miércoles, 25 de febrero de 2009

Capítulo VI 1° Parte.

CAPITULO VI
La Guerra que Hitler sí Quería
(1941)
El Plan Estratégico de Hitler Contra Rusia.
La más Grande Lucha en la Historia de las Armas.
El Primer "Cannas" de Rusia en 1941.
Segunda Embestida de Yon Bock.
Hitler Ordena Virar hacia el Sur.
Orgía de Sangre en Leningrado.
La Dureza del Soldado Ruso.
Lo que Parecía ser la Ultima Batalla.
Moscú Trepida Bajo el Cañoneo.
De los Albores de la Victoria a las Orillas del Desastre.



EL PLAN ESTRATÉGICO DE
HITLER CONTRA RUSIA

La campaña de Polonia en 1939 se había desarrollado conforme al plan estratégico trazado por el Estado Mayor General Alemán. Hitler intervenía poco y aisladamente en las operaciones militares, como cuando ordenó el asalto final so­bre Varsovia. Pero ocho meses más tarde Hitler intervino fundamen­talmente en el desarrollo de la campaña de Francia, concibió los golpes de audacia sobre el Canal Alberto y las fortificaciones de Eben Emael, y asimismo hizo posible que Guderian se lanzara por el norte de Fran­cia y envolviera a los ejércitos aliados de Flandes. Todo esto lo realizó contra la opinión de muchos de los viejos y experimentados generales, partidarios de procedimientos más ortodoxos y menos audaces.

Pese a los notables aciertos de estrategia que Hitler demostró en la campaña de Francia, varios aristócratas generales se resistían natural­mente a aceptar sus sugestiones, y aun sus directivas, que eran órdenes. Y es que seguían viendo en él a un cabo, carente de preparación académica, y no cabía en su cabeza de peritos que un autodidacta en cuestiones militares pudiera intuir los principios básicos del arte de la guerra, a veces con más profundidad que los profesionales saturados de teoría y de pormenores técnicos.

Esa latente pugna entre Hitler, que trataba de imponer sus concep­ciones estratégicas, y los generales que procuraban modificarlas, fue una de las más grandes debilidades de Alemania. Aun en muchos casos en que las directivas del Fuehrer eran obedecidas, faltaban la fe y el entusiasmo que son indispensables para ejecutar acertadamente órde­nes ajenas de cuya exactitud duda el ejecutante.

Esta pugna se agravó en la campaña de Rusia. Por principio de cuentas muchos generales encabezados por Brauchitsch, como ¡efe de ejército; por Halder, como ¡efe del Estado Mayor General, y por Von Rundstedt, decano de los estrategas, no creían que la operación de Rusia fuera realmente inevitable. Aunque eruditos en su profesión, carecían de la necesaria visión política panorámica para ver que esa operación no era opcional, sino ineludible.

El desacuerdo se agudizó el 18 de diciembre de 1940 cuando Hitler comunicó a los jefes del ejército los principios básicos de su Plan Barbarroja para la invasión de la URSS.

El Plan Barbarroja —llamado así en memoria de Federico I que en el siglo XII pereció en las Cruzadas— dividía el frente germanorruso en tres sectores; norte, central y sur. El principal objetivo concebido por Hitler era limpiar todo el flanco izquierdo de su avance (sector norte), para lo cual era necesario aniquilar al enemigo en Lituania, Letonia y Estonia, capturar Leningrado y enlazar con los finlandeses. El segundo objetivo era realizar en seguida una progresión de norte a sur, aniquilar a los ejércitos soviéticos del sector central, envolviéndo­los, y capturar Moscú. El tercer objetivo (sector sur) era avanzar en dirección de Kiev y la desembocadura del Dniéper, cerca de Kherson.

Poco después, el 3 de febrero de 1941, o sea cinco meses antes de que se iniciara el ataque, Hitler reiteró a sus generales que el principal objetivo era asegurar el flanco izquierdo (sector norte), con lo cual se facilitaría el flanqueo en profundidad del sector central y por tanto la captura de Moscú. Además, especificó que no deberían buscarse simultáneamente ambos objetivos (Leningrado y Moscú), salvo que ocu­rriera un "sorprendente y rápido colapso de la resistencia rusa".

Tal era, en síntesis el Plan Barbarroja trazado por Hitler para la in­vasión de la URSS. Pero Brauchitsch, como jefe del Ejército, y Halder, como ¡efe del Estado Mayor General, no estaban de acuerdo con. él. Ambos querían descargar el golpe más fuerte en el sector central y adentrarse profundamente hasta capturar Moscú. En términos gene­rales seguían las huellas de la invasión napoleónica.

De ese desacuerdo entre Hitler, por, una parte, y Brauchitsch y Hal­der por otra, resultó un plan que ni era el ideado por Hitler ni tampoco se ajustaba por completo al deseo de dichos generales. El historiador británico Liddell Hart reconoce ese hecho y comenta:

"Barbarroja, aprobado por Hitler el 18 de diciembre, contenía ideas perfectamente claras, aunque Brauchitsch las había tergi­versado" (Los Generales Alemanes Hablan.—Liddell Hart).

Este fue el primer paso en falso de la campaña de Rusia.

Así las cosas, se formaron tres grandes grupos de ejércitos, o sea uno por cada sector (norte, central y sur), mandados respectivamente por los mariscales Ritter Von Leeb, Von Bock y Von Rundstedt. Cada grupo de ejércitos constaba de tres o cuatro ejércitos, y a su vez cada ejército se componía de diez o quince divisiones. (La división alemana estaba formada por 15,000 hombres). Von Brauchitsch sesalió en parte con su idea y reforzó particularmente el grupo de ejér­citos de Von Bock, o sea el del sector central, que tenía por meta Moscú, pese a que Hitler había ordenado que el primer objetivo de­bería ser Leningrado y el enlace con Finlandia, en vez de Moscú, que debería quedar como segundo objetivo.

Otro paso en falso en la campaña de Rusia fue que el Estado Ma­yor General Alemán calculó, con base en informes que no eran verí­dicos y que indudablemente los mismos soviéticos indujeron, que du­rante 1941 el Ejército Rojo no podría 'poner en pie de guerra más de 300 divisiones. Aun cuando Hitler sólo disponía de 145 divisiones ale­manas para la campaña de Rusia (más 33 de sus aliados finlandeses, rumanos, húngaros, eslovacos e italianos), confiaba en que la calidad y la superioridad operativa borrarían esa diferencia de un millón ocho­cientos treinta mil combatientes y que los 2.175,000 soldados alema­nes derrotarían antes del invierno a los 4.500,000 soviéticos.

En este último punto los cálculos de Hitler eran correctos, pero él Ejército Rojo no iba a lanzar sólo 300 divisiones en 1941, como se creía, sino 460, o sea cerca de siete millones de combatientes. Sobre la base de 145 divisiones alemanas (más 33 del Eje) y 300 soviéticas, Hitler esta­ba seguro de alcanzar la victoria antes de que llegara el invierno. En consecuencia, según palabras del general Von Kleist, refrendadas por otros muchos, "No había preparativos para una lucha prolongada. Todo se basaba en la idea de un resultado decisivo antes del otoño".
Pero desde el primer día de la lucha Alemania estuvo en desventajosa situación, principalmente debido a tres factores:

1o.—Porque la oposición de los generales creó constantes perturba­ciones en el Alto Mando e impidió que el Plan Barbarroja de Hitler fuera ejecutado tal como se le trazó.

