asesina­dos por los rojos 19 millones 278,000 chinos, en un período de ocho años. Otros 25 millones se hallaban en campos de trabajo forzado. En junio de 1957 el gobierno de China Roja invitó a todo el pueblo a criticar libremente al régimen para hacer rectificaciones. Pero se tra­taba de una ingeniosa trampa porque .semanas más tarde los criti­cadores fueron capturados. Así cayeron muchos anticomunistas que se habían salvado de otras "purgas".

En el aspecto técnico e industrial, China Roja ha prosperado ex­traordinariamente bajo el bolchevismo. Hasta 1959 la URSS le había dado crédito por 3,705 millones de dólares para industrialización. En un período de 6 años los escolares de primera enseñanza aumentaron en un 70% y los de secundaria en un cuatrocientos por ciento, y un total de 98 millones de niños y jóvenes quedaron sujetos a la enseñanza marxista.

Los 538 millones de chinos perdieron su libertad, pero están siendo comunizados y utilizados en explotar las riquezas materiales del país para convertirlo en una gigantesca potencia militar, tal como se hizo con Rusia después de la revolución comunista".

De idéntica manera este progreso industrial de China se asienta sobre ríos de sangre y millones de seres confinados en campos de tra­bajo forzado. Y al igual que la URSS, van "limpiándose" algunas ciu­dades y arreglándose como aparadores para que turistas incautos pongan los ojos en blanco al contemplar tanta belleza del marxismo. Pero no se les permite echar una mirada al infierno que hay detrás. En el invierno de 1961 era ya inocultable que la reforma agraria mar­xista había agravado el hambre en China, tanto que en Cantón hubo disturbios y hasta los milicianos se rebelaron y mataron a sus jefes comunistas. Una enorme mayoría de la población comía la tercera par­te de lo normal y el régimen necesitó adquirir trigo y arroz en los Países de "atrasada" economía capitalista. Eso permitió al régimen bolchevique aumentar en primer lugar la ración alimenticia a las tropas para conservar su dominio.

El israelita Zinoviev, jefe de la Tercera Internacional, con mucha visión política había dicho en Bakú en septiembre de 1920: "La ver­dadera revolución mundial estallará cuando los 800 millones que viven en Asia se unan con nosotros".
25 años después otros dos israelitas (Roosevelt y Truman) traicio­naron a China y la entregaron para engrosar las filas de la "revolución mundial", planeada por el también israelita Karl Marx.

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