miércoles, 21 de enero de 2009

Capítulo XI 5ª Parte.

JUDÍOS EN LAS DOS
BARAJAS EN JUEGO


Entre los valiosos testimonios que dejó en su Diario James V. Forrestal, Secretario de la Defensa de Estados Unidos en 1947, figura el de haber presenciado cómo los israelitas deslizan ocultos re­presentantes suyos en los dos bandos de cualquier lucha política. Así aseguran infaliblemente un punto de apoyo para sus intereses. Los partidos demócrata y republicano de Estados Unidos son un buen ejemplo.

James V. Forrestal refiere que el 4 de septiembre de 1947, siendo Secretario de la Defensa, escuchó decir al Administrador General de Correos, Mr. Hannegan, que "no quería hacer presión pero que una declaración con referencia a la entrada de 150,000 judíos en Palestina tendría una gran influencia y un gran efecto en la recaudación de fondos para el Comité Nacional Demócrata. .."

Forrestal desaprobó esa influencia extraña sobre el Partido Demó­crata y trató de ganarse al senador McGrath para rechazarla, pero sus esfuerzos fracasaron y advirtió sorprendido que tal influencia era tan poderosa que todo político rehuía enfrentarla, quizá para no da­ñar su carrera. (Desde 1880 la influencia judía en el Partido Demócrata era poderosa y se acentuó más a principios del siglo XX, con la inter­vención del grupo judío de Louis Dembitz Brandéis).

Forrestal siguió insistiendo en que era dañina la influencia hebrea en los altos círculos políticos estadounidenses y el 3 de diciembre (1947) discutió el punto con el Secretario de Estado Byrnes y le dijo que era necesario que tanto los demócratas como los republicanos convinieran en no utilizar la cuestión judía como un punto de apoyo. Byrnes se mostró pesimista y le hizo ver a Forrestal que "el rabino Abba Hillel Silver (de Nueva York) era uno de los individuos más alle­gados a Taft".
Sin haber conseguido nada con el senador McGrath, ni con el Secretario de Estado Byrnes, Forrestal se entrevistó el 10 de diciembre con el senador Vandenberg para pedirle que los republicanos dejaran de usar el apoyo israelita "en la política de partido". Vandenberg le contestó que los demócratas lo usaban y que ellos tenían que hacer lo mismo. El partido que prescindiera de ese apoyo —dijo Vanden­berg— quedaría en desventaja frente al otro.

Tres días más tarde Forrestal habló con el gobernador Dewey, quien también se mostró pesimista respecto a la posibilidad de prescindir de la alianza judía.

Dos meses después, en febrero de 1948, Forrestal discutió el asunto con Franklin D. Roosevelt, hijo, quien exaltadamente defendió la in­tervención israelita. A su vez, Forrestal lo increpó acremente y le dijo que tan sólo estaba procurando que demócratas y republicanos pres­cindieran del apoyo judío para que pudieran actuar libremente en cues­tiones de política internacional. Franklin contestó —dice Forrestal en su Diario— que "esto era imposible, que la Nación estaba demasiado comprometida y que, además, el Partido Demócrata estaría avo­cado a perder y los republicanos a ganar con un convenio semejante. Yo dije que me veía obligado a repetirle lo que le había dicho al senador McGrath, en respuesta a la observación de este último, de que si no cooperábamos con los sionistas perderíamos los Estados de Nueva York, Pennsilvania y California. Agregué que creía que ya era tiempo de que alguien le prestara atención al problema de si podríamos o no perder también a los Estados Unidos".

Una versión del "New York Herald Tribune" agrega sobre el parti­cular que "Forrestal hizo un último esfuerzo a fin de obtener el apoyo del Departamento de Estado para su campaña, pero logró muy poco estímulo... Bernard Baruch le advirtió a Forrestal que se mostrase menos activo al respecto, ya que tendía a hacerle daño a su posición". (Baruch, judío, fue consejero de los presidentes des­de 1915 hasta 1965).

Y en efecto, los esfuerzos de Forrestal, primero contra el repentino desarme, luego contra la entrega de China a la URSS y finalmente por evitar que el movimiento judío siguiera influyendo en la política exterior norteamericana, lo llevaron a un súbito fracaso, que cierta­mente le fue prevenido por Baruch. Una campaña de difamación en su contra surgió sospechosamente en numerosos diarios y radiodifu­soras. No se le atacó por su política, sino por cuestiones muy ajenas. Incluso se le presentó como un antiguo defraudador del Fisco y se le infamó al margen de un robo de joyas de su esposa. El periodista rooseveltiano Walter Winchell abrió el fuego y luego fue secundado por el columnista judío Drew Pearson.

Truman se apoyó en ese "escándalo y bruscamente le pidió su re­nuncia a Forrestal, quien con este motivo tuvo una depresión nerviosa y se internó en el Hospital Naval de Bethesda, Maryland. La noche del 21 al 22 de mayo de 1949 murió ahí al caer inexplicablemente desde el 16o. piso. Tenía el cordón de su bata anudado al cuello. No llegó a determinarse si fue suicidio, accidente o asesinato, aunque lo primero parecía poco probable, pues minutos antes se había visto que Forrestal leía tranquilamente la "Antología Mundial Poética". Los médicos ya casi lo habían dado de alta y sus amigos que lo visitaron horas antes lo vieron restablecido y "con nuevas energías para con­tinuar sus actividades".

Así terminó trágicamente la carrera política de Forrestal, ex Se­cretario de la Defensa, cuando habiendo palpado la influencia judía, trató de hacerla a un lado en la política exterior norteamericana. Se atravesó en el camino de un poder gigantesco y fue arrollado. (1)

(1) El senador McCarthy tuvo un final muy parecido. Después de que reveló la traición del perito atómico Oppenheimer, judío, y de que logró que fuera destituido, una contraofensiva judía lo ridiculizó y lo derrocó de su co­misión senatorial. En mayo de 1957 murió en el mismo hospital donde pereció Forrestal. Agencias cablegráficas y películas judías lo presentaron como inhumano "inquisidor".

El Almirante Ellis M. Zacharías —ex miembro del Servicio de In­teligencia de la Armada Norteamericana— dice refiriéndose a Fo­rrestal: "A despecho de los importantes puestos que desempeñó, su talento fue malgastado en nuestro Gobierno. Sus energías fue­ron puestas duramente a prueba... Se abusó de su paciencia... Era un hombre modesto, hasta tímido, un estudiante abnegado de los asuntos mundiales... Forrestal vivió en peligro desde el momento en que resolvió explorar el problema del Poder Nor­teamericano. Tenía que vérselas con una mala palabra de cinco letras".

Otro de los "delitos" de Forrestal había sido el de tratar de que EE. UU. se adelantara a la URSS en la construcción de cohetes V-2, satélites y plataformas del espacio. En 1947 habló con los prisione­ros alemanes general Hans Dornberger y doctor Von Braun y rea­lizó luego infructuosos esfuerzos para que se emprendiera un Plan Orbitario basado en los descubrimientos alemanes de Peenemunde. Pero su muerte dejó trunca la tarea y no fue sino siete años después, ante la presión de científicos y militares, cuando se iniciaron en EE. UU. trabajos intensos sobre el particular. Ya para entonces Moscú llevaba la ventaja y costó mucho dinero y varios años recuperar lo perdido y dejarla nuevamente atrás. (2)

(2) En 1966 la exploración sideral norteamericana llevaba una conside­rable ventaja a la de la URSS, y se había descubierto que ésta engañaba a la opinión pública mundial mediante trucos y con la complicidad de pro­pagandistas occidentales. Por ejemplo, su "paseo espacial" del 18 de marzo de 1965 no fue real, según una serie de investigaciones científicas acerca de las fotos, películas y rastreo espacial.

La influencia judía se hallaba demasiado arraigada para que Fo­rrestal pudiera sacudirla. El investigador norteamericano Emanuel M. Josephson dice que el Consejo de Relaciones Exteriores, financiado por Rockefeller, controla a eminentes líderes republicanos y demó­cratas. "El C. R. E. ha colocado —dijo Josephson— a innume­rables agentes suyos en los cargos públicos más altos... Duran­te más de un cuarto de siglo todos los Secretarios de Estado y casi todos los miembros del Gabinete y los que trazan la polí­tica de nuestro Gobierno han sido agentes del C. R. E. Los más altos cargos del C. R. E., los ocupan los más señalados agentes y traidores comunistas, Joseph Fels Barfíes, William W. Loclc-wood; Philip C. Jesup, Edward C. Cárter... Y una legión de banqueros importantes, altos jefes de casas comerciales, funcionarios del Gobierno, propagandistas disfrazados de editores de periódicos y funcionarios de la Standard Oil".

Agrega que de entre los miembros de C. R. E. han sido elegi­dos Dean Acheson, antiguo Secretario de Estado, y John Foster Dulles, quien era pariente de Rockefeller. Alger Hiss, que como funcio­nario del Departamento de Estado dio documentos secretos al correo comunista Whittaker Chambers, confesó ante la Comisión Senatorial Investigadora que Dulles fue su mentor y consejero. Otro de los alle­gados a la Casa Blanca es Paul G. Hoffman, "Rojo del Nuevo Trato Equitativo", quien al presente se encuentra ocupado en estimu­lar la difusión de la propaganda roja a través de agencias tales como la Enciclopedia Británica y la Fundación Ford, que enca­beza y que emplea para poner la televisión y la radio del país al servicio de la propagación del marxismo... John J. McCIoy, Subsecretario de Guerra, presidente del Banco Mundial y Alto Comisionado de Alemania Ocupada, es también un prominen­te internacionalista, agente del C. R. E.

"Los amos y agentes del C. R. E., se proponen tenernos cons­tantemente en guerra como medio de sostener la economía ca­pitalista o marxista supercapitalista que ellos apoyan con el fin de lograr una conquista mundial supernapoleónica y la dicta­dura totalitaria a la que aspiran por ser su concepto del Gobier­no Perfecto. Nos tienen asegurados por lo menos otros veinte años de matanza de nuestros hombres y desperdicio de nuestros recursos.