2o.—Porque Alemania no podía concentrar todo su esfuerzo contra la URSS, y en cambio ésta sí podía hacerlo contra Alemania. Occidente le mantuvo a Hitler 63 divisiones inmovilizadas (945,000 soldados) en la Europa occidental y en los Balcanes. Y esto en los primeros meses del ataque a Rusia, pues luego ese número fue aumentado.

3o.—Porque las 145 divisiones alemanas lanzadas al frente ruso no iban a combatir en 1941 contra 300 divisiones soviéticas, como se creía en Berlín que sería el peor de los casos, sino contra 460. Debido a esta mala información (obra del conspirador Canaris) Alemania no preparó una campaña de invierno, cosa que la URSS sí hizo.(l)

Fue un hecho extraordinario que a pesar de esas enormes desven­tajas el Ejército Alemán penetrara tan profundamente en Rusia. Igual­mente notable fue que colocara al gigantesco Ejército Rojo al borde del desastre y que lo obligara a clamar angustiosamente la ayuda de Roosevelt y de Churchill, sin la cual habría perecido. Tal hazaña se debió a las cualidades de combate del soldado alemán y a las imponderables fuerzas del espíritu.

El escritor norteamericano William L White señala que la enorme población rusa dispone anualmente de dos millones de jóvenes de 18 años, mientras que los alemanes sólo pueden oponer 500,000. "Con­siderando solamente los efectivos militares —dice—, el milagro es que cualquier soldado alemán fue capaz de pisar suelo ruso".

LA MÁS GRANDE LUCHA
EN LA HISTORIA DE LAS ARMAS

El sacrificio de Polonia, Norue­ga, Bélgica, Holanda, Francia, Yugoslavia y Grecia, y el sacri­ficio que aún seguía imponiéndose al pueblo inglés para que prosi­guiera la guerra, fue obra del movimiento político judío en beneficio del marxismo israelita, el cual ciertamente capitalizó con extraordina­ria maestría la sangre de esos ocho pueblos.

En los dos años que Hitler había pasado librando la guerra que no quería (de 1939 a 1941), la URSS redondeó la movilización de sus gigantescos recursos. En ese lapso la industria fue ampliada y forzada a aumentar su producción en un 50%. La "Ossoaviakim" redobló sus esfuerzos para impartir nociones militares a 36 millones de hombres, a fin de tener una enorme reserva de reclutas, francotiradores, gue­rrilleros o saboteadores, y fueron adiestrados varios cientos de miles de especialistas en las diversas fases de la guerra.

El Ejército Rojo había esclavizado los países de Estonia, Letonia

(1) El general Guderian dice que la guerra ruso finlandesa, en que la URSS fingió debilidades que no tenía, contribuyó mucho a que el Mando Alemán se formara juicios erróneos acerca de su futuro adversario.

y Lituania —con la tácita aprobación, de Churchill y Roosevelt— y amenazaba a Alemania por el norte y el Mar Báltico. También había sojuzgado la provincia rumana de Besarabia y amenazaba al Reich por el sur. En el centro de esas tenazas ocupó media Polonia y erigió bases cerca de los centros industriales germanos.

160 divisiones soviéticas se hallaban en la frontera y otras 140 en bases situadas a profundidad (un total de cuatro millones y medio de combatientes), además de grandes reservas que premiosamente es­taban siendo equipadas. Todo esto ocurría a principios de 1941. Dado que la ideología nazi de Hitler había nacido desde 1919 como un movimiento específicamente antibolchevique, veía con creciente in­quietud la gigantesca concentración armada soviética.

Según el diplomático norteamericano William C. Bullit(l), en 1939 Roosevelt le comunicó a Stalin que esperara un ataque alemán para, "principios del verano de 1941" e incluso le revelaba cuáles eran "los puntos principales del plan estratégico de Hitler". Y a fin de darle tiempo al Ejército Rojo para que aumentara sus efectivos, Alemania fue forzada a combatir contra Polonia, Noruega, Holanda, Bélgica, Francia, Yugoslavia y Grecia.

La primavera de 1941 tocaba a su fin y Hitler se hallaba ante la terrible alternativa dé lanzarse contra Rusia, sin haber suprimido del todo el frente occidental representado por Inglaterra, o aplazar esa ofensiva y correr el riesgo de que el bolchevismo se lanzara contra Alemania. En este caso el campo de maniobra era tan reducido (por la pequeñez territorial del Reich) que la industria bélica podía sufrir una herida devastadora en el primer impacto.

El Ejército Alemán constaba entonces de 208 divisiones, pero 63 de ellas se hallaban inmovilizadas como guarnición de los países ocu­pados o en previsión de un ataque británico. Para la operación de Rusia, Hitler sólo podía disponer de 145 divisiones y se calculaba que los soviéticos tenían 300. (En realidad eran más de 400). Por consi­guiente, la invasión de Rusia implicaba un riesgo enorme, pero sin duda el aplazarla implicaba un riesgo mayor: si en 1941 Inglaterra to­davía no se reponía de la derrota sufrida en Flandes, para 1942 ya habría armado un nuevo ejército; si en 1941 Roosevelt aún no lograba empujar al pueblo norteamericano a la contienda, más tarde sí con­seguiría hacerlo, y si en 1941 Stalin disponía de 400 divisiones, no tardaría en tener 500. La población alemana de 80 millones de habi­tantes no podría a la larga movilizar tantas masas combatientes como la gigantesca coalición levantada por el movimiento político judío.

En resumen, el ataque alemán a la URSS a mediados de 1941 era una operación

(1) "Cómo los EE. UU. Ganaron la Guerra y por qué Están a punto de Perder la Paz".—William C. Bullít.

peligrosísima, pero cada día que pasara los riesgos aumentarían en vez de disminuir. Hitler sostuvo consigo mismo una lucha en esa encrucijada, antes de que a las siete de la noche del 21 de junio de 1941 diera la orden para que el ataque a la URSS principiara a las cuatro de la mañana del día siguiente. De ese con­flicto íntimo en el umbral de la terrible decisión quedó constancia en una carta que esa noche dirigió a Mussolini (I):

"Le dirijo ésta en un memento en que las preocupaciones producto de meses de profunda meditación y terrible expectativa, me ha llevado a tomar la decisión más grave de mi vida,. Después de haber ana­lizado la situación rusa creo que no puedo seguir asumiendo la responsabilidad de continuar esperando por más tiempo... Ru­sia e Inglaterra están igualmente interesadas en el derrumbe de Europa. Agazapados detrás de estos dos países, pero con la mira de provocar dificultades, se encuentran los Estados Unidos. (En realidad, Roosevelt y su grupo de judíos)... El despliegue de las fuerzas rusas es enorme; puede uno decir que todas aquellas di­visiones de que dispone la Unión Soviética se encuentran en nues­tra frontera. Además, desde que entró el verano han estado muy ocupados en la construcción de fortificaciones". Por otra parte, Hitler dijo a la nación y al mundo:

"Durante más de dos decenios los judíos bolcheviques que tie­nen el poder en Moscú, han procurado incendiar no sólo a Ale­mania, sino también a Europa entera.:. A partir del 10 de mayo de 1940 la concentración rusa en Occidente fue adquiriendo unagravísima amenaza. Por eso pensé en agosto de 1940 en no dejar desguarnecidas las provincias orientales... Hoy, unas 160 divi­siones rusas están ante nuestra frontera (140 más se hallaban en líneas posteriores de resistencia). La tarea de este frente dejade ser la de proteger fronteras particulares y tornase en la tarea de proteger a Europa y salvarnos a todos. Por ello he decidido confiar la suerte y el futuro del Reich alemán y de nuestra nación una vez más a nuestros soldados. ¡Que Dios nos ayude en esta lucha decisiva!"

