lunes, 23 de febrero de 2009

Capítulo V 2° Parte.

ALARMA DE LA
REINA DE LOS MARES


Al iniciarse la guerra en 1939 sólo ocho o nueve submarinos actuaban simultá­neamente contra les flotas aliadas mien­tras los 18 restantes se reabastecían o se dirigían a las líneas de combate. En los doce primeros meses de lucha Alemania botó 28 submarinos más, pero apenas bastaron para cubrir las bajas, que eran del 46% de sus efectivos. Cada submarino costaba casi el equiva­lente a doce millones de pesos. En el primer año de guerra habían hundido 471 barcos aliados con más de un millón de toneladas.

Casi otro tanto echaron a pique los bombarderos tetramotores FW-200, las minas y los 7 mercantes artillados que zarparon como corsarios en 1940 y que jugaban mortalmente a las escondidas con la flota bri­tánica en todos los mares. Para desorientar a sus perseguidores cam­biaban su camuflage en alta mar y a veces tenían que enfrentarse a barcos de guerra o a mercantes ingleses también artillados (barcos "Q"). Entre esos 7 corsarios alemanes figuró el "Atlantis", de 8,000 tonela­das, del capitán Bernhard Rogg, que-navegó 22 meses sin tocar tierra, recorrió 185,000 kilómetros abasteciéndose de lo que arrebataba al enemigo y hundió o capturó 22 barcos que en total desplazaban 146,000 toneladas, hasta que a su vez fue hundido en él Atlántico del Sur.

Otro de los corsarios famosos fue el "Orion", del capitán Kurt. Weyher, que en 17 meses de ininterrumpidas correrías escabullándose a la flota inglesa, hundió barcos por 80,000 toneladas y sembró 228 minas en las entradas de diversos puertos de Nueva Zelanda, las cuales ocasionaron graves pérdidas a los británicos.

En agosto de 1940 comenzó una nueva etapa de la lucha en el mar. Los británicos habían recurrido al sistema de convoyes, consistente en agrupar veintenas de barcos, con poderosa escolta, que forma­ban una gran fortaleza flotante, al parecer inexpugnable. Y contra ese sistema, el almirante Doenitz puso en acción la táctica de atacar en "manadas". Varios sumergibles mantenían comunicación inalám­brica entre sí y perseguían durante varios días a los convoyes.

Esta persecución no podía nacerse bajo el agua porque en inmersión el submarino era sumamente lento (13 kilómetros por hora), y por tanto tenía que correr grandes riesgos al navegar en superficie. Los vigías eran atados en la cubierta para que durante las tormentas no los arrastrara el oleaje. Y de tiempo en tiempo era necesario sumergirse para detectar con el hidrófono el rumbo del convoy, que con frecuen­cia era modificado para despistar a los perseguidores.

Los bombarderos ingleses, que iban en aumento, eran peligrosa amenaza para el submarino en la superficie. Cada día se apremiaba más a los constructores para que produjeran una nave capaz de per­manecer más tiempo sumergida y de correr a mayor velocidad bajo el agua, siquiera igual a la de los barcos. El ingeniero Walter traba­jaba desde 1936 en un proyecto para producir un verdadero sumer­gible, con motor de superóxido de hidrógeno, pero en 1940 todavía no pasaba de la fase experimental. Contra lo que generalmente se supone, todavía en esa época el submarino no era verdaderamente una nave submarina, ya que sólo podía caminar unas cuantas horas en inmersión y a velocidad muy reducida. En la superficie era una "cascara" vulnerable a cualquier cañonazo o al bombardeo de un avión ligero.

En una de las primeras embestidas de submarinos en "manada" —lla­mada "la noche de los cuchillos largos"—, participaron coordinadamen­te los ocho submarinos de los comandantes Prien, Kretschmer, Schpeke, Fraunheim, Endrass, Bleichrdodt, Moehle y Liebe. En una ¡ornada de dos noches de combate hundieron 38 grandes barcos con 325,000 toneladas. Fueron dos noches desastrosas para la marina británica.

El comandante Prien, que en Scapa Flow había hundido el acora­zado Royal Oak, fue el primero en rebasar las doscientas mil tone­ladas de barcos hundidos, después de un año de combates, cosa que le valió las Hojas de Encino para la Cruz de Caballero. Vivía entre­gado a su especialidad y decía que "un ejercicio de primera clase contra convoyes me gusta más que la mejor licencia".

Aunque Inglaterra había endurecido y perfeccionado sus defensas, las pérdidas eran tan altas que Churchill acudió a Roosevelt en de­ manda de más ayuda y éste le transfirió cincuenta destructores, que inmediatamente fueron puestos en acción contra los submarinos. Los combates entre sumergibles y grandes naves de guerra fueron ha­ciéndose más frecuentes. En una de ellas el U-99 del comandante Otto Kretschmer hundió a los cruceros "Laurentic", de 18,000 toneladas, y "Patroclus", de 11,000. Kretschmer navegaba sumergido de día y en la noche atacaba desde la superficie.

El arma submarina alemana, que Inglaterra había creído poder aba­tir fácilmente, estaba dando en esos días un rendimiento terrible. Doenitz reclamaba más y más naves para aprovechar esa situación que podía ser transitoria, pero hasta fines de 1940 no pudo disponer de más de 60 naves en acción. Italia había enviado 27 sumergibles .para que participaran en la batalla del Atlántico y Doenitz los recibió con grandes esperanzas y les dio minucioso entrenamiento, pero lue­go se quedó grandemente sorprendido al ver que en dos meses de recorrido los 27 submarinos sólo habían hundido un pequeño barco. Y es que casi todos seguían la vieja táctica de sumergirse y esperar que la presa pasara descuidada frente a ellos. Sólo los comandantes Cossato y Sazzana llegaron a dominar la nueva táctica y a hundir 16 y 11 barcos, respectivamente.

LA LUCHA EN 1941.

