viernes, 16 de enero de 2009

Capítulo XI 3ª Parte.

ASIA FUE TRAICIONADA
Y ENTREGADA AL BOLCHEVISMO

A principios de 1945 el Ja­pón estaba exhausto y su des­plome era inminente. Sin em­bargo, dice el escritor norteamericano Hanson Baldwin, inexplicable­mente se hicieron circular versiones de que los japoneses disponían todavía de dos millones de soldados de primera línea y de una pode­rosa aviación, y tras la mampara de esta mentira se apoyaron las ges­tiones de Roosevelt para que Rusia participara en la guerra de Asia y con unas cuantas escaramuzas se hiciera acreedora al botín que iba a obsequiársele. Incluso se le dieron territorios que no pertenecían a Estados Unidos, sino a China, que había sido un fiel aliado de las po­tencias occidentales.

Chiang Kai Shek era tan enemigo del imperialismo japonés como del bolchevismo. En 1927 dirigió un asalto a la embajada soviética y se apoderó de vasta documentación sobre los planes del Kremlin para bolchevizar a China. Entonces rompió sus relaciones con Moscú. Años más tarde, durante la guerra chino-japonesa, Chiang Kai Shek recibió decidido apoyo de Roosevelt. Pero en cuanto Japón cayó, se desen­cadenó una campaña de propaganda en contra de Chiang, a quien se le atribuían inmoralidades en el manejo de los fondos (públicos, y se le privó de la ayuda norteamericana. Esto abrió las puertas de Asia al marxismo. Es curioso que a Chiang Kai Shek se le trató deferentemen­te como aliado mientras combatía contra japoneses, pero en cuanto ya sólo era un estorbo al comunismo se le repudió como ladrón.

Indignado por esa política procomunista de traición a Asia y al pueblo norteamericano, el embajador estadounidense en China, ge­neral Patrick Hurley, renunció en el otoño de 1945 y denunció que "su labor había sido obstruida por los comunistas y sus simpatizadores en el Departamento de Estado y el servicio exterior norteamericano". El general Marshall fue entonces enviado a China por el Presidente Truman e impuso un armisticio entre nacionalistas y comunistas, categóricamente favorable para éstos. "A principios del verano de 1946, para obligar al presidente Chiang Kai Shek a aceptar co­munistas en e gobierno chino, el general Marshall hizo que el Departamento de Estado negara' licencias para exportar muni­ciones a China. Desde el verano de 1946 hasta febrero de 1948, el ejército chino no recibió ni un solo cartucho ni una sola gra­nada... En septiembre de 1946 Marshall rompió deliberadamen­te el contrato del gobierno norteamericano para mandar aviones al gobierno de China". (1)

(1) "Cómo los Estados Unidos Ganaron la Guerra y por qué Están a Punto de Perder la Paz"
.—William C. Bullit.

...Cuando varios americanos prominentes comenzaron, a advertir que era una espantosa traición entregar China, a la URSS, el propio gene­ral Marshall (Secretario de Estado) los tranquilizó diciéndoles que Mao Tse Tung no era rojo, sino "agrarista reformista".

Por lo menos 23 libros procomunistas publicados en Estados Uni­dos fueron elogiosamente comentados por periódicos y revistas de judíos, en tanto que los libros que revelaban la amenaza marxista eran censurados o boycoteados con el silencio. (2)

(2) Mientras Dormíamos se Perdió un Continente.—John T. Flynn.

Forrestal, Secretario norteamericano de Marina, prestó gran aten­ción el 23 de noviembre.de 1944 a un memorándum de Bert Andrews, en que hablaba de la increíble política prosoviética que se estaba siguiendo en China: "Afirma Andrews —anotó Forrestal— que la historia del mundo para los próximos diez mil años será escrita en el Pacífico. Dijo que Europa caerá bajo la hegemonía sovié­tica. .. En su más duro ataque contra Washington manifestó que ellos eran culpables de traición y sabotaje al no apoyar adecuada­mente la guerra del Pacífico".

Al año siguiente Forrestal se enteró de que Truman había enviado al traidor Hopkins a hablar con Stalin, acerca del Pacífico, y que Hopkins volvió con un optimista informe para el pueblo norteameri­cano, en el sentido de que Stalin no tenía pretensiones sobre China y que apoyaría a Chiang Kai Shek. El pueblo norteamericano fue en­gañado una vez más.

El 20 de noviembre de 1945 Mr. Forrestal (entonces Secretario de Marina de Estados Unidos), anotó en su Diario: "Hay una fuerte pre­sión para sacar a los norteamericanos de China, particularmente a la infantería de Marina. Si lo hacemos invitamos a un vacío de anarquía en Manchuria y es obvió que tal vacío será inun­dado por los japoneses o los rusos". Agrega la anotación que el Almirante Mitscher preveía "que en cualquier futura guerra con una combinación de Rusia y las potencias asiáticas, el poderío humano de tal combinación sería tremendo".