"Es manifiesto que la paz sólo se puede lograr retirando la ayuda que nuestro Gobierno ha estado dando en forma tan traicionera a nuestros enemigos comunistas. Es igualmente im­portante frustrar sus planes de provocar en breve una ruinosa inflación y depresión con el propósito de poder saquear a la nación".

Cuando el pueblo de Estados Unidos se cansó de la traición del Partido Demócrata, dirigido por el rooseveltismo, y violentamente se volvió en favor del Partido Republicano, no se sacudió por eso a sus ocultos conductores. Poco antes ya había sido alineado entre los re­publicanos el general Eisenhower, descendiente de israelitas, que con falsas promesas de detener al comunismo ganó las elecciones. El pue­blo americano sólo cambió de un hombro al otro el lastre de sus trai­dores, pero no pudo librarse de ellos.

En la campaña electoral de 1960 Nixon estuvo a un milímetro del triunfo. El grupo judío de Rockefeller lo cortejó y le puso celadas para debilitarlo, o bien para infiltrarlo en caso de que llegara a la Casa Blanca.

Por su parte, el grupo rooseveltiano (probado durante 30 años como cómplice del comunismo) realizó jugadas magistrales en favor de Ken­nedy y lo llevó al triunfo, no sin acogerse profusamente a la publi­cidad que le hicieron como candidato católico. En víspera de las elecciones Nixon estuvo siendo frenado para que no hablara a fondo sobre el problema de Cuba, en tanto que Kennedy atraía simpatías con la falsa promesa de que liberaría a Cuba.

Kennedy —hijo de un licorero multimillonario vinculado con Wall Street desde 1926— fue alumno de Harold Laski, jefe judío del mo­vimiento marxista de Inglaterra, y entre sus principales colaborado­res en la Casa Blanca tuvo a los siguientes: Averei Harriman, judío, como secretario auxiliar de estado, vinculado con el marxismo desde 1921 en que dirigía una concesión de manganeso en la URSS (1).

(1) "¿Paz con Rusia?"—Por Avcrel Harriman.

— Abraham Ribicoff, judío, en la Secretaría de Salud Pública, Educa­ción y Bienestar.—Arthur J. Soldberg, judío, Secretario del Traba­jo.—Douglas Dillon (Lapowski), judío, Secretario del Tesoro.—Walt Withman Rostow, judío procedente de la URSS, presidente del Con­sejo de Planificación de la Política del Departamento de Estado y quizá el más cercano consejero de Kennedy.—

Arthur Schlesinger, ju­dío, también consejero de Kennedy.—Adlai Stevenson, descendiente de judíos y oficialmente cristiano, del grupo de rojos rooseveltianos, embajador de Estados Unidos ante la ONU.—Orville Freeman, del mismo origen que el anterior, Secretario de Agricultura.—James M. Landis, de origen hebreo, aunque oficialmente cristiano, Contralor de las Agencias Federales, afiliado al grupo comunista de Louis D. Bran­déis "Associated Justice of the Supreme Court".—

Dean Rusk, antiguo colaborador de Truman en la entrega de China al bolchevismo, pro­testante, ex presidente de la Fundación Rockefeller, ocupa la Secre­taría de Estado.—Chester Bowles, prominente masón, partidario de que E. U. "se identifique con las fuerzas revolucionarias que se extien­den por todo el mundo", fue nombrado Subsecretario de Estado y luego removido.—

El general J. McCIoy, rooseveltiano, procomunista, asesor en cuestiones de desarme.—Adam Yarmolynsky. de padres ju­díos-comunistas, es funcionario del Departamento de Defensa y asis­tente especial del Secretario McNamara.—

Dr. Eugene Shirona Fubini, judío emigrado de Italia en 1939, fue nombrado por Kennedy ¡efe civil de la supersecreta Agencia Nacional de Seguridad, que opera las comunicaciones de inteligencia del Gobierno, incluso la comunicación directa entre la Casa Blanca y el Kremlin.—Abb Schwarts, ¡efe de la Oficina de Asuntos Consulares y de Seguridad, y así por el estilo se hallan cubiertas otras muchas dependencias clave del gobierno ame­ricano. (El movimiento procomunista había asegurado su influencia con Kennedy y por eso votó por él).

Asesinato de Kennedy.—Una poderosa propaganda internacional ha pretendido enturbiar y poner en duda hechos fundamentales del asesinato de Kennedy. Tales hechos se relatan a continuación:

Lee Harvey Oswald tuvo mala conducta en la marina americana y adquirió gran habilidad como tirador. En 1959 se fue a Moscú y se presentó en la embajada americana a renunciar a su ciudadanía. "Afir­mo que mi lealtad es para la URSS", dijo. En noviembre de ese año le declaró al corresponsal italiano de "L'Unitá": "Estoy decidido a que­darme aquí para siempre... Sí, es cierto. Yo soy el marxista más joven de los Estados Unidos'. (Tenía entonces 20 años).

Oswald se radicó en Minsk, con un buen sueldo como "perito elec­tricista", facultad que no se le conocía en su país. No se sabe si asistió a la escuela de espionaje y sabotaje de ese lugar. Se casó con Marina, hija de un coronel del espionaje soviético. Después de tres años ges­tionó su regreso a Estados Unidos. El embajador Llewelyn Thompson y Abraham Chayes (funcionarios ambos del Departamento de Estado), le facilitaron el viaje, alegando que la renuncia de Oswald a su nacio­nalidad no se había firmado ante un funcionario consular. También permitieron el viaje de su esposa, Marina, aunque lo prohibía el ar­tículo 212-A de la Ley de Inmigración.

De regreso en Estados Unidos, Oswald se afilió en Nueva Orleans a la agrupación castro-comunista "Trato Equitativo Para Cuba". Distri­buyó propaganda y habló en favor de Castro.

El 10 de abril (1963) Oswald trató de matar al general Edwin A. Wallker, líder anticomunista, pero falló por milímetros. Así se lo refirió a su esposa Marina. Cuando ya la policía tenía algunas pistas que po­dían llevarla a la captura de Oswaíd, el Procurador de Justicia, Robert Kennedy (hermano del Presidente) ordenó que cesara la investigación. Oswald se salvó y siguió practicando el tiro rápido, a 90 metros.

En septiembre se supo que el Presidente Kennedy iría a Dallas en noviembre, en su campaña para reelegirse. Del 26 de septiembre al 3 de octubre Oswald hizo un rápido viaje a México, acompañado por dos individuos, uno de los cuales se fue a Cuba. La F.B.I. supone que Oswald estaba preparando una posible ruta de escape.

De regreso en Dallas, Oswald logró que la señora Paine, profesora de ruso, lo recomendara para obtener trabajo en un edificio de depó­sito de libros. En un plano trazó una línea entre dicho edificio y el lugar más próximo del recorrido de Kennedy.

El 22 de noviembre un vecino vio a Oswald con una caja de cartón (del tamaño de un rifle), y aquél le dijo que la caja contenía cortinas.

Horas más tarde el Presidente Kennedy caía herido mortalmente de dos tiros y el gobernador Connaly herido de uno. Oswald fue visto en el almacén de libros (de donde se hicieron los disparos) antes y después del atentado. Cuando la policía cercó y cerró el edificio ya Oswald había escapado. Era el único empleado que faltaba. Sus señas fueron radiadas a todas las patrullas policíacas.

Oswald se había ido a su casa a cambiarse de ropa. Momentos des­pués salió. Un radiopatrullero, Tippit, lo divisó a corta distancia, tuvo ciertas sospechas dadas las señas que habían sido radiadas, y llamó a Oswald para interrogarlo, pero éste sacó rápidamente su pistola y lo mató. Hubo tres testigos. Oswald estaba ya fuera de control. Huyó y entró en un cine, donde nerviosamente comenzó a cambiarse de asien­to. Atrajo sospechas nuevamente y acudió la policía. Oswald volvió a sacar su pistola, pero se le encasquilló, la arrojó contra un policía y pretendió huir, pero recibió un puñetazo en la cara y quedó detenido. "Ahora todo ha terminado"... exclamó en ese instante.

A continuación la policía criminalista acumuló los siguientes indicios: Oswald tenía pólvora en las manos; sus huellas digitales estaban en el rifle del magnicidio; había hilos de su camisa en el mismo rifle; las balas expansivas que mataron a Kennedy correspondían a los casquillos vacíos del rifle; éste había sido comprado por Oswald en marzo. Oswald admitió haber estado en Rusia. Primero negó el magnicidio y después dijo que hubiera querido matar al gobernador Connaly por­que lo había expulsado de la marina. Pidió que lo defendiera el abo­gado John Abt, antiguamente relacionado con el caso del traidor comunista Alger Hiss.

Minutos después de muerto Kennedy, el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, Earl Warren, dijo que probablemente el asesino era "un extremista de derecha". La prensa soviética decía exactamente lo mismo. Varios periódicos y radiodifusoras de Estados Unidos empeza­ron a promover una ola de indignación contra los "derechistas" y los "racistas", denominaciones que abarcaban a todos los organismos an­ticomunistas. Al saberse que Oswald era el culpable y conocerse sus antecedentes (tres horas después de muerto Kennedy) la naciente ola antiderechista se disipó y comenzó a formarse una terrible indignación anticomunista. Entonces el Departamento de Estado americano se apresuró a decir —antes de que pudiera realizarse ninguna investiga­ción— que seguramente Oswald no tenía nexos con la URSS, ni con China roja, ni con Castro Ruz.

Pero Oswald era símbolo del comunismo internacional y por minutos iba creciendo la indignación del pueblo americano. En ese crítico mo­mento apareció Jaclc Ruby y mató a Oswaid, apenas 36 horas después de que éste había sido detenido.

La "Tass", agencia soviética de informaciones, y todos los diarios de la URSS lanzaron un suspiro de alivio con las siguientes palabras: "El misterioso asesinato de Lee Oswald cortó de raíz la histeria anti­comunista, antisoviética y anticubana que intentó desencadenar la prensa populachera". (Moscú, 25 de Nov.).