Aunque en enero y febrero del nuevo año el número de submarinos en acción descendió a 6, la flota británica seguía batiéndose con graves pérdidas y Churchill reclamaba más y más ayuda de Roosevelt. Este intervino crecientemente en una guerra no declarada, en particular cuando Alemania se lanzó contra la URSS. Sin embargo, durante todo 1941 Hitler mantuvo su orden de que los submarinos no contestaran los actos bélicos de Roosevelt. (El historiador inglés Hinsley lo comprobó así en los archivos alemanes capturados).

Durante marzo-y abril fueron hundidos doscientos barcos y se hizo más encarnizada la Batalla del Atlántico. Los submarinos alemanes te­nían nuevas bases en la costa francesa, que les permitían mayores re­corridos, como la de St. Nazaire, con 12 diques bajo un techo refor­zado de 7 metros de espesor a prueba de bombas. Por su parte, los ingleses habían aumentado sus estaciones de tierra para captar men­sajes de los submarinos y mediante triangulaciones llegaron a averi­guar con bastante exactitud el número de sumergibles en acción y la zona donde se hallaban.

Como el "asdic" (usado por los barcos ingleses) no detectaba a los submarinos cuando éstos navegaban, en la superficie, y como en la noche los submarinos se acercaban a los convoyes ingleses precisa­mente en la superficie, los británicos recurrieron a lanzar luces de ben­gala ("copo de nieve") que convertía la noche en día. Así los barcos de escolta podían atacar fácilmente a los submarinos no sumergidos. Sin embargo, esta era una arma de dos filos porque otros sumer­gibles alejados de los barcos de escolta aprovechaban la claridad para atacar. En estas batallas Alemania sufrió en marzo la. pérdida de tres de sus mejores comandantes de submarino. El día 17 el U-100, de . Schpeke, fue dañado con cargas de profundidad y se vio precisado a emerger, prácticamente como náufrago. En ese momento lo embistió un destructor inglés, cuya proa mató en su puesto de mando al co­mandante Joaquín Schpeke, que llevaba en su haber más de 200,000 toneladas hundidas. En ese mismo combate, media hora más tarde, el U-99 del capitán Otto Kretschmer navegaba en la superficie y se metió en medio de un convoy, para atacarlo, pero fue descubierto y hundido, aunque sobrevivió y fue capturado por los británicos. El almirante Doenitz lo consideraba su mejor alumno y su mejor coman­dante; llevaba hundidos 44 barcos con un total de 313,611 toneladas. (En 1962 es jefe de la naciente flota submarina alemana).

Aunque Yugoslavia y Grecia habían sido anuladas como bases mi­litares contra el Ejército Alemán, gran parte de los propósitos del judaísmo se habían realizado. El propio Churchill dice en sus Memorias: "Sabemos que la directiva de Hitler el día 18 de diciembre (1940) había prescrito el 7 de mayo (1941) como la fecha para la invasión de Rusia y que en su furia por la revolución de Bel­grado, la aplazó el 27 de marzo durante un mes y posteriormente hasta el 22 de junio". (I)

En ese mismo mes de marzo el teniente Prien desapareció sin dejar rastro. El día 7 había radiado a su base que perseguía a un convoy entre Irlanda e Islandia. Durante muchos días se le estuvo llamando infructuosamente: "U-47, comunique posición, situación y éxitos". Dos meses más tarde se le dio al fin por perdido y el almirante Doenitz dijo en su Orden del día: "Sunter Prien, el héroe de Scapa Flow, ha realizado su postrer viaje. Nosotros los submarinistas nos inclina­mos en señal de glorioso luto ante él y sus hombres. Cubierto por el inmenso Océano, Gunter Prien se encuentra, sin embargo, en­tre nosotros. Ninguna nave parte al Oeste sin que él la acom­pañe y sin que ella lleve consigo algo de su espíritu... Exuberante en brío juvenil y acometividad, será un perenne ejemplo para los combatientes submarinos". (I)

Y nuevos comandantes, con nuevos submarinos, recogieron la ban­dera de Prien y acrecentaron la flota submarina. La batalla del Atlán­tico cobró extraordinaria dureza en 1941. Las manadas se lanzaban contra la escolta de los convoyes y durante una semana se sucedían las complicadas maniobras de emerger, de sumergirse, de acomodarse para el tiro, de evadir las cargas de profundidad y de burlar a los destructores.

El 19 de noviembre ocurrió una de las más inusitadas batallas na­vales, cuando el mercante alemán "Kormoran", del capitán Theodor Detmers, que operaba como corsario desde fines de 1940 y que había hundido II navíos, con 77,000 toneladas en total, inesperadamente topó cerca de Australia con el crucero de guerra inglés "Sidney", de poderoso blindaje, 16 cañones y 8 tubos lanzatorpedos. La desigual batalla se inició a mil metros de distancia y el fuego del "Kormoran" fue tan veloz y certero (granadas cada 4 segundos) que a los pri­meros disparos el "Sidney" quedó mortalmente herido, aunque seguía disparando. A los 30 minutos de combate, tras de haberse cruzado más de 500 proyectiles, el crucero inglés se fue a pique con sus 640 marinos, en tanto que el mercante alemán se retiraba envuelto en llamas, hasta que minutos más tarde —ya cuando sus tripulantes se hallaban a salvo en balsas— estalló en pedazos y se hundió.

Churchill no cesaba de pedir más ayuda a Roosevelt y éste ordenó en abril que cuatro quintas partes del Atlántico fueran consideradas como zona de seguridad de Estados Unidos, lo cual equivalía a una intervención armada en favor de la flota británica. Ante los primeros triunfos alemanes contra la URSS, Roosevelt ordenó que fuerzas

(1) Después de terminar la guerra, la Gran Bretaña informó que el 8 de marzo de 1941 el destructor Wolverine atacó al submarino de Prien cuando éste se acercaba a un convoy; el U-47 logró sumergirse, pero fue dañado en su mecanismo de propulsión. El "Wolverine" lo mantuvo loca­lizado por medio del "asdic"; en la noche el submarino emergió tratando de evadirse y el destructor lo atacó hasta que el U-47 desapareció en medio de un destello y una explosión. No hubo supervivientes.

ame­ricanas relevaran a los británicos que se hallaban en Islandia, para que éstos pudieran reforzar la .lucha contra los submarinos alemanes. Y además mandó que la flota americana escoltara a los convoyes ingle­ses entre Estados Unidos e Islandia.