Entre sus allegados, Hitler comentó en su cuartel de Prusia Orien­tal: "Al principio de cada campaña se empuja un enorme portón que da acceso a una estancia sumida en la oscuridad. Nunca se puede saber lo que se oculta detrás".

Aunque iba a librarse una cruzada por la suerte no sólo de Ale­mania, sino de Europa toda, la propaganda judía oscureció ese hecho incontrovertible. Luego la influencia masónica en los gobiernos euro­peos y la postración causada por las inútiles luchas en Polonia, Noruega, Bélgica, Francia, Holanda, Yugoslavia y Grecia, acabaron de cegar al Viejo Continente.

(1) Correspondencia Confidencial entre Hitler y Mussolini.

Alemania no contó con ningún apoyo efectivo: se hallaba sola en la gran lucha.

Finlandia se unió a Alemania con 10 divisiones, que 4 meses des­pués recibieron órdenes de no atacar y mantenerse atrincheradas. Rumania, con 15 divisiones, fue la aliada más fiel que tuvo Hitler. El general Antonescu, ¡efe del gobierno y de las tropas rumanas, arengó a su ejército»

"Ha llegado la hora de la lucha sagrada. Hombro con hombro, corazón con corazón, combatiréis con el Ejército más formidable y más lleno de gloria: con el ejército alemán. ¡Sed dignos del ho­nor que os brinda la historia!"

Desde que 2,500 años antes los medos tuvieron el primer ejército organizado que se conoce, el choque germanosoviético fue la acción guerrera más grande de la historia. Asimismo fue la que con más tiempo pudo preverse por parte del atacado y que con más antici­pación se anunció por parte del atacante. En 1923 Hitler la proclamó en "Mi Lucha" y en 1926 la reiteró al precisar que no buscaría colo­nias a costa de los países occidentales, sino que pactaría con Inglaterra, en contra de la URSS. El judaísmo político, sin embargo, frustró el acuerdo con Gran Bretaña.

La noche del 21 de junio, en todos los sitios de concentración de tropas para el ataque a la URSS, se dio lectura a una proclama de Hi­tler, la cual precisaba que iba a iniciarse una gigantesca lucha con­tra la base del comunismo "para salvar a toda la civilización", y añadía: "Soldados alemanes: hoy comienza una lucha dura y de la ma­yor responsabilidad, pues el destino de Europa y del Reich está en vuestras manos. ¡Que Dios os ayude en esta lucha!..." Más de dos millones de soldados alemanes, a lo largo de 1,800 kiló­metros de bosques, prados o sembradíos, pasaron esa noche con gran expectación. La mayoría no podía dormir.

A las 3.15 de la madrugada del 22 de junio, cientos de comandantes de artillería dieron la voz de "¡Fuego!" La noche se llenó de resplan­dores y de truenos. A las 3.40 los "Stukas" entraron en acción. Entre las 4 y las 4.15 la artillería fue desplazando su huracán de fuego hacia el interior de las líneas soviéticas, a la vez que miles de tenientes, con una pistola o con una granada en la mano, saltaban de sus posiciones encabezando el avance de sus tropas.

Así comenzaron a desbordarse en un frente inicial dé 1,800 kilóme­tros (aproximadamente la distancia de México a Chihuahua), 19 divi­siones blindadas, 13 motorizadas, 108 de infantería y una de caballe­ría, o sea un total de dos millones ciento quince mil (2’115,000) combatientes alemanes. A estas 141 divisiones se agregaron a continuación 10 más, y con los con­tingentes finlandeses, rumanos, húngaros e italianos el gran total as­cendió después de varios meses a 178 divisiones.
La lucha más gigantesca de la historia estaba en marcha.

EL PRIMER “CANNAS”
DE RUSIA EN 1941

El centro de gravedad de la vasta ofen­siva recayó en el sector central donde se enfrentaban los grupos de ejércitos de Von Bock y Timoshenko. Desde el primer momento las vanguardias alemanas advirtieron la dureza de sus opositores; cada punto forti­ficado resistía aunque fuera completamente cercado y era frecuente que las unidades alemanas de asalto sufrieran bajas hasta del 50%, según informes del general Blumentritt, en esos días ¡efe del Estado Mayor del 4o. ejército alemán.

El grupo de Ejércitos de Von Bock se componía de los ejércitos re­gulares 2o., 4o. y 9o. y de los ejércitos blindados 2o; y 3o. respec­tivamente al mando de los generales Von Weichs, Von Kluge, Strauss,

Guderian y Hoth. Este grupo de ejércitos disponía de 1,125 tanques, encuadrados en 9 divisiones blindadas qué eran un afinado mecanis­mo de coordinada precisión y eficacia, escrupulosamente adiestradas para fulgurantes movimientos. Su opositor Timoshenko mandaba una imponente masa de 3,500 tanques, pero su calidad operativa era in­ferior a la alemana y en vez de moverse como divisiones blindadas eran más bien armas de apoyo de la infantería, superiores en número, pero con la torpe pesadez del mamut.

Aprovechando esa circunstancia, el tercer ejército blindado ale­mán —mandado por el general Hoth— se desprendió desde la Prusia Oriental, abrió un boquete en el frente ruso y se precipitó como re­lámpago, hacia la retaguardia enemiga, en tanto que el 2o. ejército blindado —al mando de Guderian— hacía lo mismo mas al sur. Para cruzar el río Bug se emplearon ochenta tanques capaces de caminar por debajo del agua mediante los cuales fue posible ganar rápidamente cabezas de puente en la orilla enemiga.

En los flancos de esos dos grandes brazos blindados, la infantería iba perfilando otras dos tenazas de fuego. Al segundo día de lucha el general Halder anotó: "Los rusos han aceptado la gran batalla de la frontera", y al siguiente día agregaba: "La tenaz resistencia de las unidades individuales rusas es extraordinaria. Guarniciones de casa­matas, se han volado ellas mismas con las casamatas, antes que rendirse". Era frecuente que los comisarios bolcheviques descuartizaran a los oficiales alemanes capturados. Ni pedían ni daban cuartel. El soldado ruso era duro, pero los comisarios lo superaban con fanatismo encarnizado.
Al quinto día de operaciones los tanques de Hoth llegaron por el norte a las orillas de Minsk, después de haber penetrado 290 kiló­metros en un avance fulminante de 58 kilómetros diarios. Cegadoras luces de bengala alumbraron esa noche la batalla. Al día siguiente llegaron por el sur los tanques de Guderian, que combatiendo frené­ticamente se habían abierto paso a través de 320 kilómetros, a un promedio de 64 kilómetros diarios.