En ese momento el Presideate Johnson ordenó que todas las inves­tigaciones quedaran en manos de una comisión encabezada por Earl Warren, presidente de la Suprema Corte de Justicia. Este recogió todo lo actuado por seis organismos investigadores y dijo que creía que no había cómplices en el magnicidio. Warren no ha disfrutado de la simpatía de muchos sectores americanos porque como presidente de la Corte se opuso a que las actividades comunistas fueran consi­deradas subversión contra la sociedad, porque en nombre de la se­paración de la Iglesia y el Estado votó para que se prohibiera rezar en las escuelas norteamericanas, porque restringió subsidios a colegios católicos y porque en nombre de la libertad votó en favor de que se permitiera la edición y circulación de tres revistas para invertidos se­xuales. Sin embargo, Warren quedó como máximo ¡efe del esclareci­miento del caso Kennedy-Oswald-Ruby y su fallo final fue que Oswald actuó solo, por su cuenta y riesgo, y que no tuvo cómplices ni ayuda de nadie. (1)

(1) Earl Warren es famoso en Estados Unidos como discípulo del ra­bino Louis Finkelstein y ha recibido títulos y honores del Seminario Teoló­gico Judío.

Respecto a Ruby, la policía estableció claramente los siguientes he­chos: nació en Chicago, hijo de judíos emigrados de Rusia a Estados Unidos, a principios de siglo. Su nombre verdadero es Jacob León Rubinstein, que en 1947 "americanizó" como Jack Ruby. Fue activo comerciante de mercancías robadas y se vinculó en Chicago con e! hampa. Según la Comisión de Actividades Antinorteamericanas, del ex senador Martin Dies, Rubinstein actuó en la Liga de Jóvenes Co­munistas. Era admirador de Roosevelt. Se radicó en Dallas, donde es­tableció dos centros de vicio. Tuvo antecedentes penales y seis veces fue detenido.

Horas después de que Kennedy moría y Oswald era capturado, Ru­binstein fue a orar a una sinagoga, según declaró su hermana Grant. Al parecer ya planeaba acallar a Oswald. Hay presunciones de que Oswald se dirigía a casa de Rubinstein cuando el policía Tippit trató de detenerlo; mató a éste y se desvió para esconderse en un cine. Se cree que Oswald contaba con que Rubinstein le facilitara una avioneta para huir a- Cuba, vía México, por la ruta de probable escape que ya había recorrido días antes.

Al quedar las investigaciones oficiales centralizadas y silenciadas en las manos de Earl Warren, los organismos nacionalistas y antico­munistas americanos prosiguieron pesquisas por su propia cuenta y poco después dieron a la publicidad los siguientes puntos:

I o. En el plebiscito del Partido Demócrata los procomunistas roose-veltianos más radicales querían postular para la Presidencia a Lyndon Baines Johnson, pero dudaron de que pudiera vencer a Nixon y tran­saron en postular a Kennedy, quien presentaba más posibilidades de victoria, pero especificando que en política internacional seguiría el consejo de Stevenson, Rostow, Schlesinger, Yarmolinski y otros asesores.

2o. Kennedy llegó a la presidencia por un pequeñísimo margen y en política internacional siguió las normas de sus consejeros roosevel-. fíanos, pero en tres años de poder fue cobrando confianza en sí mis­mo y quiso reelegirse. El grupo rooseveltiano le dijo que ya había per­dido partidarios y que no debería intentarlo, pero él insistió, pensó en derrocar al castrismo para recuperar popularidad en vísperas de las elecciones y se lanzó a su campaña electoral, ya en desacuerdo con muchos de quienes lo habían apoyado inicialmente.

3o. Entonces Kennedy fue asesinado. Oswald sí tuvo cómplices, quie­nes proyectaban hacerlo llegar a la URSS, con la intención de acha­car el magnicidio a la "extrema derecha", levantar una ola de sicosis y apoyándose en ese clima liquidar a todas las organizaciones antico­munistas de Estados Unidos, como la John Birch Society, la Cruzada Nacionalista y otras más.

4o. Ese tercer punto empezó a ser puesto en acción cuando al mo­rir Kennedy comenzó difundirse —sin ninguna base— que los "dere­chistas" y "racistas" eran los culpables, cosa que se vino abajo con la captura providencial de Oswald, tres horas después del atentado, y su plena identificación como comunista. Para achacar a los "derechis­tas" el crimen, el día que Kennedy llegaba a Dallas se publicó una pá­gina en que se le hacían graves cargos, aparentemente redactada y pagada por los "derechistas", pero era una pista prefabricada. Lue­go se aclaró que esa página había sido pagada por un individuo lla-. mado Bernard Weissman, recién llegado a Dallas, que después del cri­men desapareció sin dejar rastro.

5o. Toda la segunda parte del plan se frustró al caer preso Oswald. La acción del policía Tippit y su muerte fueron la ruptura de un en­granaje vital en una maquinaria que iba funcionando maravillosamen­te. A partir de ese momento Oswald era una pista y un símbolo. El propio Rubinstein se hallaba en peligro y al hacer enmudecer a Os­wald —ya titubeante y con su sistema nervioso alterado— garantizó con su propio fanatismo que ningún secreto más del terrible asunto sería ya revelado. Una fortuna fue puesta luego secretamente al ser­vicio de Rubinstein para montarle costosa defensa. Como actuó con premeditación, alevosía y ventaja, fue condenado a muerte, pero se movieron influencias y el proceso se echó abajo, para iniciar uno nue­vo. A fines de 1966 el nuevo proceso no se iniciaba aún porque Ru­binstein se hallaba enfermo.

Con evidente adhesión personal, el nuevo Presidente Johnson se aco­gió desde fines de 1963 a la política internacional del grupo roosevel­tiano que presionaba a Kennedy.

Johnson fue hijo de Samuel Ealy (Elias) Johnson y de Rebekah Baines Johnson, comerciantes viajeros en ropa después de la guerra civil. Du­rante la campaña presidencial de Kennedy, el poderoso líder obrero David Dubinslci logró que Johnson fuera incluido como vicepresidente. En las elecciones de 1964 Johnson ganó mediante el apoyo de todos los dirigentes judíos obreros y del grupo rooseveltiano. Su opositor Barry Morris Goldwater representó al sector conservador y a los grupos categóricamente antimarxistas. Goldwater es nieto de judíos (Gold-wasser) que dejaron a su comunidad y se pasaron a la Iglesia Episcopal Cristiana. En la campaña electoral fue rudamente combatido por todas las organizaciones judías de Estados Unidos y constantemente censura­do por el comunismo internacional.

Ya como presidente de elección, Johnson ha continuado con el mismo grupo rooseveltiano, el cual insiste en desquiciar a los grupos anti­comunistas norteamericanos. Habiéndole fallado el golpe durante él asesinato de Kennedy, ahora planea una amañada acción contra los "grupos extremistas", mediante sistemas de "inspección sicológica" que incluyen la grafología, el narcoanálisis y la hipnosis, hasta llegar al internamiento en sanatorios especiales. Se pretende iniciar esta campaña con el sector más desprestigiado, como el Ku-Klux-Klan, hasta llegar a los más serios organismos anticomunistas.

Por otra parte, aunque la influencia de los cómplices del marxismo es muy grande dentro de la maquinaria política y económica de Es­tados Unidos, sin embargo SU DOMINIO NO ES TOTAL, pues tro­piezan con creciente resistencia en el Ejército, la Marina, la Aviación, el Senado, el FBI y una nueva opinión pública norteamericana que está tomando conciencia de que se le ha venido traicionando.

Hablando en el Pentágono (Secretaría de la Defensa) con motivo del viernes santo (abril 15 de 1960) el cardenal Spellman dijo: "Si los norteamericanos son débiles y carecen de resolución, si se­guimos dando pruebas de flojedad con los norteamericanos in­dignos del honor de ser ciudadanos de esta nación bendita, si no nos esforzamos en eliminar a los comunistas infiltrados en el gobierno norteamericano, en las fábricas de defensa nacional, en las instituciones escolares e incluso en el ejército de los Estados Unidos; s! seguimos así, llegará el día en que nuestro país, tan rico y bello, será saboteado y no solamente por enemigos procedentes del exterior sino con la colaboración de individuos con cuchillo de dos filos que pretenden ser ahora patriotas norteamericanos... Si nuestro sistema de vida perece, la libertad perecerá en todas partes".

Tal infiltración no es superficial ni reciente. Trae siglos de acele­rada inercia y tiene viejas y sólidas raigambres. El escritor Julio Icaza Tijerino ("Sociología de la Política Hispanoamericana") afirma que desde la época de la colonización inglesa de los Estados Unidos una rama del protestantismo se hallaba estrechamente identificada con el movimiento político-israelita. El investigador Wirsing señala los pun­tos de contacto entre el puritanismo británico y el judaismo. "La par­te más influyente de la alta clase social inglesa —dice Wirsing— se ha considerado ya a través de todo el pasado siglo como sucesora directa del pueblo elegido". Una afirmación muy semejante es hecha por Max Weber en la documentada obra "Sociología de las Re­ligiones".

Por eso no es tan sorprendente que el gobierno inglés —que se negó a recibir a Goering para hablar de paz en vísperas de la guerra— recibiera y agasajara a Krushchev el 24 de abril de 1956, mientras millares de refugiados de media Europa comunizada protestaban aira­damente. El arzobispo Joseph Gavalian, visitante apostólico de los polacos perseguidos, sintetizaba esa negra situación con las siguiéV tes palabras: "¿»Qué está haciendo el Occidente para poner fin a es­ta vil persecución? ... ¡Nada!" La política de Churchill sigue rigien­do en Inglaterra, y Churchill dijo el 28 de febrero de 1945 que "los jefes soviéticos son hombres honorables y dignos de confianza". (1)

(1) Aitkens, conocido como Lord Beaverbrook, muerto en 1964, era due­ño del "Daily Express", el mayor periódico del mundo, con 4 millones de ejemplares diarios; del "Sunday Express", con 3 millones, y del "Evening Standard", con 800,000. Esta colosal red publicitaria es utilizada en discre­ta labor procomunista. Lo mismo ocurre con el "Times" de Londres, masón. (En 1957 había 6.831 Logias en Inglaterra).