Al ver que la guerra iba empeorando para la URSS, Roosevelt ordenó que sus barcos acecharan a los submarinos alemanes para dirigir ' contra ellos a los bombarderos-ingleses. El destructor americano "Greer" atacó con cargas de profundidad al U-652, el cual disparó dos torpedos para escabullirse. Entonces Roosevelt se quejó de agre­sión y dijo al pueblo americano que los alemanes trataban "de someter a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos a su dominio del terror y la esclavitud". Los historiadores americanos Langer y Gleason ad­miten que el "Greer" había estado persiguiendo al submarino alemán y guiando a los bombarderos ingleses contra él.

A partir de septiembre de 1941 (cuando el bolchevismo sufría gra­ves derrotas en la URSS), Roosevelt empeñó a la flota americana en una guerra no declarada contra los submarinos alemanes, que única­mente estaban en guerra contra la Gran Bretaña y la URSS, pero no contra Estados Unidos.

El historiador inglés Roslcill dice en su libro"La Guerra en el Mar": "Desde septiembre fue una realidad la participáción americana en la batalla del Atlántico".

Naturalmente todo esto hizo más pesada la lucha para los sumer­gibles alemanes, pero Hitler todavía insistió el 17 de septiembre en que se abstuvieran de atacar a los barcos americanos.

Las preocupaciones iban en aumento para el almirante Dpenitz, ¡efs de los submarinos, quien a mediados de año percibió síntomas de que los ingleses detectaban a los sumergibles desde el aire, pero los técnicos dijeron que eso no era posible y que el radar aún no podía usarse en los aviones. Algunos submarinos se habían perdido en forma extraña. Para agravar la situación, a fines de año tuvo que retirar sub­marinos del Atlántico y enviarlos al Mediterráneo, debido a que la flota italiana no garantizaba el abastecimiento de las tropas alemanas que habían ido a ayudar a los italianos en Noráfrica. Un total de 41 sumergibles fueron transferidos a las bases de Italia.

Para que los sumergibles duraran más en sus recorridos Doenitz diseminó barcos nodriza en diversos parajes del Atlántico, muy aisla­dos de las rutas usuales de navegación. Fue entonces posible que los submarinos, reabastecidos en mitad del Atlántico, hicieran recorridos hasta de nueve mil kilómetros. Pero esta táctica sufrió un golpe terri­ble en junio al ser hundidos por los ingleses 5 de los barcos nodriza, a los que dé la noche a la mañana localizaron en sus alejados parajes, tal como si conocieran exactamente su ubicación. ¿Coincidencia o sabotaje? A fines del año se repitió otro golpe igual y llegó a pen­sarse en una traición de alguien que se hallaba al tanto de los secretosde la flota.

Pero pese a todo esto Inglaterra estaba perdiendo en 1941 la ba­talla del Atlántico. No obstante su enorme flota y la ayuda que re­cibía de Roosevelt, por cada nave que construía perdía 3. En los dos primeros años de lucha fueron hundidos 2,432 barcos aliados con un total de 8.938,828 toneladas. La Luftwaffe hundió 526 de esos barcos. La situación de la Gran Bretaña era cada día más comprometida.

Por eso Churchill acudía una y otra vez a Roosevelt en demanda de ayuda (en 5 años de operaciones recibió cien millones de tonela­das de alimentos, de municiones y de materias primas). También lepedía más barcos porque los cincuenta destructores que le había ce­dido un año antes no eran ya suficientes. "Este peligro mortal —decía—­es la constante y creciente disminución del tonelaje marítimo..." Agregaba que en sólo cinco semanas se habían perdido 420,000 toneladas ' de barcos (más de setenta naves) y comentaba: "Nos falta la ayuda de la Armada Francesa, de la Japonesa y, sobre todo, la de los Estados Unidos... Estos dos acorazados alemanes (se refería al Bismarck y al Tirpitz aún no terminado) modernos y de primera clase, de 35,000 toneladas, con cañones de 15 pulgadas, nos obligan a mantener una concentración que no se había hecho antes necesaria.

Churchill se quejaba así de que su flota estuviera sola en la lucha, a pesar de que era la más grande flota del mundo, compuesta de 272" barcos de guerra de primera línea, entre los que figuraban 12 aco­razados, 7 portaaviones, 63 cruceros y 179 destructores. Sin embargó Churchill no se sentía seguro frente a la pequeña flota alemana dé 54 naves, que ocupaba un sexto lugar después de la inglesa, la norte­americana, la japonesa, la francesa y la italiana.

No era ésa, realmente, una actitud decorosa del Primer Ministro de la Reina de los Mares. El "Tirpitz" era uno de los dos únicos acorazados alemanes que tanto inquietaban a Churchill, pero aún no estaba terminado. El otro era el "Bismarck", y quedó listo en 1941. La noche del 21-de mayo zarpó de Noruega bajo el mando del vicealmirante Luetjens (quien durante un recorrido anterior en los cruceros Scharnhorst y Gneisenau había destruido 22 barcos británicos con un total de 115,000 tone­ladas). El "Bismarck" iba acompañado del crucero "príncipe Eugenio", de 10,000 toneladas. El día 23 las dos naves fueron avistadas por los cruceros ingleses "Suffolk" y "Norfolk", los cuales se concretaron a seguirlas a respetable distancia y a pedir, fuerzas superiores que las batieran.