.Añade el propio Forrestal que el 10 de agosto de 1946 el general McArthur le dijo que Chiang Kai Shek estaba de parte de los Estados Unidos y que era necesario apoyarlo, y sobre el particular censuró a los escritores del ala izquierda en la prensa norteamericana. "Estos —dijo— les hacen el juego, consciente o inconscientemente, a los co­munistas, contra los intereses de su propia patria". Sin embargo, los más altos funcionarios apoyaban esa traición y el Secretario de Estado, Byrnes, sugirió el 26 de noviembre de 1945 —dice Mr. Forres­tal— que "se presionara a Chiang a fusionarse con los comunistas, diciéndole que de no hacerlo se le suspendería la ayuda norteamericana".
Lo anterior lo ratificó también el general Albert C. Wedemeyer, ex Embajador de Estados Unidos en China.

Pero pese a los esfuerzos de Forrestal, secretario de Marina, del general MacArthur, comandante de las tropas americanas en Japón, y de otros prominentes jefes estadounidenses, el grupo del presiden­te Harry Salomón Truman consumó la entrega dé China al comunis­mo. Habiéndole suspendido la entrega de armas a Chiang Kai Shek, en tanto que su -opositor Máo Tse Tung recibía abundante ayuda de la URSS, las tropas chinas nacionalistas fueron arrolladas y Chiang tuvo que retirarse hasta la isla de Formosa. Todo un pueblo de 538 mi­llones de habitantes dejó de ser un valladar anticomunista en Asia y 'se convirtió en cautivo de los rojos. Lo que era un aliado se transfor­mó en un terrible peligro para el Mundo Occidental. Corea fue ape­nas el despuntar de esa amenaza...

Después de que Polonia, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Bul­garia, Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia y Albania habían sido traicionadas y entregadas al marxismo, la entrega de China fue tan evidente y tan criminal que provocó profunda alarma en Estados Uni­dos. Comenzó a verse entonces más claramente que Roosevelt había sido un traidor y que Truman le' seguía los pasos. El Comité de Investiga­ción de los Actos Antiamericanos, creado por el diputado Dies y en un tiempo frenado por el presidente Roosevelt, llegó a integrar una lista de 2,000' funcionarios que favorecían la expansión del marxismo. Además, en 1950 el senador. McCarthy comenzó a denunciar clara­mente las inauditas maniobras de los más altos funcionarios del país, que favorecían a la URSS.

Todo esto provocó un punto de cambio en la ya cínica conducta de los traidores, que se volvieron entonces menos ostentosos y más precavidos. Y fue en esos días cuando surgió súbitamente la guerra de Corea como gigantesca mampara del contubernio con el bolche­vismo. Y mientras por un lado se favorecía a éste con solapadas pero eficaces concesiones, por el otra se le "combatía" ineficazmente pa­ra acallar así el descontento popular y despistar a quienes ya estaban advirtiendo algo siniestro en la política exterior de la Casa Blanca.

Ahora bien, ese "combate" no debería ir tan lejos, ni ser tan eficaz y verdadero como el general MacArthur lo quería. Así empezaron las dificultades entre él y Truman. Por principio de cuentas MacArthur comenzó por evidenciar el absurdo de que a Chiang Kai Shek se le hubiera proclamado paladín de la libertad y uno de los "cinco gran­des" cuando luchaba contra los japoneses, y en cambio se le negara ayuda y se le presentara como tiranuelo, despilfarrador e inútil cuan­do ya sólo representaba una barrera anticomunista en Asia. . Bien pronto la guerra de Corea reveló cuanta razón tenían Forres­tal y otros jefes norteamericanos cuando calificaban de traición el rápido desarme. Meses más tarde centenas de millares de chinos fue­ron lanzados por los comunistas contra las tropas de MacArthur. El potencial humano que Roosevelt, Truman y el movimiento político ju­dío habían cedido al marxismo israelita de Moscú, estaba siendo uti­lizado ya contra el pueblo americano.

Ante esa indignante situación el general MacArthur hizo tres de­mandas a Truman: bloqueo de China roja; ataques aéreos a Manchuria, y refuerzos a Chiang Kai Shek para que participara en la lucha. Eso era tanto como practicar el anticomunismo en serio, y en los tres puntos se le contestó negativamente. Por último, se le destituyó.

¡Había cometido el crimen de ver con claridad!...

"Pedí refuerzos, dijo MacArthur el 19 de abril de 1951, pero se me informó que no se disponía de ellos. Señalé claramente que si no se permitía que destruyéramos las bases construidas por el enemigo en el norte de Jalú, si no se permitía que usáramos la fuerza china amiga de 600,000 hombres que hay en Formosa, si no se permitía que bloqueáramos la costa china para evitar que los rojos chinos recibieran socorros del exterior, y si no había esperanza de recibir refuerzos considerables, la posición del man­do desde el punto de vista militar hacía prohibitiva la victoria... ¿Por qué —me preguntaban mis soldados— cederle ventajas mi­litares a un enemigo en campaña? No pude contestarles".