Para no confundirse con el enemigo, en medio de la terrible confu­sión del combate, las tropas de los dos ejércitos alemanes que con­vergían hacia Minsk se hacían señales con luces de bengala. Luz blanca significaba "aquí estamos". Luz roja, "el enemigo ataca". Verde, "fue­go de artillería alargado". Bengala azul quería decir "tanques enemigos a la vista".

La guerra relámpago estaba alcanzando en ese entonces sus más brillantes realizaciones. Dentro de aquel círculo de acero, que Hoth y Guderian cerraron en Minsk y que luego fue reforzado por la infantería, quedaron cercados en un gigantesco Cannas más de 400,000 soldados soviéticos, correspondientes a más de treinta divisiones alta­mente mecanizadas, en tanto que otras divisiones fueron diezmadas y arrojadas hacia retaguardia o hacia los flancos. En realidad fue un doble envolvimiento de tres ejércitos rusos y varios cuerpos de tan­ques, primero alrededor de Bialystok y casi simultáneamente alrededor de Minsk.

El doble cerco se convirtió luego en una jadeante batalla de ani­quilamiento. Las fuerzas soviéticas copadas eran extraordinariamente poderosas en material blindado y contaban con 3,500 tanques, o sea el triple de sus atacantes. Una infernal masa de dos mil cañones ope­raba también en el área del envolvimiento. Repetidas veces los rojos contraatacaron en diversas direcciones tratando de romper el cerco, pero sus tanques se movían desorientadamente, cual gigantescos mons­truos, antediluvianos, y eran sangrientamente rechazados por las uni­dades alemanas especializadas en lucha antitanque o por las divisio­nes blindadas que se movían más diestramente, minuto a minuto con­troladas por radio, operando con precisión de relojería. El campo de maniobra de los contingentes bolcheviques copados, que inicialmente era un enorme triángulo de más de 300 kilómetros por lado, iba es­trechándose mortalmente...

En los aires se libraba otra gigantesca batalla. La Luftwaffe había organizado 2,800 aviones en tres flotas comandadas por Loehr, Kesselring y Keller. Al iniciarse las hostilidades, numerosas escuadrillas (cada una de tres bombarderos, con personal altamente especializado) se internaron en territorio ruso volando casi al ras del suelo y sin cruzar ciudades, para atacar sorpresivamente los principales aeródromos en un radio de 300 kilómetros. Inmediatamente después de esos golpes destinados a crear confusión en las bases aéreas enemigas, entraron en acción las grandes flotas.

El golpe inicial de la Luftwaffe fue una terrible sangría para la avia­ción bolchevique, superior en número a todas las aviaciones del mundo, pero inferior a la alemana en calidad y organización.

En los dos primeros días de lucha la aviación alemana reportó 2,500 aviones rusos abatidos en el aire o en sus aeropuertos. El mariscal Soering no lo creía y mandó ratificar el dato; como poco después el ejército ocupó los aeródromos y además pudo contar los aviones derribados en el campo, se precisó que habían sido destruidos 2,700 aparatos.
Apenas repuesto de la sorpresa el comandante judío-ruso Yakov V. Smushkevich lanzó una masa de reservas aéreas para apoyar a los contingentes terrestres cercados en Bialystok y Minsk. La flota de Kesselring acudió a frustrar esa ayuda. El general soviético Kopets se suicidó al perder 600 aviones en su sector.

Enjambres de cazas soviéticos J-15 y de bombarderos relativamente lentos acudían sin cesar a la batalla.

A las tropas alemanas les sorprendía, la obstinación con que atacaban una y otra vez las escua­drillas rusas, pese a las grandes bajas que padecían. Y los Stukas ale­manes Junker 87 y cazas Messerschmitt 109 partían premiosamente de sus bases y regresaban a reabastecerse para salir de nuevo al frente. Allí sí estaba la Luftwaffe empeñando a fondo todos sus efectivos, no como en la llamada "batalla de Inglaterra". Un cruento testimonio de ese esfuerzo total de la aviación alemana fueron los 6,233 aviones soviéticos abatidos en el aire o destruidos en tierra durante los pri­meros 19 días de campaña.

Protegido desde el aire por la segunda flota de Kesselring, Von Bock no soltó su presa. Tenía careados a cuatro ejércitos soviéticos que desesperadamente trataban de salvarse. Un ejemplo típico de esta lu­cha era el sector de la 29° división de infantería alemana, llamada "Halcón". Varias oleadas de soviéticos gritando "¡hurra!" se lanzaban sobre ese sector para romper el cerco. Caía una ola, pero la siguiente lograba avanzar más. Para no delatar anticipadamente sus posiciones, los ametralladoristas alemanes recibieron orden de no hacer fuego sino hasta que los rojos se aproximaran.

"Mudos de asombro —dice un testigo— escuchaban los ¡hurra! de los soviéticos que avanzaban en grandes grupos. . . A los soldados alemanes que servían en las ametralladoras se les oprimía de angustia el corazón. ¿Quién iba a detener esto? ... Luego les daban la orden de ¡Fuego!... Ustedes o nosotros, pensaban, y apretaban el gatillo. Caía una ola, pero en seguida venía la segunda, que se aproximaba más, pero que también caía. Y luego una tercera y una cuarta, con tanques, cañones y caballos. Los caballos heridos caían y relinchaban... Era un infierno".

La batalla de aniquilamiento del cerco de Bialystok-Minsk ardió 14 días, del 27 de ¡unió al 10 de julio, y al desplomarse la resistencia en esa área fueron capturados 323,898 prisioneros; y capturados o destruidos 3,332 tanques y 1,909 cañones. En ninguna otra opera­ción ha llegado a destruirse en una sola batalla un número tan fan­tástico de material blindado. El bolchevismo perdió ahí en este terrífico combate de 14 días, más tanques que todos los lanzados por Francia a la lucha en. 1940. El mamut acorazado de Timoshenko fue abatido por el menos pesado, pero diestro zarpazo de las panzer.

La cifra de 3,332 tanques rusos puestos fuera de combate, adquie­re perfiles más impresionantes si se la compara con el total de tanques alemanes disponibles para la invasión de Rusia, o sea 2,434; pero se empequeñece ante el total soviético de 20,000 máquinas para 1941. Sin embargo, esto último lo ignoraban entonces los alemanes.

El cuerpo de espionaje alemán, a cargo del almirante Canaris, que resultó ser un traidor al servicio de los enemigos de Alemania, no ha­bía averiguado ningún dato valioso acerca de las fuerzas soviéticas. Lo único que se conocía del Ejército Rojo eran sus emplazamientos en la frontera, debido a tres escuadrillas aéreas organizadas por acuerdo de Hitler, con aparatos de cabina presurizada y motores especiales para grandes alturas. Estos aviones (precursores del U-2 americano) ha­bían tomado fotos de la región fronteriza soviética, sin ser vistos ni interceptados por los rusos. Principalmente localizaron los aeropuer­tos enemigos y prepararon así el golpe que la Lutwaffe aplicó a la avia­ción soviética, que era la más grande del mundo.