A las 5 de la madrugada del día 24, en las frías aguas comprendidas entre Islandia y Groenlandia, dos poderosos acorazados británicos con­vergieron a cerrarle el paso al "Bismarck": uno era el "Hood", de 42,100 toneladas, barco insignia de la flota; su construcción había costado un equivalente a 115 millones de pesos en 1920. El otro era el moderno "Príncipe de Gales", de 35,000 toneladas. Las tripula­ciones de los cruceros "Suffolk" y "Norfolk", que habían seguido de lejos la marcha'del acorazado alemán, se dispusieron a presenciar su destrucción.

Churchill dice en sus Memorias que el "Hood" y el "Príncipe de Gales" habían pedido el refuerzo del acorazado "Renown", del por­taaviones "Ark Royal" y del crucero "Sheffield". Pero antes de que estas naves llegaran el "Hood" abrió el fuego a una distancia de 25 kilómetros; el "Príncipe de Gales" lo secundó. Instantes después el "Bismarck" contestó con los cañones de todas sus torres. La lucha se circunscribía a los dos acorazados ingleses, con un total de 17 grandes caño­nes (de 35 centímetros de diámetro), y el acorazado alemán con ocho. El crucero "Príncipe Eugenio" no podía participar en una batalla de gi­gantes.

Los acorazados, se cruzaban proyectiles de más de 800 kilos cada uno. El fuego del "Hood" era certero y a la tercera descarga logró situar disparos a corta distancia del "Bismarck", por am­bos costados. El "Prín­cipe de Gales" consi­guió lo mismo hasta la sexta andanada. Co­lumnas de agua se le­vantaban a 60 metros de altura y servían como puntos de referencia para afinar la puntería, todavía falla en novecientos metros.

Por su parte, el "Bismarck" había concentrado el fuego sobre el "Hood". Seis minutos después, a la tercera andanada, logró uno o varios impactos que ocasionaron una terrífica explosión. Los testigos dicen que una erupción de llamas se alzó entre los mástiles del "Hood" a más de trescientos metros de altura y que se vio ascender una gran bola incandescente. Torres completas de artillería y partes de coraza habían sido lanzadas al aire. Tras del relámpago cegador fue percep­tible que el "Hood" se había partido en dos y que los levantados extremos de la popa y de la proa se hundían rápidamente. De su tripulación de 1,500 hombres, encabezada por el Vicealmirante L E. Holland, sólo se salvaron tres. La explosión mató a la mayoría.

Los cañones del "Bismarck" se volvieron entonces contra el "Prín­cipe de Gales", le hicieron cuatro impactos con proyectiles de 15 pulgadas y tres con proyectiles de 8; uno le destruyó el puente .y otro le abrió un agujero por donde le penetraron cuatrocientas toneladas de agua. "El Príncipe de Sales" rompió entonces el combate y se retiró para ponerse a salvo. Llevaba varios muertos y heridos a bordo. Al parecer hubo entonces un momento de indecisión a bordo del "Bismarck": el comandante Lindemann quería regresar a la base de Noruega, por la misma ruta, y Hitler les dijo en radiograma que creía que eso era lo más conveniente, Pero el Vicealmirante Luetjens, que iba a bordo del "Bismarck", resolvió que se adentraran en el Atlán­tico para cumplir la orden de atacar convoyes británicos. Más tarde recibió noticias de que numerosos barcos enemigos convergían hacia él para cerrarle el paso, de tal manera que no le quedaría más al­ternativa que combatir nuevamente contra fuerzas superiores y tratar de alcanzar las bases alemanas en la costa francesa, a más de mil kiló­metros de distancia.

Churchill refiere así aquel dramático momento;

"El Almirantazgo Británico llamó a todas las fuerzas. El "Rodney", el "Ramillies", el "Rebenge" y otros acorazados fueron a la persecución del "Bismarck". Aquella noche el "Bismarck" cambió súbitamente de rumbo para enfrentarse a todos sus perseguidores. Ahora sabe­mos que este movimiento se llevó a cabo para cubrir la fuga del "Príncipe Eugenio", que diez días después llegó a Brest (Fran­cia). El portaaviones "Victorius" se unió a la caza del "Bismarck" cubierto por cuatro cruceros. Luego les siguieron los acorazados "Jorge V" y "Rodney".

En vista de lo ocurrido al "Hood", que era considerado como la nave más poderosa del mundo por su potencia de fuego, velocidad y coraza, el Almirantazgo Británico ordenó extraordinarias precaucio­nes y comunicó al acorazado "Renown" (próximo a la zona) que no fuera a entrar en combate con el "Bismarck", a menos que pudiera hacerlo junto con los acorazados "Jorge V" y "Rodney".

Acorazados, cruceros, destructores y portaaviones, procedentes de Groenlandia, de Inglaterra y dífGibraítar, fueron cautelosamente con vergiendo por los cuatro puntos cardinales. Así llegaron los cruce­ros de batalla "Renown" y "Repulse"; los acorazados "Nelson", "Rod­ney", "Príncipe de Gales", "Ramillies" y "Jorge V"; los portaaviones "Ark Royal" y "Victorious"; los cruceros "Norfolk", "Suffolk", "Shef-field" y "Dorsetshire", los destructores "Maori", "Zulú", "Sikh", "Piorun", "Cossack" y otros más, hasta hacer un total de 8 acora­zados y cruceros de combate; 2 portaaviones, 4 cruceros, 21 cazator­pederos, 6 submarinos y más de cíen aviones.".

De Groenlandia y de varios portaaviones salieron bombarderos y torpederos para localizar al "Bismarck", cuyo rastro habían perdido el día 25 los cruceros ingleses "Suffolk" y "Norfolk". De pronto, el "Bismarck" comenzó a comunicarse largamente con el Alto Mando de la Marina y delató su posición. Los británicos no salían de su asom­bro. .. ¿A qué se debía esa insensatez? Posteriormente se supo que a bordo del "Bismarck" se registraron las pulsaciones eléctricas de los radares de los dos cruceros ingleses, de tal manera que Luetjens creyó que no le habían perdido la pista. Lo que ignoraba era que tales pul­saciones, muy débiles, no alcanzaban a regresar a los cruceros britá­nicos y que éstos daban ya por perdida la pista de! "Bismarck".