Icaza Tiferino afirma que un grupo de puritanos ingleses, imbuidos en la idea de ser sucesores del "pueblo elegido" (judíos) se infiltra­ron en la vida pública norteamericana desde la época de la colonia. En cierta forma esto lo confirmó el propio Presidente Eisenhower en 1954, cuando se reunió en Nueva York con centenares de israelitas y dijo: "Nos hemos reunido, mis amigos, en conmemoración de un momento inspirado de la historia: hace trescientos años, un pe­queño grupo de judíos llegó en el barco St. Charles a lo que en­tonces era colonia holandesa de Nueva Amsterdam. Fue un acon­tecimiento lleno de significación, no sólo para los judíos de Nor­teamérica, sino para todos los norteamericanos... De todos los conceptos religiosos, esta fe en el valor infinito del individuo es, sin duda alguna, lo más importante. Sobre esta creencia, nues­tros antepasados forjaron la estructura de esta República... Ascher Levy y su gente llegaron a esta tierra hace mucho tiempo, pues aun entonces tuvieron que buscar un país donde se les per­mitiera practicar su fe en la dignidad del hombre".(1)

(1) Tribuna Israelita. Enero de 1955.

Pero acerca de todo esto es importantísimo diferenciar que el pue­blo norteamericano, por una parte, y la influencia político-judía por la otra, forman dos entidades que aunque vivan juntas son esencialmente diferentes. El norteamericano es generoso y sencillo. Ambicio­na el bienestar, pero no a costa de nadie, y se halla libre de com­plejos ancestrales de odio y de venganza. Los síntomas que en con­trario aparecen en la política internacional de su país no son impu­tables al norteamericano auténtico, sino a los líderes hebreos.

Cuando le decían a Forrestal que si los demócratas no coopera­ban con los judíos perderían las elecciones en los Estados de Nueva York, Pennsylvania y California, repuso muy significativamente que había que prestarle atención "al problema de sí podríamos o no per­der también a los Estados Unidos". Ciento cincuenta y seis años antes algo semejante había temido Benjamín Franklin, quien en vísperas de la Convención Constitucional celebrada en Filadelfiá, en 1787, hizo la siguiente excitativa a sus partidarios: "En cualquier país donde los judíos se han establecido en grandes núcleos, han rebajado la moral de éste, despreciado su integridad comercial y se han se­gregado ellos mismos para no ser asimilados; han vilipendiado y tratado de minar la religión cristiana, han levantado un Es­tado dentro de otro Estado y han tratado de estrangularlo y llevarlo a una muerte financiera.

"Si no los excluyen de la Constitución de los Estados Unidos, en menos de doscientos años ellos habrán aumentado en tal nú­mero que nos dominarán, devorarán la tierra y cambiarán nues­tra forma de gobierno.

"Si no los excluyen, en menos de doscientos años nuestros descendientes estarán trabajando en los campos para suminis­trarles su subsistencia, en tanto que ellos estarán en los Bancos haciéndose más ricos. Yo les advierto, caballeros, que si no ex­cluyen a los judíos para siempre, sus hijos los culparán a ustedes hasta sus tumbas. Los judíos, caballeros, son asiáticos y nunca serán de otra manera".

A 180 años de distancia los temores de Benjamín Franklin parecen bastante más reales. Si en su época había pocos testimonios de prue­ba, una historia sangrienta y dolorosa los ha venido haciendo cada día más verosímiles. Insensiblemente el pueblo norteamericano va convirtiéndose en prisionero de sus propios huéspedes. Y en la época actual decir Estados Unidos es decir Occidente...

Fin del coloniaje occidental,
pero en beneficio de la urss

Una nueva idea, capciosa e hipó­critamente humanitarista, está sien­do inoculada en muchas mentes. Se dice que el colonialismo debe des­aparecer, pero con esto sólo se alude al coloniaje más benigno y me­nos implacable, o sea al colonialismo occidental. Envuelta en ropajes de libertad y de amor al débil se populariza la fórmula engañosa de que Occidente debe liquidar sus colonias.

Nadie habla, en cambio, de las desventuradas colonias del marxis­mo. El mundo occidental vive en el siglo veinte y no es época ya de que conserve colonias, dicen, aunque estratégicamente le sean necesarias contra la amenaza soviética. Pero tal parece que para el marxismo israelita no vivimos en el siglo veinte, sino en la época de as cavernas. Para él sí es lícito seguir esclavizando a medio mundo / pretender hacer lo mismo con el resto. Nadie molesta al colonialismo soviético, mil veces más cruel y peligroso que el de Occidente.

Todo movimiento sincero para liquidar el sistema colonial debe for­zosamente empezar por los pueblos que esclaviza la URSS. Ahí, mejor que en cualquiera otra parte (porque es donde la opresión más asfixia), se puede volcar el amor a la libertad y al humanitarismo. Pero esto es precisamente lo que la propaganda no deja ver.

Sí Occidente prescinde de sus colonias, ahora, en tanto que la URSS afianza las suyas, a la postre las colonias occidentales libera­das caerán bajo la influencia marxista. Así ha comenzado a ocurrir en Asia, en el Medio Oriente y en África.

La traición no es precisamente independizar colonias, sino hacer-o antes de ponerlas al abrigo del avance rojo. En vísperas de una gran batalla no se abandonan trincheras.

Los países débiles no pueden conservar jamás una política internacional propia. Es ilusorio creer lo contrario. Sin fuerza militar suficiente no hay política exterior viable. Todos los países débiles que Occidente va soltando ahora de la mano, serán tarde o temprano fácil presa del comunismo. No puede subsistir mucho tiempo en el vacío de su debilidad. Por eso los conspiradores que traicionan a Occi­dente se han empeñado tanto en que éste prescinda prematuramente de sus colonias, en tanto que el imperialismo soviético acrecienta y afianza las suyas.

De esa manera todo el continente africano, civilizado y pacifica­do por colonizadores occidentales, está ahora siendo obsequiado palmo a palmo al marxismo. Su gran potencial humano de 175 millones de habitantes y sus enormes depósitos de materias primas van firmemente desvinculándose del mundo occidental para acercarse a la órbita prosoviética.

Falso que ése sea un movimiento natural, un "despertar" de los pueblos, un vigoroso proceso evolutivo que Occidente no pueda mo­dificar. El viraje de antiguas colonias hacia el marxismo es obra de los traidores que debilitan a Occidente.

GUINEA.- donde los terroristas "mau-mau" recibían apoyo de los líderes judíos obreros de Norteamérica, se encuentra ya bajo un ré­gimen procomunista incomparablemente peor que bajo el régimen colonial en que vivía. Su presidente Seku Ture es abiertamente pro-soviético y desde Guinea se difunde propaganda roja a gran parte de África. Sin embargo, el Departamento de Estado americano con­tinúa ayudándolo. El régimen de Kwame N'Krumah, de"la hueva re"-* 'pública de GANA, también es procomunista y recibe dólares del De­partamento de Estado americano. NIGERIA, MARRUECOS y MALÍ siguen los pasos de Guinea y Gana.

INDIA.—(438 millones de habitantes). Roosevelf y Churchill pusie­ron las bases para que la India se desvinculara del Imperio Británico y virara hacia el bolchevismo con el disfraz de "neutralista". Los he­rederos de Roosevelt en la Casa Blanca le han suministrado a la In­dia 3,072 millones de dólares para facilitar su gradual comunización, lo cual ha permitido a Nehru iniciar un colosal rearme equivalente a diez mil millones de pesos mexicanos anuales. En diciembre de 1961 ocupó a sangre y fuego los territorios portugueses de Goa, Diu y Damao, últimos reductos del cristianismo en aquella zona. La ONU lo solapó en esa agresión. De las milenarias comunidades judías-hindúes están saliendo los organizadores del nuevo Estado.

En noviembre de 1962 China roja invadió la India y le arrebató una parte de su territorio. Nehru no mostró ningún arresto bélico, como con los portugueses cristianos de Goa, y cuando los comunis­tas cesaron el fuego (Nov. 22) Nehru ordenó a sus tropas que no tra­taran de desalojar al invasor.

PORTUGAL.—:En dos ocasiones la ONU ha censurado a este país cristiano por su "colonialismo", aunque siempre ha callado ante el creciente colonialismo soviético. Con la anuencia de Kennedy, Ste-venson votó en la ONU (¡unto con la URSS) en favor de los agitado­res y terroristas rojos que desde el Congo tratan de "independizar" el estado portugués de Angola.

EL CONGO.—Esta antigua colonia belga, de 2.343,000 kilómetros cuadrados, con cerca de 12 millones de habitantes, es el país afri­cano de más rápido desarrollo industrial, con altos salarios y el mayor número de escuelas por habitantes. Tiene organizaciones asistencia-les y universitarias de primer orden. Cuando la presión internacional forzó a Bélgica a dejar al Congo, ya estaba preparada una conjura para sovietizarlo, encabezada por Lumumba, y se desencadenó una orgía de terror contra los blancos, de acuerdo con el plan marxista-¡udío para lanzar a los negros, los asiáticos y los países subdesarrolla-dos contra el mundo blanco aún no comunizado. (Bajo la administración de Eisenhower, el Departamento de Estado americano le dio a Patri­cio Lumumba 20 millones de dólares y gran publicidad internacional).

Ante los desmanes de Lumumba —que ya estaba siendo auxiliado por numerosos agentes soviéticos—, el coronel Mobutu dio un golpe de Estado (septiembre 14 de 1960), derrocó a Lumumba y restable­ció el orden. Apenas surgida esta reacción auténticamente antico­munista, intervino la ONU en el Congo. Entonces sí ya no era válido el principio sacrosanto de la "no intervención", que sí era válido días antes cuando Lumumba comunizaba al país, y que sigue siendo válido en Cuba donde los rojos son los que dominan y matan a los antico-munistas.