MacArthur fue acusado de belicoso por pedir esa victoria. Es ex­traño que mientras se trató de luchar contra el nacionalismo de Hitler, los estadistas consideraron un delito ser pacifista, pero cuando se trató de luchar contra el bolchevismo, el delito consistía en no ser "apaciguador".

MacArthur recogió e interpretó —con autoridad y honradez— una gran inquietud del pueblo norteamericano. E! pueblo le dio su apro­bación en espontáneas manifestaciones de apoyo. Y porque veía con claridad y porque estuvo con su pueblo y no con las altas esferas pro­comunistas, fue destituido y maniobrado para anularlo como candidato a la presidencia.

Acerca de las protestas de MacArthur, de numerosos, legisladores y de millones de estadounidenses porque miles de jóvenes estaban mu­riendo en Corea sin esperanzas de victoria, Truman dijo que eran sim­ple "demagogia". Inauditamente replicó por qué no protestaban por las bajas que la población sufría en los accidentes de las carreteras, que anualmente costaban 35,000 vidas y un millón de lesionados. ¡Den­tro de los planes judíos no hay conmiseración para los goims"(1) Más tarde MacArthur reveló al periodista Jim G. Lucas, de la Scrippe-Howard (enero 20 de 1954) qué todos los mensajes que él en­viaba a la Casa Blanca, sobre sus planes y la situación de sus tropas, el Departamento de Estado americano los hacía llegar a los comunistas chinos, con agregados de lo que la Casa Blanca le permitiría o le im­pediría hacer a MacArthur.

Otro comandante norteamericano siguió los pasos de MacArthur. El general James A. Van Fleet, comandante del octavo ejército ame­ricano en el frente de Corea, declaró ante el Senado (marzo 5 de 1953) que en junio de 1951 estaba "pidiendo a gritos" al Departa­mento de la Defensa que lo dejara en libertad de actuar porque tenía a los comunistas en fuga y podía aplicarles un golpe de muerte... Pero se le ordenó no avanzar. La aparente lucha antibolchevique no debería ir tan lejos que se convirtiera en auténtica. Posteriormente Van Fleet pidió su retiro del ejército y escribió:

"Durante los 22 meses de mi mando frecuentemente advertí oportunidades favorables para destruir los ejércitos y los mate­riales bélicos de los chinos rojos... Ahora bien, cuando un co­mandante militar en plena guerra descubre una oportunidad para la victoria, y sus superiores, por razones de alta política, le ordenan que no lleve adelante su ventaja, tiene que padecer una sensación de fracaso... Ahora, desde mi retiro, hablo al pueblo americano con la mayor claridad posible, en defensa de lo que creo ser del interés de mi país... Mi conciencia no me permite callar". (2)

(1) Término hebreo despectivo para los cristianos.
(2) "La Verdad sobre Corea".-rGral. James A. Van Fleet.

Al igual que tos generales MacArthur y Van Fleet, el general Mark Clark —sucesor de MacArthur— declaró que los altos jefes de la po­lítica impidieron varias veces el triunfo en Corea; Disgustado por ese absurdo también pidió su retiro y se dedicó a vender maquinaria agrí­cola. El general Albert C. Wedemeyer siguió el mismo camino. Todos ellos habían querido defender los intereses del pueblo norteamerica­no; todos ellos habían sido anticomunistas de verdad y por tanto no resultaban útiles para la mascarada sangrienta de Truman y de sus consejeros israelitas. Cuando el pro-comunismo de Roosevelt y de sus herederos estaba a punto de colmar la paciencia del pueblo norte­americano, Truman erigió la mampara macabra de Corea. ¡Ahí estaba combatiendo al comunismo!... Pero tras la sangre de la juventud americana se ocultaba el siniestro contubernio con el marxismo israelita. En cuanto algún comandante quería pasar de la mascarada al au­téntico combate antibolchevique, se volvía automáticamente no apto para el mando. Por eso destituyeron a Wedemeyer, a MacArthur, a Van Fleet y a Marlc Clark...

Hablar ostentosamente en contra del comunismo, pero actuar dis­cretamente a favor de él, es la fórmula que han venido empleando las fuerzas que engañan y traicionan al mundo occidental. Esa fórmula triunfó en medía Europa en 1945; en Corea del Norte en 1948; en Manchuria en octubre del mismo año; en China, en enero de 1951;. en el Tibet, en 1951 y en 1959; en Indochina en julio de 1954; en las Islas Tachen en febrero de 1955; en las Quemoy en 1958, en el Medio Oriente en 1956, 1957 y 1958; en el Congo y en Laos en 1961; en Cuba de 1959 a 1967 y cada día más visiblemente en toda Iberoamérica.

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