Al funcionar la radiotransmisora, el acorazado alemán delató su po­sición a los dos cruceros que lo seguían a respetable distancia. Como consecuencia, no tardaron en caer bandadas de aviones bombarderos y torpederos que estuvieron acosándolo todo el día 26. Al anochecer, después de tres días de persecución, el acorazado alemán fue alcan­zado por un torpedo aéreo que le destruyó los timones y le averió las hélices. (Previamente la protección del timón había sido dañada por otro torpedo). Al pegar el segundo torpedo en el mismo sitio, el daño fue irreparable. Aunque intacto, el gigante quedó casi al garete y movién­dose lentamente en mitad del Atlántico; no podía maniobrar ni tomar dirección determinada. Sus 138,000 caballos de fuerza eran ya inútiles.

Luetjens comprendió que estaba perdido... Esa misma noche envió el siguiente radiograma al Alto Mando de la Marina: "Buque incapaz de maniobrar. Lucharemos hasta la última granada. ¡Viva el Fuehrer!— Vicealmirante Luetjens".

A las dos de la madrugada los cazatorpederos "Maori", "Sikh", "Zu­lú", "Piorun" y Cossack." disminuyeron la distancia y comenzaron a lan­zar andanadas de torpedos contra el "Bismarck", que ya se hallaba inmóvil. A pesar de la obscuridad éste contestó con fuego muy cer­tero, por primera vez en la historia dirigido por radar, y los cazator­pederos volvieron a alejarse. Estos también tenían radar, pero era de un tipo todavía muy primitivo.

Al amanecer el día 27 el vicealmirante Luetjens pidió que un submarino se acercara para entregarle su cuaderno de bitácora. Por un capricho del azar la comisión le fue dada al U-556 del teniente Wohl-farth, quien tiempo antes se había cruzado en su base con el "Bismarck" y le había dicho mediante señales, humorísticamente: "Cuando le toque zarpar, no se preocupe. Cuidaré de que no le pase nada malo". Ahora el "Bismarck", en capilla, lo llamaba para entregarle sus me­morias.

El U-556 trató de acercarse y súbitamente, al emerger, se encontró que tenía a tiro al acorazado inglés "Renown" y al porta­aviones "Ark Royal". Era una posición privilegiada en que bastaría disparar los torpedos de proa y popa para hundir ambas naves que cercaban al "Bismarck". Pero lleno de amargura Wohlfarth no pudo ha­cer nada por su hermano mayor: no le quedaba ya ni un solo torpedo... En su bitácora anotó:

"¡Si tuviera ahora torpedos! Posición ideal para un ataque. ¡Sin destructores, sin zig zag!... Observo disparos de bengalas y fuego de defensa del "Bismarck". Ataque de artillería. Una sensación espantosa, estar cerca y no poder hacer nada".

Ni siquiera pudo el U-556 recoger la bitácora del vicealmirante Luetjens. Dos horas antes, a las 8.47 de la mañana, el "Bismarck" había comenzado su última batalla. Los acorazados "Ródney" y "Jor­ge V" iniciaron el cañoneo, inmediatamente seguidos del "Príncipe de Sales" y de otros más. El acorazado alemán ya no podía maniobrar y relativamente era una presa fácil.

El comandante del 'Dorsetshire" también participó en el cañoneo durante nueve minutos, pero después declaró que se había retirado "porque ya no era posible distinguir los disparos, que llovían sobre el Bismarck". Varias-naves también lo acosaban con torpedos. Doce bombarderos del "Ark Royal" volaron sobre la acorralada presa y debido a lo nutrido del fuego no pudieron descender lo suficiente para atacar.

Ante la imposibilidad de maniobrar y de dirigir el tiro, él vicealmi­rante Luetjens ordenó a todas las torres de artillería "fuego a discre­ción". Los'artilleros que morían eran sustituidos por personal no es­pecializado sólo para que simbólicamente siguieran disparando. Frederick Kramer dice que por unos momentos los marinos cantaron suhimno ante el fin inminente de su nave.

El "Bismarck",.inmóvil a 640 kilómetros de Brest, resistió un fuego concentrado que antes ninguna otra embarcación de guerra había recibido. Durante algunos minutos disparó contra el "Jorge V" y cóntra el "Ródney", pero bien pronto el fuego de tres barcos le inutilizó sus cañones, que quedaron muertos apuntando hacia diversos rumbos. A las 10 de la mañana la cubierta del acorazado estaba destrozada y se elevaban grandes humaredas. Como la .nave seguía a flote y sin arriar la bandera, le siguieron lloviendo granadas y torpedos desde cuatro barcos, hasta que a las 10.40 comenzó a hundirse de costado.

El oficial británico L. R. Crocker refirió: "Vi que nuestras granadas; sacaban las entrañas al "Bismarck". Acometimos contra su popa y se extendió el incendio en la nave. Pero los nazis tenían valor.

El "Ródney" disparó contra la torrecilla posterior hasta derríbaria. Para entonces, el "Bismarck" se hundió entre llamas y olas con su bandera izada que significaba no rendición".
Cuando el acorazado alemán sé fue a pique, la Flota Británica tuvo oportunidad de ejercer un último desquite: se retiró de aquellas aguas sin rescatar a los náufragos supervivientes, entre los cuales figuraban muchos de los 500 cadetes de ¡a marina alemana que hacían su primer, viaje de entrenamiento.. Al parecer sólo algunos fueron recogidos para interrogatorios. El oficial británico L. R. Crocker dijo:

"Había muchos 'jerries'.(alemanes) en, el agua y no tenían nada a qué aferrarse, ni si­quiera una balsa". Así quedó vengado el hundimiento en combate del acorazado "Hood", barco insignia dé la Flota Británica.