La ONU tendió en el Congo toda clase de asechanzas para pro­teger a los procomunistas, que lograron así retener la tercera parte del país, y pretendió desarmar y controlar a las fuerzas anticomunis­tas, pero los presidentes Kasavubu, del Congo, y Chombe, de Katanga, se opusieron denodadamente. Chombe denunció categórica­mente (febrero 14 de 1961) que la ONU estaba protegiendo a los procomunistas, y Kasavubu lo reiteró sin ambages los días 26 y 27 del mismo mes.

Con el apoyo de las bayonetas de la ONU, Adula pudo anunciar el 19 de agosto (1961) que continuaría la política de Lumumba, el famoso terrorista rojo, y que abriría las puertas a los representantes de la URSS, a quienes Chombe había expulsado por conspiradores.

La ONU (que nada hizo cuando los procomunistas de Adula ase­sinaron a 13 aviadores italianos y a 18 misioneros católicos) lanzó a fines de 1961 dos bárbaras ofensivas para obligar a Katanga a fu­sionarse con el territorio congolés gobernado por Adula. Katanga fue bombardeada hasta con aviones de chorro y no se respetó a la pobla­ción civil, y es que los katangueses son católicos y anticomunistas. Chombe había cometido el crimen de decirle al Papa que "Katanga es bastión de África contra el comunismo y fortaleza de la cristianr dad en África".

Finalmente Katanga fue vencida (enero 15 de 1964) y bajo la ocu­pación armada de la ONU se permitió la infiltración comunista. Al retirarse la ONU (¡unió de 1964) quedaron numerosas guerrillas rojas dominando gran parte del país. Chombe regresó cuando todo parecía perdido, reorganizó tropas y recuperó en noviembre la importante re­gión de Stanleyville, donde los comunistas realizaron matanzas de civi­les, como represalia por su derrota. Hasta enero de 1965 habían asesi­nado a 108 misioneros. Poco después Chombe fue desplazado y la infiltración marxista continuó aceleradamente en 1966.

SUDAFRICA.—Dentro de la conjura para comunizar a todo el con­tinente africano, los israelitas Harry Snitcher, Hilda Lillían Watts, Lionel Bernstein y Michael Harmel, trataron de provocar levantamientos pro-soviéticos en Sudáfrica, pero el premier Verwoerd actuó con presteza y aplastó los primeros brotes. Como luego siguió sujeto a intensa pre­sión desde Londres para que diera beligerancia a los procomunistas disfrazados de amorosos redentores del negro, optó el 16 de marzo (1961) por separar políticamente a Sudáfrica de la Comunidad de Naciones Británicas. Es significativo que el organizador del partido procomunista en Sudáfrica sea el judío Kahn, ayudado por sus congé­neres el magnate Oppenheimer, Bertrán M. Hirson, Hugh Francis Le-win y Raimond Eisenstein. *

El Premier Verwoerd fue asesinado en 1966 por un extranjero de origen oscuro, pero Sudáfrica continuaba siendo a fines de ano un valladar ante la comunización de África.

RHODESIA.—Esta antigua colonia africana británica estaba siendo empujada hacia un régimen procomunista, pero se resistió oportuna­mente y se declaró independiente, bajo el gobierno de lan-Smith. Sin papeleo, con violenta eficacia, la ONU ordenó en diciembre de 1966 que todo el mundo le declarara un boicot a Rhodesia, para hacerla capitular. Casi todo Occidente secundó tan flagrante "sí intervención".

INDONESIA.—Las antiguas colonias holandesas (tres mil islas con cerca de dos millones de Mómetros cuadrados y 85 miljones de ha­bitantes) fueron también segregadas del mundo occidental, mediante la vistosa bandera del anticolonialismo, y lentamente comenzaron a deslizarse hacia el bando comunista. A principios de 1958 un grupo de militares indonesios, encabezados por el coronel J. Warrow, de­clararon una rebelión contra Sukarno, gran maestro masón que desde 1953 se había aliado a círculos marxistas.

Pero los indonesios anticomunistas no consiguieron ni siquiera que Estados Unidos les vendiera armas, mucho menos que les diera apo­yo en su lucha. En cambio Sukarno sí pudo surtirse de equipo bélico en Norteamérica y después de tres meses de combate dominó a los insurrectos. Otros movimientos en contra suya han ocurrido en Su­matra y las Célebes, pero tampoco han tenido ayuda del mundo occidental.

El dictador Sukarno, que se declaró "presidente vitalicio", ha recibido del Departamento de Estado americano 700 millones de dólares (8,750 millones de pesos mexicanos) y su política es procomunista disfrazada de "neutralismo". Con la ayuda de la ONU se apoderó de Nueva Gui­nea Occidental, a cuyos habitantes anticomunistas no se les reconoció derecho de "autodeterminación".

En febrero de 1965 Sukarno confiscó plantaciones americanas de caucho, por valor de 80 millones de dólares, clausuró 21 diarios antirrojos y prohibió la organización de sindicatos anticomunistas. Su régimen, ya claramente vinculado a Moscú, se había financiado con dólares del Departamento de Estado americano.

A medida que la comunización de Indonesia avanzaba, iba integrán­dose un movimiento de oposición, en particular de militares, musul­manes y católicos. Para aniquilar esta resistencia, Sukarno y su ayudante Untung prepararon una matanza de diez mil generales, oficiales, fun­cionarios y particulares, que debería llevarse a cabo en los cinco primeros días del mes de octubre (1965). Durante un desfile, los jefes del ejército iban a ser sentados en una tribuna especial, de tal manera que en cierto momento un batallón previamente seleccionado girara sobre su flanco, al ir pasando ante esa tribuna, y disparara sus armas automáticas. Pero la trama fue descubierta en los últimos momentos y el 30 de septiembre el general Suharto dio un contragolpe y des­quició al mando comunista, el cual sólo logró capturar a seis generales, a los cuales mutiló y asesinó.

En diciembre de 1966 la situación de Indonesia era todavía inestable. Sukarno y sus colaboradores comunistas estaban tratando de rehacer sus redes y de apaciguar a los militares anticomunistas con argumentos de humanitarismo y reconciliación.

- En Indonesia, lo mismo que en otras muchas nuevas naciones, se ha evidenciado que mientras aliente la meta marxista de la "revolución mundial", "liberar" colonias es mutilar al Mundo Occidental y brin­darle al marxismo nuevos campos de expansión.

Entre las naciones africanas recién inventadas por la ONU figuran Mali, Upper Volta, Chard, Dahoney, Togo y Gabon. Esta última tiene cuatrocientos mil habitantes y su voto dentro de la ONU vale tanto como el de EE. UU. y por supuesto más que el de España y Portugal. Los traidores de Occidente (a veces imitados por gente de buena fe) ponen los ojos en blanco y suspiran de amor al prójimo al invo­car la libertad para Angola, pero hipócritamente nada dicen de los 697 millones de seres que viven en peores condiciones bajo la do­minación bolchevique. Esos mismos traidores que engañan a gente bien intencionada, nada hicieron, por ejemplo, cuando el pueblo polaco se rebeló a sangre y fuego contra sus colonizadores soviéticos. Ni tam­poco cuando el pueblo de Berlín Oriental se sublevó contra los tan­ques rojos. Ni cuando húngaros y soldados rusos de ocupación se re­belaron temerariamente contra la tiranía bolchevique. Ni cuando el Tíbet combatió durante seis meses tratando de sacudirse ese mismo yugo.

BERLÍN.—Los angloamericanos pudieron haber llegado a Berlín an­tes que los soviéticos, en abril de 1945, pero Roosevelt y Eisenhower lo impidieron. Se le obsequió así al comunismo toda la Alemania cen­tral. La antigua capital alemana quedó 170 kilómetros dentro de territorio comunizado. Media ciudad es administrada por los soviéticos y la otra mitad por los aliados occidentales. El 17 de ¡unió de 1953 ocurrió un levantamiento de treinta mil obreros en el Berlín sovieti-zado pidiendo libertad para elegir autoridades locales, pero el ejér­cito soviético los atacó a cañonazos. En otras 274 poblaciones de la Alemania comunizada también hubo manifestaciones de protesta y fueron sofocadas a sangre y fuego. Perecieron 569 civiles alemanes, 1,744 quedaron heridos y cincuenta mil fueron arrestados, de los cua­les 7,000 desaparecieron. N¡ Occidente ni la ONU*h¡c¡eron nada en favor de estos desvalidos. Ocho años más tarde la URSS se alarmó porque ya habían logrado escapar de la Alemania comunizada más de cuatro millones de habitantes y la huida continuaba creciendo, por lo cual violó el acuerdo cuatripartito y cerró totalmente el tránsito en el medio Berlín cautivo. Entre otras razones, la huida en masa se debía a que la reforma agraria comunista (lo mismo que en China y Polo­nia) había causado una miseria jamás conocida.

En Alemania hay grandes reservas espirituales contra el comunismo y por eso se ha frenado su "rearme" a la insignificancia de 12 divi­siones, sin industria propia de armamento que las abastezca. La ma­sonería y la" propaganda marxista han recibido gran impulso, a la vez que toda acción popular anticomunista auténtica es tachada de "na­zi" y prohibida, lo cual ya produjo sus primeros efectos de desorien­tación en las elecciones de 1961. Nuevos y antiguos traidores, como Willy Brandt, ex alcalde de Berlín occidental y en 1967 promovido a viceprimer ministro y ministro de Relaciones Exteriores, han ganado terreno. El verdadero nombre de Willy es Herbert Karl Fraham (judío-alemán); combatió en España en las brigadas internacionales comunis­tas y después contra los alemanes en Noruega, donde fue capturado, pero se le dejó en libertad. En 1945 regresó a Alemania como testigo de cargo en Nurenberg y en 1965 fue impuesto como alcalde de Ber­lín, ocultando bajo el disfraz de "socialdemócrata" su verdadera filia­ción ¡udío-marxista. A fines de 1966 los "democristianos" hicieron alianza con él para elevarlo a ministro de Relaciones, propiciando así un acercamiento con el bolchevismo.