En la creencia de que todo el poderío soviético para 1941 era de 300 divisiones como máximo, y de que 30 de las más maduras y me­canizadas habían sido copadas y ya no podían librarse del aniquila­miento, el general Halder —jefe del Estado Mayor General— escribió entusiasmado el 3 de julio: "No es probablemente una exageración afirmar que la campaña de Rusia ha sido ganada en 14 días". Induda­blemente suponía que las 145 divisiones alemanas sólo tendrían ya que enfrentarse a 270 divisiones soviéticas privadas de la mayor parte de su material blindado. Pero en realidad aún restaban más de 370 con 17,000 tanques.

En el doble cerco de Bialystok-Minsk, 323,898 prisioneros. Capturados o destruidos: 3,332 tanques y 1,909 cañones. A continuación el cerco de Smolensk.

En cambio, el espionaje comunista sí sabía con exactitud los grandes secretos militares alemanes. En París operaba el grupo rojo de Leopoldo Trepper, que tenía enlaces en Berlín. En Bélgica funcionaba la red "capilla roja", dirigida por Víctor Sokolov. En Suiza operaba Rodolfo Hossler, originario de Alemania, que manejaba una red de infiltrados en diversos círculos. Y en Tokio operaba el Dr. Ricardo Sorge, conse­jero de la Embajada alemana, quien secretamente estaba al servicio del movimiento comunista-judío. Por todos estos conductos Moscú co­nocía los planes de Hitler. Cuando la 221 división alemana capturó los archivos del primer ejército cosaco, en Lomsa, encontró mapas de Alemania con indicaciones de los puntos de concentración de los ejér­citos, grupos de ejércitos y divisiones. Las anotaciones eran rigurosa­mente exactas. El espionaje llegaba hasta el Estado Mayor General alemán.

SEGUNDA EMBESTIDA
DE VON BOCK


Apenas terminada la batalla de Bia-lystock-Minsk; Von Bock lanzó hacia ade­lante la vanguardia de sus 9 divisiones blindadas y sus 7 divisiones motorizadas, seguidas por 35 divisiones de infantería que iban limpiando el terreno y asegurando el dominio sobre las zonas ocupadas. Por algunos kilómetros fue una marcha sin grandes dificultades a través del enorme boquete recién abierto en el sector central del frente soviético.

Más que la resistencia enemiga, de momento fuera de equilibrio, las condiciones del terreno ruso eran el peor obstáculo. En Francia se había contado con una moderna red de carreteras, en tanto que en Rusia los caminos eran pocos y malos, y los primeros aguaceros los volvían casi intransitables. Los grandes bosques daban magnífico refugio a los guerrilleros y a divisiones enteras camufladas que ata­caban por sorpresa donde menos se les esperaba. Además, los so­viéticos habían dispuesto de muchos años para preparar sus defensas y era común y corriente que los atacantes tropezaran con campos que ocultaban hasta 100,000 minas. La inseguridad y el peligro asechaban a cada paso.

Adelante de Minsk, en las orillas del histórico río Beresina (esce­nario de la catastrófica retirada napoleónica), los alemanes sufrieron una de las primeras crisis de la campaña al enfrentarse con un tipo de tanque soviético desconocido hasta entonces. Ni siquiera se sos­pechaba su existencia. Era el T-34, con coraza frontal de 7 centímetros de espesor y cañón de 7.6 centímetros de diámetro, eficaz a 1,500 metros de distancia, en tanto que los tanques alemanes tenían coraza frontal de 4 centímetros y cañón con alcance seguro de sólo 500 metros.

Efectivos de la 18a. división blindada, del ejército de Guderian, vieron aproximarse al nuevo tanque, que fácilmente incendió a un tanque alemán. Dispararon sobre el tanque ruso y éste seguía avan­zando. Los proyectiles de 3.7 centímetros rebotaban sin causarle daño, y también los de 5 y 7.5. Contaron hasta 23 impactos- y el tanque so­viético continuaba aproximándose. Los artilleros alemanes palidecían, a 20 metros de ese nuevo tanque que parecía invulnerable. Fue nece­sario un repliegue y en seguida se le buscaron puntos débiles al monstruo de acero. Varios soldados se aproximaron a lanzarles explosivos contra el pivote giratorio de la torreta. Algunos artilleros lograron blan­cos eficaces contra las cadenas o contra el cañón mismo, aunque esto ora muy difícil. Luego se vio que el T-34 tenía muy mala visibilidad hacia atrás y que su comunicación por radio de onda corta era de­fectuosa.

Iguales malabarismos se pusieron en juego para repeler a otro tipo de tanque, el KW-2, de 52 toneladas, con el cual los soviéticos espe­raban aplastar el frente alemán.

Después de momentos de sorpresa y desconcierto, en penosa lucha fueron destrozadas diversas unidades soviéticas encabezadas por el VIII Cuerpo de Ejército, que era una unidad modelo y en la cual mi­litaba y fue hecho prisionero Jacobo Djugashvili, hijo de Stalin. En las orillas del Beresina quedó un cementerio de tanques y el frente bolchevique fue nuevamente hendido.

Adelante de ese río se erguían fortificaciones aún no concluidas de la enigmática Línea Stalin, apoyadas sobre el anchuroso río Dnié­per. Casi sin tomar respiro, y para no darlo al adversario, Von Bock aprovechó el momento de confusión que sufría Timoshenko y lanzó contra la Línea Stalin a su grupo de ejércitos. El repentino ataque fue una magistral explotación del triunfo recién logrado y abrumó a los defensores del sistema fortificado. El escritor antinazi Max Werner reconoce que la "perforación de la Línea Stalin y la captura de Perekov fueron hazañas máximas, no igualadas por ningún otro ejército del mundo" ("La Gran Ofensiva", por Werner).

Los tanques y la Infantería alemana se abrieron paso entre las for­tificaciones rusas, vadearon de noche el río Dniéper y el 16 de julio llegaron a las cercanías de Smolensk, después de un avance de 700 kilómetros en 26 días de lucha. Allí les esperaba otra de las más en­carnizadas batallas.

Timoshenko recibió nuevos ejércitos procedentes del área de Moscú, con más de 3,200 tanques en que abundaban los modelos gigantes de 48 y 62 toneladas. También fue provisto de una infernal masa de 3,500 cañones. Stalin era entusiasta partidario de esta arma y había dicho que "el cañón es el dios de la guerra". En Smolensk no escasea­ban ni las fortificaciones, ni los campos minados, ni la artillería, y los soviéticos dijeron confiadamente que "durante muchos años" iba a hablarse de esa batalla.

El mariscal Fedor Von Bock había participado decisivamente en la campaña de Polonia, en el cerco de Flandes y en la batalla de aniquilamiento de Blálystok y Minsk, pero en Smolensk desplegó su más fanática determinación guerrera frente a su digno rival el mariscal Timoshenko, que tampoco tenía contemplaciones en la lucha.