El capitán Russell G'rerifell (I), de la Real Armada Británica, hace! notar que meses antes cíe la batalla" del "Bismarck", Alemania había:: lanzado al Atlántico a sus cruceros de combate "Scharnhorst” y "Gneisenau", que luego fueron inmovilizados y cercados en Brest,' Y agrega que poco después del hundimiento del "Bismarck" "quedó iste» su hermano gemelo, el "Tirpitz". "Si los alemanes se hubieran esperado hasta que el “Tírpitz” estuviera listo —-dice Russell Grenfell-- y entonces hubieran enviado a los cuatro juntos; el problema de habérselas con ellos eh alta mar hubiera sido en verdad espinoso. Pero, felizmente para nosotros, los alemanes decidieron gastar centavo a centavo, el capital de sus naves".

En efecto ese error dé impaciencia fue cometido por Alemania lo mismo con los barcosque con otras armas (como ciertas minas, tanques y aviones) cuya superioridad cualitativa pudo haber rendido incalculables dividendos caso de haberse usado con mayor concentración.

(1) "El Episodio del Bismarck".—Cap. Russell Grenfell, inglés.

4000 SEPULTURAS EN MALEME

Tras la victoria alemana. en Yugoslavia y Grecia, los británicos se retiraron a la isla de Creta, en la cuál proyectaban erigir bases aéreas contra las bases alemanas de la Europa Sudorienta! y: eventualmente desquiciar el abastecimiento de petróleo del Reich bombardeando los campos petroleros de Rumania. El general Freyberg se hizo cargo del mando aliado en Creta. Aunque por el mo­mento el peligro era insignificante, Hitler vio con inquietud ese ámago al flanco derecho de su proyectada invasión de Rusia. Alentado por el general Kurt Student, comandante del I lo. Cuerpo Aéreo, accedió a un peligroso intento de capturar Creta desde el aire.

Como los preparativos se hicieron forzosamente en Grecia, el espío- ' naje aliado tuvo oportuno conocimiento de ellos. El 17 de abril (1941) Churchill ordenó al general Wavell que se previniera para preservar a Creta. 28,600 soldados británicos se parapetaron en la isla, al lado de otros 28,000 soldados griegos. Este total ,de 56,600 hombres dis­ponía de artillería, cuerpos de tanques y vehículos dé transporte, por lo cual parecía suicida cualquier ataque de paracaidistas, cuyo nú­mero necesariamente tenía que ser muy inferior y prescindir de armas pesadas y de autotransportes. Hitler mismo abrigaba muchas dudas sobre la suerte del ataque.

El general Freyberg, comandante de la guarnición aliada de Creta, comunicó al Alto Mando inglés, el 5 de mayo (I): "No puedo expli­carme la nerviosidad; no me preocupa lo más mínimo un ataque ae­rotransportado". Mostraba más preocupación por una invasión na­val, pero la Real Armada había ya descartado esa posibilidad.

Quince días más tarde —el 20 de mayó*^-, la séptima división de transporte por aire, que era la única con que contaba Alemania, emprendió una' de las más arriesgadas acciones militares de todos los siglos. Cinco mil paracaidistas fueron arrojados ese día por la Luftwaffe cerca de las tres principales bases militares de Creta: Maleme, Retimo y Heraklión. Después de un ataque de 640 aviones, cinco mi miembros del movimiento nacional-socialista de Hitler arros­traron con .fanático espíritu de lucha la tarea de atacar a una guar­nición enemiga de 56,600 hombres, dotada de armas pesadas y fir­memente acantonada en sus defensas. La desproporción era tan gran­de que el general Freyberg, comandante aliado en Creta, había dicho:

"No me preocupa lo más mínimo un ataque aerotransportado".

El propio Mando Alemán tenía profundas dudas acerca del éxito del asalto y se abstuvo de dar a conocer su iniciación. Refiriéndose a esa acción de guerra, el capitán británico Liddell Hart escribió: "Hace diez años ocurrió la hazaña más pasmosa y audaz de la guerra. Fue también a más sorprendente de todas ias operaciones aerotransportadas".

La lucha librada el 20 de mayo tuvo excepcionales características de violencia. La capacidad de fuego de la guarnición superaba varias veces el relativamente débil fuego de los atacantes. El Regimiento de Asalto de los paracaidistas alemanes luchó desesperadamente por la base aé­rea de Maleme; sufriendo pérdidas que podían haber arredrado a cual­quier otro cuerpo de combate, ganaba terreno milímetro a milímetro.

La proclama del teniente coronel Von der Heydte a su regimiento de asalto estaba teniendo validez en la prueba de fuego: "Yo exijo de cada soldado la plena renuncia a todo apetito personal. Quien ha jurado servir la bandera de Prusia, ¡ya no posee nada suyo! ¿.. Porque de la abnegación y renuncia de la condición individual es de donde surge la auténtica personalidad marcial... Todo soldado tiene que aprender a creer en la victoria, hasta si en ciertos momentos pareciera inconcebible".

El segundo día de la batalla Churchill pudo dar un informe opti­mista en la Cámara de los Comunes y anunció que "la mayor parte1' de los paracaidistas había sido aniquilada. Los supervivientes lucha­ban sin desmayo, pero se creía poderlos dominar. También el Cuartel General Británico del, Medio Oriente siguió confiando en la victoria otros dos días más.

"La noche del 20 al 21 de mayo —dice el general Student, comandante de los paracaidistas alemanes— fue crítica para el Mando Alemán. Tuve que tomar una grave decisión. Decidí em­plear la masa de las reservas de paracaidistas, con que todavía contaba, para la ocupación final del aeródromo de Maleme. Si el enemigo hubiese hecho un contraataque organizado durante esa noche o en la mañana del 21 de mayo, probablemente hu­biese tenido éxito en derrotar los muy abatidos y exhaustos restos del regimiento de asalto, máxime que éste sufría de una terrible escasez de municiones".

(1) Cómo se Perdió Creta.—Capitán Liddell Hart.