Del básico problema alemán de la unificación ya no se habla y Ken­nedy le dijo a Aleksei Adzhubei, yerno de Krushchev y huésped de la Casa Blanca, que aceptaba que la URSS se oponga a tal unificación.

POLONIA.—La segunda guerra mundial se inició dizque para sal­var a Polonia de que Hitler construyera un ferrocarril de 50 kilómetros a fin de vincular a Prusia con Berlín. Y al terminar la guerra, toda Po­lonia fue entregada a la URSS. El mando militar polaco quedó a las órdenes del mariscal soviético Konstantin K. Rokossovski, a quien sar-cásticamente se le confirió la ciudadanía polaca. De los 25 jefes de más categoría, 20 eran soviéticos, entre ellos Korzcyc, Siwicki, Poplaws-ki, Siennicki y el ¡efe de la aviación general Romeyko.

Once años después de terminada la guerra, estalló en Posen un movimiento rebelde contra los ocupantes soviéticos, pero fue aplas­tado por los tanques rojos sin que ningún gobernante occidental, ni ningún enamorado de la libertad de las colonias, se extrañara de que tales cosas ocurrieran "en pleno siglo XX". Por él contrario, el presi-,dente Eisenhower le suministró cien millones de dólares al régimen bolchevique de Polonia y así contribuyó a afianzarlo.

Nervioso ante la hostilidad popular contra los gobernantes marxis-tas y judíos, el líder comunista Edward Ochan pidió el 18 de enero de 1957 (en Katowice, Polonia) que se adoptaran severas medidas para sofocar el "antisemitismo" polaco. Un mes más tarde el líder rojo Julius Burgin insistió sobre el particular y el parlamento aprobó penas de seis meses a cinco años de prisión para los que lanzaran "ofensas" a los judíos. Con el delito del "antisemitismo" se desfigura todo acto defensivo, pues no se hace ningún distingo entre lo que es antisemitismo absurdo e inhumano y lo que es sólo defensa ante la conspiración política del marxismo hebreo.

El régimen rojo que esclaviza a los polacos ha recibido del Qepar-tamento de Estado americano, hasta fines de 1961, novecientos mi­llones de dólares, o sea 11,250 millones de pesos mexicanos, con lo cual va subvencionándose la gradual comunización del país.
T.anto en la comunización de la agricultura como en la campaña antirreligiosa se avanza con mucha mayor cautela que en otras colo-lias del marxismo.

YUGOSLAVIA.—Desde 1945 este país comenzó a ser comuniza-do por el dictador "Tito", cuyo verdadero nombre judío es losif Walter Weiss (protegido de Bernard Baruch, jefe de la masonería internacional y consejero de la Casa Blanca). "Tito" realizó en 1945 gran­des matanzas de nacionalistas para afianzar su dictadura comunista, liquidó al jefe nacionalista Mihailovitch y a cincuenta mil oficiales y civiles que anhelaban una Yugoslavia libre, pero no marxista. También eliminó a numerosos sacerdotes y encarceló y torturó al arzobispo Luis Stepinac, quien finalmente fue condenado a 18 años de trabajos for­zados. Pío XII lo elevó a cardenal, en tanto que la Sagrada Congregación del Concilio excomulgaba a "Tito" el 14 de octubre de 1946. Por otra parte, el Departamento de Estado americano ha ayudado a la dictadura de "Tito" con 2,500 millones de dólares (31,250 mi-ones de pesos rrtexicanos). Eisenhower le "vendió" a "Tito" aviones jet de combate F-86 en diez mil dólares cada uno, no obstante que su alor real era de trescientos mil dólares. Kennedy le ofreció después más auxilios, en octubre de 1963.

Cuando Stalin rompió con el judaísmo, "Tito" se le enfrentó airadamente y en el acto fue aplaudido en Occidente como un adalid de la libertad. Churchill, que poco antes se mostraba tan amigo de Stalin, recibió a "Tito" en Londres y le dijo: "Somos vuestros aliados y si Yugoslavia es atacada, lucharemos y moriremos juntos". Era ex­traordinario que después de entregar tanto país al bolchevismo, Chur­chill estuviera tan resuelto a morir por Yugoslavia, pero es que el judío "Tito" estaba enfrentándose a Stalin NO POR AMOR A LA DE­MOCRACIA, sino porque Stalin acababa de romper su alianza con el judaismo.-Truman también se apresuró a dar armas, dólares y apoyo político a' Yugoslavia. Si la guerra hubiera estallado entonces, el mun­do habría creído que combatía al marxismo, siendo que luchaba por él.

HUNGRÍA.—El 23 de octubre de 1956, aprovechando que se había permitido un mitin para execrar la memoria de Stalin, el pueblo húngaro se rebeló contra la subyugación soviética. Tropas húngaras deficiente­mente "comunizadas" se pusieron de parte del pueblo y ¡untos se lan­zaron contra la AVO (policía secreta bolchevique integrada en un 95% por judíos, de los 155,000 que habitaban en Hungría). Las de­serciones de soldados rusos cundieron luego en las 17 divisiones so­viéticas ocupantes del país y todo el régimen bolchevique rodó por el suelo sangrientamente. El júbilo de los húngaros era indescriptible. Las diezmadas fuerzas comunistas se retiraron de la capital, Budapest, en espera de refuerzos.

Hungría formó nuevo gobierno y pidió ayuda a Occidente. Con­cretamente se dirigió al Presidente Eisenhower y al Secretario de Es­tado Foster Dulles, quienes desde 1952 (en sus alocuciones anticomu­nistas) habían prometido apoyo a los países sojuzgados que se levan­taran contra el bolchevismo. Y allí estaba ya una nación que a costa de espantosas pérdidas acababa de conquistar su libertad y que pe­día apoyo para conservarla. Pero no lo recibió.

Por el contrario, el Departamento de Estado americano dio manos libres a la URSS al comunicarle a "Tito" el 2 de noviembre: "El Go­bierno de los EE. U U. no ve con simpatía a los gobiernos que tienen frontera con la URSS y que no son amistosos con ésta".


Mediante esa garantía la URSS envió 20 divisiones más. integradas por mogoles autómatas y despiadados, que irrumpieron en _ Hungría con seis mil tanques y que machacaron a la población hasta abrumarla en sangre y terror. El marxismo fue restablecido a sangre y fuego y a continuación siguió un implacable castigo de los anticomunistas; has­ta jóvenes de 15 años fueron llevados a la URSS para su "reeducación".

Todavía el 10 de noviembre, 18 días después de iniciado el levan­tamiento, el pueblo húngaro presentaba resistencia y clamaba por radio: "Ayudadnos. S. O. S. Pueblos de Europa: os hemos defen­dido durante siglos contra los asaltos de la barbarie asiática. Oíd ahora nuestras campanas que tocan alarma... ¡Pueblos del mun­do: en nombre de la justicia y de la libertad, ayudadnos! La nave se hunde, la luz se apaga, las sombras se adueñan, hora por hora,minuto por minuto, de la tierra húngara. ¡Escuchad nuestro grito! (1)

(1) El Asesinato de Hungría.—Attila Fekete.

Naturalmente, en la ONU hubo infructuosos discursos anticomu­nistas y nada se hizo por Hungría. Esa agrupación judaica encubre con mantos democráticos toda "liberación" 'de colonias que le reste fuerza a Occidente, pero jamás acude en auxilio de los países escla­vizados por el Kremlin. Todos estos traidores de Occidente no aman la libertad de los débiles, sino la oportunidad de cederlos .al avance comunista.

Ha habido indicios de que al reconquistar los soviéticos el control de Hungría, experimentaron diversas drogas "sicoquímicas" en el agua potable para provocar timidez y apatía entre la población. Ta­les drogas son incoloras, inodoras e insípidas. No se conoce con exac­titud el resultado de estos experimentos, pero parece que ABREN POSIBILIDADES INFERNALES A LA "TÉCNICA" DE SUBYUGAR PUEBLOS.

A raíz de que se restableció la dominación soviética se dieron gran­des facilidades para que el aborto aumentara, de tal manera que para 1963 la natalidad en Hungría era la más baja del mundo.

El país es gobernado por el judío-húngaro Ferenk Muennich y la ONU sigue admitiendo en su seno a los representantes de ese verdu­go. La matanza de húngaros cristianos no fue "crimen contra la hu­manidad".

EGIPTO.—Con acciones que más parecen deliberadas que torpes, Occidente alejó de su órbita al bloque árabe y consecuentemente lo acercó a la zona de influencia del marxismo. Mientras Alemania era fuerte, Inglaterra mantenía tropas protegiendo el Canal de Suez, pero cuando desapareció el poderío alemán y se agigantó el soviético, In­glaterra retiró esas tropas y perdió el estratégico Canal. La gota de agua que determinó el cambio de Egipto contra Occidente, según palabras del ministro de finanzas Abdel Moneim Kassuny (27 de agos­to de 1957) fue que Eisenhower había hecho consentir a los egipcios en que les daría un crédito para construir la presa de Aswan, pero luego retiró abruptamente la oferta. En ese preciso momento Moscú cortejaba a Egipto y éste aprovechó la ocasión y se volvió airado con­tra el mundo occidental.

La protección que Egipto no había recibido de Eisenhower mien­tras fue aliado de Occidente, la recibió en cuanto quedó rota esa alianza, pues ante el regocijo de Moscú fue el propio Eisenhower el que hizo fracasar (cuando ya había triunfado) la operación anglofran-cesa para recuperar el Canal de Suez.

El Departamento de Estado americano se apresuró a auxiliar polí­tica y económicamente al nuevo "neutralista" y para engañar a la opinión pública americana anunció que un nuevo plan (la Doctrina Eisenhower) impediría más ganancias del marxismo en el Medio Orien­te. Pero todo fue vana palabrería. Eisenhower y Kennedy dieron al régimen egipcio más de seiscientos millones de dólares, aparte de préstamos a largo plazo por más de cien millones. Y con ese dinero se han venido creando en Egipto las bases para una economía de tipo, marxista (supercapitalismo de Estado). Una comunización pacífica, por eta­pas, financiada por Washington.