Von Bock, de 61 anos, con 48 de soldado, había ganado en la pri­mera guerra mundial la condecoración por méritos y en su hoja deservicios figuraba el inusitado calificativo de "Bravura Increíble". Hos­co y nada sociable, decía que "morir de resultas de un balazo enemigo es algo muy de agradecer". Se, le reconocía un gran desprecio a su vida y en cierta forma se le censuraba que igual desprecio sintiera por la vida de" los demás. También se decía que exigía a sus hombres,privaciones extremas, si bien él era el primero en compartirlas.

Columnas alemanas en combate y marcha durante varios días hacían un alto de descanso y se quedaban "sumidas en un sueño tan profundo como la muerte", según informe del general Schaal, de la IO° división blindada. Las bajas en los tanques oscilaban entre el 60 y 70%.

En la batalla de Smolensk, Fedor Von Bock no ahorró sangre ale­mana. .. Copar los nuevos ejércitos de Timoshenko, acorazados de ar­tillería y tanques pesados, requería un alto costo, pero el costo fue pagado.. Entre otros muchos miles, allí cayó muerto el teniente Hans Keitel. Su padre era el mariscal Wilhelm Keitel, que como jefe del Alto Mando de todas las fuerzas armadas del Reich pudo haberlo sus­traído al combate, pero quiso dar un ejemplo espartano de que todo soldado se debía a la Patria antes que a nadie. Al enterarse de lo ocurrido se mostró impasible: "Es poco germánico —dijo— mostrar duelo por un hijo que ha alcanzado el Honor supremo de morir en el campo de batalla”.

Las cincuenta divisiones de Von Bock (750,000 combatientes), fatigadas por las frenéticas batallas del cerco de Minsk, el cru­ce del Dniéper, la perfora­ción de la Línea Stalin y el avance de 700 kilómetros, se .abrieron nuevamente en dos grandes tenazas pa­ra cercar a Smolensk. En su mayor parte los defen­sores rusos eran tropas de refresco, cuyo flamante equipo tenía las bases de abastecimiento muy cerca en tanto que los atacantes se alejaban cada vez más de las suyas.

El mando soviético em­pezó a usar ingeniosas tác­ticas; en algunos sectores sus fuerzas cedían al empuje de los tan­ques alemanes y éstos se precipitaban velozmente hacia adelante, pero luego el boquete se cerraba y quedaban aislados del apoyo de su infantería y expuestos al aniquilamiento. Por su parte, los co­mandantes alemanes no tardaron en anular y volver provechoso ese mismo truco: organizaron grupos especiales de tanques que ataca­ban por la noche y deliberadamente se metían en la trampa, mas se ocultaban en los bosques cercanos para no ser destruidos; 'a la mañana siguiente salían en bandadas y a una hora previamente con­venida atacaban por la retaguardia cierto punto de las líneas soviéticas, que en el mismo instante estaba siendo atacado de frente por la infantería alemana. Entre dos fuegos, el rompimiento era entonces verdadero y definitivo.

Combinando la táctica con el ingenio las divisiones blindadas y mo­torizadas de Guderian, por el sur, y de Hoth por el norte (ambos a las órdenes de Von Bock) se hundieron sangrientamente en el frente soviético de Smolensk (correspondiente al sector central de todo el frente). Las lluvias comenzaron luego a empantanar los primitivos ca­minos rusos y fueron un poderoso aliado de los bolcheviques. Pero glacial, impasible, Von Bock exigía un supremo esfuerzo y en esa actitud Hitler lo apoyaba. "Dábase por contento —dice Wilhelm S. Hart— pareciendo lo que era: un esclavo de la disciplina".

Y Curt Riess refiere: "Era Von Bock uno de los pocos generales que arriesgaban diariamente su vida, aun sin necesidad alguna. Casi todos los días volaba en su avión personal sobre las líneas, rusas debajo veía los miles de tanques y cañones y cientos de miles de hombres que luchaban, sufrían y morían, y la tierra arrasada, in­cendiada y removida de Rusia; y en su rededor muchos aviones, aviones alemanes para protegerlo y aviones rusos tratando de derribar el aparato en que volaba el general. Von Bock jugaba a la guerra como quien juega al ajedrez; la vida de sus soldados para nada le importaba y enviaba a éstos al sacrificio en forma aún más despiadada que ninguno de sus carneradas.

No podía sentir piedad hacia otros quien no la tenía para consigo mismo". ¡Pero sólo esa dureza podía romper el frente ruso en Smolensk! El rival de Von Bock, mariscal Timoshenkp, lanzaba tropas en masa contra las vanguardias alemanas y cuando eran aplastadas lanzaba otras, también sin la más mínima conmiseración por sus bajas. "Los rusos soportan grandes pérdidas con estoicismo —dice el te­niente coronel Waibel— y si el primer escalón de ataque es ani­quilado totalmente, el segundo y el tercero avanzan sin vacila­ción.

El método de combate ruso consiste en que si el ataque no tiene éxito, se repite, y si es necesario, se sigue con una rá­pida sucesión de ataques de infantería en masa. El ruso es re­suelto y valiente y frecuentemente prefiere morir a retroceder". En esos días los soviéticos pusieron en acción una nueva arma se­creta, "Eresa", o sea baterías de cohetes que hacían.llover 320 po­derosos proyectiles sobre un reducido sector, en medio minuto. Su efecto sicológico y destructivo era tremendo y provocaron varias cri­sis en diversos sectores.

Era aquél un duelo gigantesco entre el Ejército Alemán y el Ejér­cito Rojo, cuyas grandes masas de hombres le permitían sacrificar vi­das pródigamente. La batalla de Smolensk, iniciada el 18 de julio, terminó el 7 de agosto. En 21 días de lucha las divisiones de Von Bock tendieron un cerco de cadáveres y de supervivientes alrededor del área de Smolensk y sobre el sacrificio de unos se fincó la victoria de otros. El cerco se estrechó mortíferamente y al caer Smolensk fueron capturados 310,000 prisioneros soviéticos, 3,205 tanques y 3,210 ca­ñones.

Un Cannas gigantescamente amplificado, el segundo que 'ocurría en la campaña de Rusia, acababa de consumarse bajo la glacial deter­minación de Von Bock.

El 10 de agosto el general Franz Halder anotaba en su Diario:

"Al comienzo de la guerra teníamos que vérnoslas con apro­ximadamente 200 divisiones enemigas; ahora ya hemos contado 360... Si aplastamos una docena de ellas, los rusos simplemente ponen en su lugar otra docena".

En las unidades soviéticas no formadas por jóvenes fanáticos ocurrieron muchas deserciones en masa. Oficiales israelitas de la NKVD tuvieron que ser distribuidos en todas las corporaciones, además de los comisarios políticos, para reprimir a los reacios. El judío norteame­ricano Ben Hecht dice que en el Ejército Rojo combatieron 700,000 hebreos.