Ese regimiento se enfrentaba con el valioso regimiento de asalto de las tropas escogidas de Nueva Zelandia y con otros contingentes britá­nicos. Al siguiente día las mermadas reservas de paracaidistas capturaron en parte el aeropuerto y el pueblo de Maleme y esa misma tarde llegó de refuerzo el primer batallón alpino alemán, a bordo de 500 trans­portes y planeadores. Ciento cincuenta de ellos fueron derribados o se accidentaron al bajar, pero lo más crítico de la batalla había pasado ya.

Sin embargo, miles de paracaidistas habían muerto. En el momento supremo se inmolaron resueltamente conforme a su propio canto de guerra: "Alemania debe vivir aunque nosotros tengamos que morir".

Cierto que en todas las batallas hay en mayor o menor grado ese espíritu de sacrificio, pero no una certidumbre tan palpable de que la muerte es ineludible como la que afrontaron los paracaidistas en esa lucha excepcionalmente desigual.

El mismo Churchill confiesa en sus Memorias: "Puede decirse que la batalla de Creta fue única. El cuerpo aéreo alemán representaba la llama del movimiento juvenil de Hitler y era una encarnación ar­diente del espíritu teutónico del desquite por la derrota de 1918.. La flor y nata de la virilidad alemana estaba expresada en esas tropas paracaidistas de los nazis, valientes, bien entrenadas y com­pletamente fanáticas. Ningún ataque de los lanzados por los ale­manes había sido más atrevido ni más implacable".

Por su parte, la guarnición aliada combatió con coraje, y del coraje pasó a la rabia, al ver cómo aquel puñado de jóvenes soldados iba arrebatándole la isla que había considerado inexpugnable. El Alto Mando Alemán denunció que las tropas aliadas no estaban haciendo prisioneros a los paracaidistas cercados, inermes o heridos, sino que los descuartizaban a bayonetazos; violando fas leyes de la guerra —decía— se había hecho fuego contra los paracaidistas antes de que lle­garan a tierra. Para aminorar este riesgo, la Luftwaffe hacía vuelos casi rasantes y arrojaba a los soldados desde muy poca altura, ape­nas para dar tiempo a que sus paracaídas se abrieran.

"Muchos—dice Liddell Hart— fueron-muertos o heridos por accidentes en los aterrizajes, pero aquellos que sobrevivieron eran los más fieros combatientes, mientras sus adversarios numé­ricamente superiores no estaban tan altamente adiestrados". Los paracaidistas contaban con recibir armas pesadas y refuerzos por mar, pero las pequeñas embarcaciones mercantes que llevaban esos re­fuerzos carecieron del apoyo de la flota italiana —que no se atrevió a acercarse al combate— y la flota británica se dio gusto cazando lanchones. En esa operación murieron ahogados 800 soldados alemanes que trataban de llegar a Creta, y 1,500 tuvieron que regresarse a Grecia.

Carentes de marina en el Mediterráneo, los alemanes sólo pudieron lanzar su aviación contra la flota británica, y en rabiosos ataques de venganza hundieron a los destructores "Herward", "Kelly", "Greihound" y "Kashmir" y a los cruceros "Gloucester" y "Fiji", además de averiar gravemente a 4 cruceros más y a los acorazados "Warspite" y "Valiant". Los ingleses perdieron dos mil marinos. Su Flota del Mediterráneo, maltrecha, tuvo que retirarse el 23 de mayo. Pero ni ese (triunfo alentó a la escondida flota italiana.

El séptimo día de lucha el comandante británico en Creta, general Freyberg, informó a Churchill: "En mi opinión las tropas bajo mi man­do han llegado al límite del sufrimiento... Nuestra posición aquí es insostenible". Liddell Hart comenta que "ese veredicto, vi­niendo de un soldado como el general Freyberg, poseedor de la Cruz de la Victoria, no fue refutado". Churchill accedió a la retirada por mar, la cual-se inició la noche del 29 de mayo, exacta­mente diez días después de que principió el ataque alemán. 16,000 soldados aliados fueron evacuados-de Creta y 11,000 de ellos logra­ron llegar a Egipto; 2,000 perecieron en los ataques aéreos alemanes a la Flota Británica en retirada. El resto de la guarnición (40,000 hom­bres) cayeron prisioneros en a isla. En las Memorias de Churchill estas cifras son menores porque sólo aluden a los efectivos y a las bajas de los ingleses, australianos y neozelandeses, que eran 28,600, y no incluye a las dos divisiones griegas compuestas de otros 28,000 soldados.

Para el día 29 en que se inició a retirada de los británicos, los alemanes ya habían logrado llevar un total de 22,000 hombres, pero los que estuvieron en lo más crítico de la lucha, los que con sus vidas hicieron posible la victoria, reposaban para siempre en 4,000 sepulturas cerca de Maleme.

El escritor norteamericano Robert E. Sherwood dice: "La derrota que los paracaidistas alemanes infligieron a los ingleses fue una de las más aplastantes y humillantes de la guerra". Sin embargo, no es ése el significado de la batalla de Creta; su real significación, su verdad histórica, es el coraje militar con que el ejército alemán sacudió de uno al otro confín de Europa las garras con que los pro­tectores judíos del marxismo querían asirlo por la espalda y por los flancos para retardar y aminorar su golpe contra la URSS.

Los soldados alemanes muertos en las nieves de Noruega fueron la Muralla con que el Ejército Alemán guardaba el flanco izquierdo de su futura ofensiva contra la URSS; los cadáveres dejados en los campos de Francia protegían la .retaguardia de esa misma ofensiva; y las 4,000 sepulturas de Máteme, en Creta, eran simbólica muralla de! flanco derecho. El auténtico frente —el frente-de la cruzada que desde 1919 proclamó Hitler contra el marxismo israelita— apuntaba hacia e! Oriente bolchevique. Después de Creta... ¡Rusia!

Al epilogarse en Creta el " desplome aliado en los Balcanes, Hitler aseguró al fin las bases militares desde las cuales lanzaría la invasión de la URSS. Grandes ejércitos alemanes se habían reconcentrado ya en Pru-sia, en Polonia y en Rumania; eran tan grandes que no podían pasar inadvertidos para nadie ni ser disimulados bajo camouflage. Henry C. Cassidy, corresponsal de la "Associated Press", así lo admite en su libro "Fechado en Moscú". Dice que en todas las cancillerías de Europa se anunciaba la proximidad del choque germanosoviético.