Entretanto, la URSS va infiltrando lentamente su propaganda en Egipto. Al parecer los jefes árabes creen que podrán aprovecharse de los favores del marxismo y que sabrán burlarlo después.

IRAK.—Ya con la Doctrina Eisenhower en vigor para impedir ga­nancias comunistas en el bloque árabe, el 14 de julio de 1958 un cuartelazo comunista asesinó al rey de Irak, Feisal, y a su familia de 13 miembros, incluso sus nietos de 8 y 6 años, así como a otras 200 personas más. Fue una orgía de sangre. El rey Feisal tenía una alianza con Occidente, llamada Pacto de Bagdad. Ni ese pacto, ni la de­cantada "Doctrina Eisenhower" sirvieron para que Occidente moviera un dedo en favor de Irak. Aunque eso sí, se entretuvo a la opinión pública occidental con un vistoso desembarque en Líbano, que na­turalmente no sirvió para nada, pues el verdadero conflicto estaba en las ensangrentadas calles de Bagdad y no en las asoleadas playas libanesas.

Inútilmente el rey de Jordania pidió ayuda para rescatar a Irak. Todavía 9 meses más tarde los iraqueses trataron de librarse me­diante una insurrección, pero fueron aplastados sin que Inglaterra y Estados Unidos les dieran ninguna ayuda. Y el 14 de julio de 1959 los representantes de las. potencias occidentales asistieron, sin sonrojos, a los festejos con que el régimen procomunista conmemoraba el ase­sinato del rey Feisal, aliado de Occidente.

A fines de 1962 los rojos empezaron a infiltrarse en el Yemen, acer­ca de lo cual el rey Hussein, de Jordania, comentó que le era difícil "hacer frente al mismo tiempo a los comunistas y al hecho de que los Estados Unidos están apoyando a elementos subversivos".

VIETNAM (antes Indochina).—La infiltración roja se inició el 19 de diciembre de 1946, cuando este país era colonia francesa, y tanto el gobierno de Francia como el Presidente Truman anunciaron su "firme" determinación de defenderlo. Pero estuvieron enviando una ayuda de tal manera dosificada que los chinos rojos no fueron detenidos. Por un sarcasmo del destino 46,000 soldados alemanes —enrolados en la Le­gión Extranjera Francesa— perecieron en Indochina combatiendo por la misma causa que defendieron en Europa.

Una vez minada la resistencia, en julio de 1954 el israelita Mendes-France, entonces Primer Ministro de Francia, cedió al marxismo judío la mitad de Indochina, lo mejor de su industria y 12 millones de indochinos que habían luchado con lealtad y sangriento sacrificio en el bando de Occidente. Al firmar la capitulación en Ginebra, el judío Jules Moch, representante de Francia en la ONU, dijo satisfecho: "Es una victoria del valor y de la voluntad". '

El país quedó dividido en Vietnam del Norte (obsequiado al comunismo) y Vietnam del Sur. Después los rojos llevaron guerrilleros al sur y promovieron desórdenes de estudiantes y de budistas; incluso formaron arsenales en varias pagodas. Su gran ofensiva para comu-nizar al Vietnam del Sur fracasó en agosto de 1963, con gran disgusto del grupo político de Kennedy, que tachó de "dictador" al Presidente católico vietnamés, Dinh Diem, porque no se doblegó ni hizo conce­siones a los conspiradores rojos. Kennedy acordó a principios de oc­tubre disminuir la ayuda económica y militar a Vietnam. La señora Dinh Nhu, cuñada del Presidente Diem, se trasladó a Estados Unidos a denunciar esas increíbles maniobras. Y el 2 de noviembre el Pre­sidente Diem y su hermano fueron asesinados. La señora Nhu comentó que la Casa Blanca había dado a Vietnam "una puñalada por la es­palda".

El régimen que reemplazó al presidente Diem trató de contempo­rizar con los rojos, pero en enero de 1964 fue derrocado por militares nacionalistas (general Khan), y se reanudó la lucha contra la comuni­zación del país.

Las fuerzas armadas americanas (Pentágono) han venido insistiendo en que la comunización de Sudvietnam facilitaría a China Roja apode­rarse después de Tailandia, las Filipinas, Birmania y la India, y por tanto han venido ayudando a los anticomunistas vietnamitas. Por su lado, el Departamento de Estado americano ha pretendido restringir esa ayu­da y "neutralizar" a Sudvietnam. En este forcejeo los militares america­nos se apuntaron una ventaja en febrero de 1965, al bombardear las bases del invasor rojo en territorio de! Vietnam del Norte (llamado Vietcong).
Hay la creencia de que tal ventaja la consiguieron los militares ame­ricanos gracias a la discrepancia surgida entre e! Kremlin y China Ro­ja. El Kremlin quiere un período de comunización gradúa!, para afianzar lo ganado, y China Roja quiere un avance más rápido. Y como e! De­partamento de Estado americano coincide con la política del Kremlin, no ha desarrollado mayor esfuerzo para impedir que la aviación ameri­cana golpee las bases del Vietcong, que precisamente son bases de China Roja.

Sin embargo, Johnson y el Departamento de Estado han impedido que la aviación americana ponga fuera de combate a la industria bé­lica y a las comunicaciones de los rojos y ha vetado el bombardeo de los objetivos más importantes. Es decir, se ie ceden ventajas y protec­ción ai enemi-go, como sucedió en Corea.

FRANCIA.—El Primer Ministro Pflimlin prosiguió la traición de Mendes-France para liquidar las colonias francesas. Pero la indigna­ción popular hizo posible que el 13 de mayo de 1958 estallara en Ar­gelia un gigantesco movimiento de Salud Pública, encabezado por los generales Massu y Salan, que cundió rápidamente.

La traición de los altos círculos políticos se hizo todavía más evi­dente porque Pflimlin —espoleado públicamente por Moscú— di­solvió todos los partidos nacionalistas y se apoyó exclusivamente en los rojos para combatir a los rebeldes. En esos decisivos momentos el Secretario de Estado americano, Foster Dulles, hizo pública su "gran preocupación" por el levantamiento de los nacionalistas franceses, los cuales le solicitaron apoyo moral para su lucha contra los comunistas que minaban a Francia. Naturalmente, Mr. Dulles no los ayudó.

Pflimlin vio que la insurrección era indoblegable por un asalto fron­tal y entonces comenzó a flanquearla, para lo cual aparentó que capitulaba y que le entregaba a De Gaulle el poder, sin combatir, pero a cambio logró que el movimiento de Salud Pública (categórica­mente antimarxista) fuera debilitado y luego disuelto.

De esa manera la camarilla prosoviética logró salvarse en parte y quedó como Premier el israelita Michel Debre, auxiliado por los tam­bién hebreos René Samuel Cassin, presidente de la Alianza Israelita Universal, Gilbert Grandval, secretario de comercio, y Maurice Schu-man. El recién formado Partido Nacionalista Francés, que se proponía luchar para que Francia fuera gobernada exclusivamente por fran­ceses, fue disuelto por Debre en febrero de 1959.

A principios de 1960 los terroristas argelinos (apoyados por Krush-chev) estaban a punto de ser definitivamente derrotados y el jefe Si Salah tramitaba ya su rendición, pero precisamente entonces el gabi­nete de Debre anunció que les haría concesiones. Esto reconfortó a los demás jefes terroristas, los cuales ejecutaron a Si Salah y a 480 más, y la conjura siguió adelante.
Naturalmente todas esas tortuosas maniobras de los prosoviéticos franceses fueron apoyadas" por casi toda la prensa. El judío Marcel Bleustein controla los diarios "France Soir", "France Dimanche", "Le Journal" y "Elle", con 3 millones de ejemplares diarios, más otros muchos periódicos menores y numerosas revistas. El grupo israelita Schreiber-Mendes-France maneja los periódicos "Les Echos" y "L'Ex-press". Los judíos O. Rosenfeld y Roger Nahon dirigen "Le Populaire", y la sociedad Lesurick-Epussac, "L'Aurore".

En abril de 1961 estalló otra rebelión de los militares que querían una Argelia Francesa y no una Argelia Marxista, pero el Presidente Kennedy se apresuró a ofrecer ayuda al régimen de Debre (al que sólo apoyaban los comunistas) y movilizó la 6a. flota americana por si era necesario bloquear a los rebeldes. Como se trataba de insur­gentes anticomunistas, ahí no era sacrosanto el principio de la "no intervención". Los rebeldes perdieron la moral y devolvieron el go­bierno de Argelia al delegado de Debre, el judío-francés Jean Morin. Posteriormente el Primer Ministro Georges Pompidou, del Banco Roth-schild, judío, consumó la entrega de Argelia a los procomunistás de Ben Bella, a quien Kennedy le dio equipo y dólares, en tanto que Krush-chev le enviaba armas. Los argelinos reacios al comunismo comen­zaron a ser postergados.

Prestigiándose con discursos nacionalistas y con su asistencia pública ;a*misa, De Gaulle engañó temporalmente a muchos compatriotas suyos y extranjeros. Pero a la larga ha ¡do quedando al descubierto su ego­latría, su secreta militancia procomunista y su sometimiento a incon­fesables planes internacionales.

En efecto, De Gaulle inició su carrera política desempeñando comi­siones secundarias en el equipo del Premier León Blum, judío-francés que trabajó por el comunismo. Durante la guerra con Alemania, De Gaulle huyó a Inglaterra sin combatir. Ahí formó un "Gobierno en el Exilio" y jamás dirigió una operación militar contra los alemanes.

En vísperas de la invasión aliada de Francia, "Los Angeles Examiner" reveló el 6 de abril de 1944 que Roosevelt y Churchill habían trazado un "Plan Estadounidense Para el Gobierno del General Charles de Gaulle de la Francia Libre" y que Stalin lo había aprobado. Se trataba de empujar gradualmente a Francia hacia la órbita procomunista.