Otro escritor judío, Salomón Resnick, refiere así la firmeza con que sus compatriotas se batieron en el ejército soviético: "Un sentimiento patriótico intenso, henchido de sinceridad y heroísmo, se apoderó de los judíos rusos, quienes se incorporaron en masa a las filas y lucharon valientemente por la patria agredida. Esta vez, con­trariamente a lo que sucedía en épocas pretéritas, no defendían una patria abstracta, sino su propia tierra, su bienestar propio, su bienestar tan largamente anhelado, su dignidad conquistada a fuerza de cruentos sacrificios" ("5 Ensayos Sobre Temas Judíos", por Salomón Resnick).

El marxismo israelita se hallaba en mortal peligro y sus creadores luchaban con valeroso fervor para salvarlo.

Hitler consideró que los comisarios judíos no eran combatientes le­gales, según la tradición de la beligerancia, pues forzaban a las tro­pas a violar las reglas de la guerra. Y en consecuencia expidió su llamada "Orden de los Comisarios", a fin de ejecutar en el acto a los que cayeran prisioneros. Sin embargo, la mayoría de los generales soslayaron esa orden alegando que era cruel e infructuosa.

HITLER ORDENA
VIRAR HACIA EL SUR

Al terminar la "superbatalla" de Smolensk, como la llamó el Alto Mando Ale­mán, los alemanes quedaron firmemente situados a 300 kilómetros de Moscú. Entonces el mariscal Brauchitsch, ¡efe del Ejército, y el general Halder, jefe del Estado Mayor General, querían que prosiguiera inmediatamente el avance para capturar la capital soviética. Von Bock también era de la misma opinión. Pero Hitler se opuso. En vez de Moscú quería aniquilar al grupo de ejércitos del mariscal Budenny, que operaba en Ucrania, y para esto era necesario que parte de los contingentes de Von Bock fueran temporalmente transferidos del sector central al sector sur del frente.

Diversos comentaristas han dicho que esa determinación de Hitler fue un burdo error y que se perdió la oportunidad de capturar Moscú. Sin embargo, hay otros factores en contrario: aun cuando la captura de Moscú fuera en ese momento una tarea factible, era innegable que si las fuerzas de Von Bock seguían penetrando más en Rusia, todo su flanco derecho y sus líneas de abastecimiento quedarían gravemen­te amenazadas.

Y esto se debía particularmente a que las fuerzas del mariscal Runds­tedt, del sector sur del frente, que era el que cubría el flanco derecho del sector central a cargo de Von Bock, se hallaban atascadas a las puertas de Kiev. El mariscal ruso Budenny tenía ahí cinco ejércitos, con más de 700,000 hombres, parapetados en poderosas defensas. Además, al norte de Kiev, en la región de Gomel, había otro ejército soviético de más de 100,000 soldados que también amenazaba las extendidas líneas de abastecimiento de Von Bock.

En consecuencia, Hitler se negaba a extender más esas líneas antes de resolver el problema que se había creado en el sector sur al para­lizarse el avance de Von Rundstedt. Evidentemente Brautchitsch, Halder y Von Bock estaban subestimando la resistencia soviética mucho más de lo que Hitler mismo lo hacía. En todo caso, al decidir Hitler que se desviaran tropas hacia el sur para aniquilar al Grupo de Ejércitos de Budenny, estaba apegándose a un principio estratégico: "La des­trucción de las fuerzas enemigas es la base de toda acción guerrera".

Además, alegaba razones económicas para la ocupación de las ricas tierras agrícolas y mineras de Ucrania.

Karl Rudolf Serd Von Rundstedt, de 66 años de edad, era el más antiguo de los generales alemanes. En sus 49 años de soldado había ganado el calificativo de "Gran Sacerdote de la Estrategia". Enemigo de la ostentación y de la publicidad no creía sino en la eficacia del trabajo realizado por cada quien.

Al iniciarse la campaña de Rusia, Hitler le confió el sector sur del frente en Ucrania, que era el tercer objetivo del Plan Barbarroja. En consecuencia, se le asignaron menos fuerzas que al sector del centro, o sea los ejércitos 6º. 11o. y 17o. y el 1o blindado, respectivamente al mando de los generales Von Reichenau, Von Schobert, Von Stuelpnagel y Von Kleist. Les prestaba apoyo la 4a. flota aérea del gene­ral Loehr.

La primera gran batalla librada por Von Rundstedt en Rusia se efectuó en el área de Lutslc. Fue un desproporcionado duelo de masas de tanques e infantería soviética contra tanques e infantes alemanes muy inferiores en número, pero superiores en comando y maniobra. El mariscal ruso Budenny contaba con 2,400 tanques, en tanto que el primer ejército blindado de Von Kleist, a las órdenes de Rundstedt, sólo agrupaba 600; sus efectivos se habían mermado en las campañas de Yugoslavia y Grecia, Von Rundstedt y su subordinado Von Kleist hicieron milagros de malabarismo para explotar al máximo la eficacia y maniobrabilidad de sus relativamente escasas fuerzas blindadas. Llevándolas rápidamente de uno a otro punto crítico de la batalla, se impusieron a las masas de tanques soviéticos en el área de Lutsk y obligaron a los principales contingentes de Budenny a retroceder más de 450 kilómetros, hasta Kiev.

Tres ejércitos soviéticos que operaban más al sur no pudieron reti­rarse con suficiente rapidez y fueron copados en la histórica plaza de Umán (teatro de encarnizada batalla entre judíos y cosacos, en 1768). Allí perdieron los bolcheviques 103,000 prisioneros, 217 tan­ques y 856 cañones. Sin embargo, el grueso de los contingentes de Budenny había logrado ponerse a salvo tras las fortificaciones de Kiev; y las líneas se estabilizaron.

El ala izquierda de Von Rundstedt, a cargo del sexto ejército de Von Reichenau, fue bloqueada; y el ala derecha a cargo del primer ejército blindado, de Von Kleist, rebasó a Kiev por el sur, pero carecía de fuerza para realizar un completo envolvimiento.

Ese empate fue roto cuando Hitler ordenó qué Von Bock cediera el 2o. ejército motorizado de Von Weischs y el 2o. Ejército blindado de Guderian. Ambos se desprendieron desde el sector central, hacia el sur, y en el área de Gomel, Von Weischs envolvió y aniquiló a un ejército soviético de cien mil hombres. El 20 de agosto hizo 78,000 prisioneros y capturó 144 tanques y 848 cañones.


Guderian, el mago de los tanques —como luego fue internacionalmente reconoci­do—, llevaba todo el empu­je y la embriaguez de la vic­toria. Sus fuerzas penetraron hasta Rommy (cerca de Poltava), cuyas fortificaciones fueron capturadas por la 3a. división blindada del general Model durante una noche de combate y lluvia. Así se com­pletó el avance relámpago de más de 500 kilómetros al sur de Smolensk.