Los servicios secretos de Churchill y Roosevelt tuvieron detallado conocimiento de esos preparativos y se los comunicaron a Stalin, pero se los ocultaron a sus propios pueblos. La propaganda clamaba que Occidente se hallaba en peligro de invasión y esta superchería tenía por objeto azuzar a la opinión pública y rechazar la paz que Hitler pro­ponía, porque en caso de hacerse la paz, el marxismo israelita tendría que luchar solo.

El 8 de enero de 1941 Hitler le dijo á su Ministro Ribbentrop (I) que seguía dispuesto a hacer concesiones para llegar a un acuerdo con Inglaterra, pero que el Gobierno inglés no quería tomar en con­sideración esa posibilidad. Recién terminada la campaña de los Bal­canes, casi en vísperas de la invasión de Rusia, Hitler repitió lo mismo a Rudolf Hess (líder del Partido Nazi, representante del Fuehrer y sucesor suyo después de Goering).

Esto hizo pensar a Hess que una "acción fuera de lo corriente, que llamara la atención de todo el mundo, acaso lograría suavizar la irre­conciliable actitud de Inglaterra" (2) y decidió volar a la Gran Bre­taña para ofrecerle la paz. Después de secretos preparativos, la tarde del 10 de mayo (1941) salió de Alemania piloteando un avión de caza Me. 110. En una carta que le dejó a Hitler le decía: "Y en él caso, mi Fuehrer, de que mi proyecto fracase, y reconozco que existen muy pocas probabilidades de éxito, y el Destino se muestra adver­so, no puede tener esto para usted, ni para Alemania, consecuen­cias graves: declare que estoy loco".

(1) "Memorias", Joaquín von Ribbentrop, Ministro de Relaciones Ex­teriores.
(2) "Por qué huí de Alemania".—Use Hess, esposa de Rudolf Hess.

A las diez de la noche de ese día Hess cruzó la costa inglesa a 750 kilómetros por hora, volando peligrosamente bajo para eludir a la aviación británica. A las 22.40 horas localizó Dungavel, finca del du­que de Hamilton, y se arrojó en paracaídas. Era ése su primer salto en paracaídas y estuvo a punto de perecer.

Hess llevaba el propósito de convencer a los ingleses de que Ale­mania quería su amistad y de que Hitler sólo pretendía aniquilar al marxismo Churchill admite en sus Memorias: "El 10 de mayo el Duque de Hamilton me buscó urgentemente para decirme que Hess ha­bía llegado a Escocia. Era el suplente del Fuehrer, miembro del Consejo Secreto del Reich, miembro del Gabinete Secreto para Alemania y Líder del Partido Nazi.

"Conocía y era capaz de entender los pensamientos íntimos de Hitler, tales como su odio por la Rusia Soviética, su ambi­ción de destruir el bolchevismo, su admiración por Inglaterra y su sincero deseo de mantener su amistad con el Imperio Britá­nico… La idea que tenía Hess acerca de! cuadro europeo, era la de que Inglaterra había sido apartada de sus verdaderos intereses y de una política de amistad con Alemania, pero sobre todo de una alianza contra el bolchevismo, por los incitadores a la guerra, de los cuales Churchill era la manifestación superficial.

"Pero si él, Rudolf, podía llegar al corazón de Inglaterra y hacer que su rey creyera lo que sentía Hitler por su nación, las fuerzas malignas que ahora regían en aquella infortunada Isla, y que habían traído consigo tantas miserias innecesarias, que­darían suprimidas...

"¿Hacia quién volverse? Ahí estaba el duque de Hamilton. Lo había conocido en los juegos olímpicos. Sabía también que el duque de Hamilton era el senescal del rey. Un personaje así probablemente comería todas las noches con el soberano, quienseguramente le prestaría toda su atención. He aquí un conducto de acceso directo.

Por eso fue que Hess descendió cerca de la casa del Duque de Hamilton y pidió entrevistarse con él. Pero no logró hablar con el rey. El Duque lo puso en contacto con Churchill y éste lo encarceló y lo mantuvo aislado. (Posteriormente se le condenó a prisión-per­petua). La propaganda tendió luego una espesa nube de reticencias y mentiras para ocultar a los pueblos occidentales el propósito de paz " que llevaba Hess. Simultáneamente se soslayó la inminencia de la in­vasión alemana de Rusia, y a sabiendas de que Hitler no preparaba ninguna ofensiva contra Inglaterra, siguió alentándose la patraña de que Estados Unidos y la Gran Bretaña se hallaban en mortal peligro.

Con objeto de reforzar esa falsedad y de acrecentar la psicosis de guerra, Roosevelt proclamó el 27 de mayo "una emergencia na­cional ilimitada" y engañó a su pueblo haciéndole creer que de un momento a otro los nazis podrían llevarle la más espantosa desolación. (En esos momentos 145 divisiones, de un total de 208 de que disponía Hitler, se alistaban ante la frontera soviética para el asalto contra el bolchevismo). Con la "emergencia ilimitada" declarada por Roosevelt prácticamente todos los recursos de Estados Unidos se alinearon en la guerra contra Alemania y anticipadamente se colocaron al servicio de la URSS, que era realmente la que peligraba.

Así logró el movimiento político judío que los pueblos occidenta­les —democráticos y religiosos— se aliaran incondicionalmente a la tiranía que más furiosamente proscribía la libertad y la religión. Los israelitas de Occidente y los israelitas que habían entronizado en Mos­cú el sistema político del judío Marx, formaban un sólido frente.

¡En toda la historia de la humanidad era ésa la coalición más grande levantada por el judaísmo político mediante la perfidia del engaño!

HMS Hood, 1924



El acorazado Alemán Bismark


El Bismark








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