Sometido a ese plan, De Gaulle regresó a Francia detrás de las tro­pas aliadas y recibió el Poder. No movió entonces ni un dedo para salvar a compatriotas suyos que estaban siendo asesinados. Los "ma­quis", en su mayoría guerrilleros comunistas, asesinaron durante la "li­beración" a 105,000 franceses, entre los que englobaban a colabora­cionistas, nacionalistas y anticomunistas patriotas. (Los alemanes habían sido menos mortíferos, pues en la guerra que Francia les declaró el 3 de septiembre de 1939 habían muerto 70,000 franceses).

Posteriormente De Gaulle traicionó a sus compatriotas del "Movi­miento de Salud Pública", que lo habían restituido en el Poder, y los disolvió y encarceló. A continuación le negó apoyo al partido francó­filo de Messali Hadj, en Argelia, y entregó Argelia a los rojos de Libe­ración Nacional, no obstante que había jurado todo lo contrario.

Más tarde De Gaulle rompió con su antiguo aliado de guerra, Chiang Kai Shek, y reconoció a China Comunista. Así mismo concedió créditos para ayudar a la URSS y a Castro Ruz. Y bajo una falsa "reconciliación" apoyó en Alemania a un movimiento de acercamiento con el bol­chevismo.
En toda su carrera política De Gaulle ha tenido el apoyo del grupo judío Rothschild, que junto con poderosas logias masónicas y monopo­lios plutocráticos integra en París un mando secreto llamado Sinarquía. Este mando tiene por objeto tender redes de una presunta "tercera posición" para atraer a países occidentales hacia una gradual identifi­cación con el marxismo, e incluso para deformar a la Iglesia Católica y trata de diluirla en un "nuevo catolicismo" que vaya rompiendo la tradición de dos mil años y que en vez de ser un valladar ante el sueño judío de dominación mundial se convierta en auxiliar suyo.

QUEMOY.—En agosto de 1958 los chinos rojos iniciaron el bom­bardeo de las islas Quemoy, ocupada por Chiang Kai-Shek. Y como era usual cada vez que había una agresión marxiste, Eisenhower anun­ció una aparatosa movilización de barcos, aviones y tropas; todo apa­rentaba que iba a reforzar a su aliado Chiang, anticomunista, pero en realidad resultó todo lo contrario. Después de dos meses de tor­tuosas manipulaciones, encubiertas con frases engañosas, Mr. Dulles declaró (23 de octubre de 1958) que "Estados Unidos no atacará a China comunista ni tolerará que sea atacada". A la vez obligó a Chiang, es decir, al agredido, a retirar tropas de las islas Quemoy, último estriberón utilizable para liberar a China. (En febrero de 1955 ya se le había obligado a retirarse de las Islas Tachen).

Y así se afianzó la dominación marxista sobre más de 600 millones de asiáticos, que son la cuarta parte de los habitantes del mundo.

LAOS.—Este es un pequeño país de cerca de dos millones de ha­bitantes, pero de vital importancia para la defensa militar del sur­este de Asia. En 1959 Laos se quejó a la ONU de que estaba siendo invadido por guerrilleros de China Roja, la ONU hizo estéril papeleo y la infiltración continuó. A instancias del Pentágono (o sean las fuer­zas armadas de Estados Unidos), Kennedy envió un ultimátum a los rojos para que se detuvieran, pero luego dio marcha atrás y acordó celebrar plátjcas con ellos. En el curso de esas pláticas el Departa­mento de' Estado americano presionó al ¡efe Boun Oum, anticomu­nista, para que cediera las Secretarías de la Defensa y del Interior a los rebeldes Soupha Nouvong, comunista, y Souvanna Phouma, rojo disfrazado de "neutralista". Boun Oum se negó a esa capitulación y en enero de 1962 el Departamento de Estado americano le sus­pendió la ayuda de 48 millones de dólares anuales que le estaba dando como aliado de Occidente. La presión contra los anticomunistas siguió creciendo y finalmente fueron obligados por Kennedy (¡unió I I de 1962) a aceptar la coalición con los rojos. Estos mejoraron su posición y en 1964 capturaron la Planicie des Jarres, prosiguiendo así la gra­dual dominación del país.

SUDCOREA.—Con engañosas banderas de depuración social el comunismo movió grupos estudiantiles en 1960 y derrocó al premier Sygman Rhee, auténticamente anticomunista. En su lugar subió John M. Chang, que propició la infiltración roja, pero en mayo hubo una saludable reacción nacionalista y Chang fue depuesto. Quedó en­tonces al descubierto que 239 organizaciones se hallaban casi en manos del comunismo, 2,014 agentes rojos fueron detenidos, y ¡Kennedy se negó a recibir al nuevo jefe del gobierno sudcoreano!... El Departamento de Estado había dicho que ese nuevo régimen era ¡legal y que no se ajustaba a procedimientos democráticos. Sin em­bargo,, los sudcoreanos se han resistido a su comunización. .

JAPÓN Y TURQUÍA.—En ambos países el Comunismo movió gru­pos estudiantiles en campañas de apariencia nacionalista y derrocó a los primeros ministros que eran categóricamente opositores a la URSS. La infiltración roja tiene ahora más facilidades para avanzar.

SIRIA.—A principios de 1946 el régimen procomunista de Amino el Hafez aumentó la represión de los sectores anticomunistas; en abril hizo una matanza en la ciudad de Hama, donde cañoneó mezquitas y el barrio viejo. El día 27 el régimen proclamó que Siria se conver­tía en "República Democrática Popular Socialista", o sea satélite de Moscú.

.ZANZÍBAR.—35 días después de que dejó de ser colonia occi­dental y de que se le declaró país libre, la isla de Zanzíbar (frente a la costa oriental africana) cayó bajo el control comunista en un golpe de terrorismo, con ayuda de expertos preparados en Cuba. (Enero 15 de 1964). Dos mil "sospechosos políticos" fueron asesinados. La pobla­ción quedó paralizada de terror. El nuevo primer ministro, Ábdula Kassim Hanya, es asesorado por su mujer Lily Golden, hija de judía y negro, adoctrinada en el "Instituto de África", de Moscú.
Se ha calculado que en los primeros diez meses de dominación co­munista han sido asesinadas o encarceladas doce mil personas.

EL TIBET.—En ese país de 4 millones de habitantes y más de un millón de kilómetros cuadrados, la penetración comunista empezó en 1951 bajo la engañosa fórmula de la "coexistencia pacífica". Occi­dente no hizo nada por contrarrestarla. Para 1958 la dura realidad del comunismo práctico ya había disipado los mantos sedosos del comu­nismo teórico y la situación era tan insoportable; que se generalizaron los brotes de resistencia. En diciembre una revuelta en grande escala ardía en gran parte del país, incluso la capital, con la participación de medio millón de tibetanos y mongoles.

Los bolcheviques llevaron tropas de China Roja y con armas mo­dernas fueron abriéndose paso entre las masas anticomunistas que peleaban con desesperación. El 24 de marzo de 1959 un hermano del Dalai Lama (supremo gobernante tibetano) pidió auxilio a Occi­dente y advirtió: "Nuestra religión desaparece, nuestra raza desapa­rece. Vamos a ser aniquilados". El Dalai logró escapar y desde el exilio denunció que los comunistas habían faltado a todas sus promesas. En medio de sacrificios espantosos, el pueblo seguía resistiendo y cla­mando ayuda.

Cuatro meses después de iniciada la lucha en grande escala, otro hermano del Dalai Lama, Thubten Norbu, declaró mientras continuaba la desigual pelea: "El control comunista del Tíbet será el primer paso estratégico para luego dominar a la India y a toda Asia... Yo me dirijo en nombre del Tíbet al mundo libre para pedir que se le ayude en su lucha". (Abril 6 de 1959).

Pero Occidente no movió ni un dedo en favor de los tibetanos que durante seis meses lucharon con pérdidas espantosas hasta que finalmente fueron sojuzgados en mayo. La Comisión Internacional de • Juristas denunció en Ginebra, el 5 de junio de 1959, que 65,000 tibe­tanos habían perecido tratando de liberarse.

Además, veinte mil niños fueron separados de sus padres y en­viados a China roja para su "reeducación"; a los jefes anticomunistas se les ejecutó aplicándoles hierro rojo en bs-vértebras cervicales; a sus seguidores más entusiastas se les deportó a China o a la URSS y al resto de la población se le organizó en grupos de trabajo for­zado. Todavía en septiembre el Dalai Lama seguía clamando a la ONU que interviniera en favor del Tíbet, pero entonces hasta las convencionales palabras anticomunistas se habían silenciado para no' molestar a Nikita S. Krushchev en su triunfal gira por Norteamérica. En junio y julio (1960) aún ocurrían levantamientos de tibetanos. Una columna de tres mil campesinos que trató de emigrar a Nepal fue copada por comunistas cerca de Charka, a kilómetro y medio de la frontera, y aniquilada con fuego de ametralladora durante la noche del 25 al 26 de junio.

La India y Bután, para no disgustar a la URSS, cerraron sus fron­teras ante los desventurados tibetanos que trataban de huir de sus perseguidores. La "ingeniería social" entró cruelmente en acción y un funcionario bien enterado dijo al periodista Bradsher: "Ya no habrá tibetanos dentro de cinco años, serán transportados por miles. No se sabrá más de ellos". Lobsang Samden, hermano del Dalai Lama, reveló en enero de 1964 que todos los templos habían sido destruidos y que seis mil familias tibetanas habían sido esterilizadas.

Pero ante las desventuras de las colonias del imperio marxista en­mudecen todos los hipócritas humanistas, esos que fingiendo amor al prójimo claman que Occidente no tenga ya colonias, es decir, que las deje libres para el avance del comunismo.

La población del mundo asciende a 2,890 millones, de los cuales 971 millones integran el bloque soviético, gracias a la complicidad de Roosevelt y de sus herederos. Otros 578 millones (entre asiáticos, hindúes y árabes) van deslizándose hacia la influencia soviética o sim­plemente al "neutralismo". En total, más de la mitad del mundo ya no está con Occidente.

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