Con ese movimiento Gu­derian se situó a 190 kilóme­tros a retaguardia de las fuerzas de Budenny y les cor­tó una de las dos principales rutas de escape. Simultánea­mente el ala derecha de Von Rundstedt, a cargo del pri­mer ejército panzer de Von Kleist, cruzó el anchuroso Dniéper de 3 kilómetros de cauce para completar el cer­co de las fuerzas enemigas, que desesperadamente tra­taban de escapar por el empalme ferroviario de Poltava. Un mortal choque se libró en esa área y un alud de fuego alemán cortó la última puerta de escape. De 362,000 casas que había en la región desaparecieron cien mil en la infernal hoguera encendida por los tanques, la artillería y la aviación.

El 14 de septiembre las divisiones blindadas de Guderian, por el norte, y de Von Kleist, por el sur, cerraron el cerco alrededor del Grupo de Ejércitos de Budenny, en el área de Kiev. Contingentes de los ejércitos rusos 21,5, 37, 26 y 38 se debatieron en la más espantosa confusión bajo fuertes embestidas desde los flancos y la retaguardia. El cerco lo formaban cinco ejércitos alemanes, o sean los blindados lo. y 2o. y los de infantería 17o., 2o. y 6o. Fue una batalla de aniqui­lamiento que trece días después culminó con la caída de la capital de Ucrania y la captura de 665,000 prisioneros. Asimismo fueron cap­turados o destruidos 884 tanques y 3,718 cañones, con lo cual deja­ron de existir cinco ejércitos soviéticos, y dos más padecieron graves pérdidas. En total, hubo allí un millón de bajas por parte del Ejército Rajo.

Una de las más grandes operaciones de copo y aniquilamiento se "había consumado. Fue la quinta de la campaña de Rusia, después de .Minsk, Smolensk, Umán y Gomel. Las fuerzas-de Von Rundstedt pu­dieron entonces continuar su avance a través de Ucrania y destrozar el grueso de los ejércitos soviéticos 6o., 12o., 19o. y 18o., a los que les capturaron 100,000 hombres en las costas del Mar de Azov, 212 tanques y 672 cañones. El camino hacia Rostov parecía ya libre. Los contingentes de Guderian y de Von Weischs se reincorporaron a las fuerzas de Von Bock en el sector central. Un ejemplo de guerra de movimientos en grande escala se había escrito en la historia de las armas.

La ocupación de Ucrania por los alemanes privó a la URSS de una producción anual de 13 millones de toneladas de cereales).

Cuando el gran cerco de Kiev estaba cristalizando, Hitler comentó en su Cuartel General:

"La operación que se desarrolla actualmente, un cerco cuya tangente mide más de cien kilómetros, ha sido considerada como en alto grado irrealizable. He tenido que dejar sentir toda mi autoridad en la balanza para imponerla. Hago no­tar de paso que el origen de gran parte de nuestros éxitos se halla en los errores que hemos tenido la audacia de cometer... Puedo decir que no dudé jamás de las cualidades del soldado ale­mán, como les ha ocurrido a los jefes de la Wehrmacht.”

“Si tuviera 25 años menos, estaría en primera línea. Me gusta apasionadamente ser soldado... El que quiera actuar debe apoyarse sobre la fe, y la fe no se encuentra más que en el pueblo... Me gustaría no ver sufrir a nadie, no hacer mal a quien quiera que sea. Pero cuando vislumbro que la especie está en peligro, el razonamiento más frío sustituye dentro de mí al sentimiento. Ya no soy sensible sino a los sacrificios que el porvenir exija, en desquite de los que hoy titubeo en aprobar... Queremos gozar plenamente de la belleza, asirnos a ella y evitar, en la medida posible, todo lo que pueda perjudicar a nuestros semejantes. Si hoy hago un mal a los rusos, es para no darles la oportunidad de que ellos nos lo produzcan a nosotros. ¡Esta Asia! ¡Qué inquietante vivero de hombres! La seguridad de Europa sólo estará garantizada cuando hayamos hecho retroceder a Asia más allá de los Montes Urales...”

"Si hoy tuviéramos un Moltke, me eclipsaría y le dejaría la tarea a él. Por tanto, no intervengo en la actividad de mis colaboradores cuando veo que cumplen con su cometido tan bien como lo haría yo mismo". (I)

En el extremo meridional del frente Sur, el 11° ejército alemán, con su nuevo comandante Von Manstein se lanzó a la captura de la Penín­sula de Crimea. Se trataba de una batalla particularmente difícil por­que el único punto de posible irrupción era el istmo de Perekop, con 7 kilómetros de anchura, y el de Ishun, con 3 poderosísimas defensas soviéticas se extendían a una profundidad de 15 kilómetros. Todo era terreno descubierto y lo angosto de los istmos impedía intentar cualquier maniobra de envolvimiento. La ofensiva fue extraordinariamente penosa y se prolongó desde el 24 hasta el 29 de septiembre, fecha en que las sangrantes divisiones alemanas 24, 26 y 76 lograron abrir un boquete en el bastión soviético. Capturaron 10,000 prisioneros, 112 tanques y 135 cañones.

Más adelante, ya en terreno libre, los bolcheviques lograron esta­bilizar un nuevo frente con 16 divisiones. Las 6 divisiones del 11° ejér­cito alemán fueron lanzadas de nuevo al ataque y el 25 de octubre se hallaban a punto de quedar exhaustas. Varios comandantes reportaron ese día que sus tropas habían llegado casi al límite de la resistencia, pero haciendo un supremo esfuerzo la ofensiva prosiguió. Dos días des­pués el frente soviético fue roto y cristalizó una nueva victoria.-El Ejército Rojo-perdió en esa batalla 100,000 prisioneros, 25,000 muertos, más de 50,000 heridos, 160 tanques y 700 cañones.

El diezmado 11° ejército alemán se desbordó entonces hacia Kertsch y Sebastopol, últimos reductos bolcheviques de Crimea.

El mariscal Von Rundstedt, comandante del Grupo de Ejércitos que operaba en todo el sur de la URSS, o sea en Ucrania y Crimea, años después recordaba así la vida tras el frente: "Después de la ocupación de Ucrania hicimos todo lo posible por devolver al pueblo sus iglesias que, en su mayor parte, habían sido profanadas y con­vertidas en 'museos ateos'. Los habitantes se apresuraron a volver a llevar los iconos y ornamentos sagrados que habían mantenido escondidos y a celebrar de nuevo el servicio divino. Por esa época yo acostumbraba frecuentar una iglesia de Poltava en la cual, en 1709, Pedro el Grande celebró un Te Deum después de su vic­toria sobre Carlos XII de Suecia.

"Tenía la costumbre de ir siempre sin armas... Nadie rne mo­lestó jamás, y la población de Ucrania nos llevaba a los militares dentro de su corazón. Apenas había guerrilleros en mi zona, por aquel entonces, y los ucranianos nos consideraban como á sus li­bertadores".

Entre el 24 y el 27 de junio; cuando los alemanes se acercaban a la ciudad de Lwow, los comisarios judíos ordenaron ejecutar a tres mil ucranianos que tenían presos por oponerse al bolchevismo. Al llegar los alemanes, hubo un repentino levantamiento de civiles ucranianos que en venganza por tales ejecuciones se dedicaron a matar judíos. (I)

(1) Conversaciones Sobre la Guerra y la Paz.—Recopilaciones de Mar­tin Bormann, Ayudante de Hitler.

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